sta de Abri
onde su presencia persistente todavía me erizaba la piel. Eduardo había querido dec
hora se trataba de sobrevivir, no de revivir fantasmas. Mis manos, callosas y ma
onda grasienta, el aire espeso con olor a aceite de cocina rancio y desesperación. El colchón estaba hundido en el medio, un valle perpetuo de mi cansancio. La única ve
altó. El corazón se me subió a la garganta. La renta se vencía ay
cinturón de mi gastada bata, preparándome para
iente para asomarme por la rendija. Mis ojos
elta en un abrigo de seda que probablemente costaba más que mi renta anual, su perfecto cabello rubio brillando bajo la débil l
ardo, su rostro gra
Eduardo se atascó en el hueco. La empujó con una fuerza sorprendente,
riz. Su mirada recorrió el espacio reducido, el papel tapiz despegado, la única parri
ó, su voz goteando falsa p
ada, mis puños apretá
é, señalando la
nte posándose en mi rostro. Dejó e
diciendo... ya sabes, después de todos esto
ó. El funeral. La b
regunté, mi voz p
a sonrisa sacar
legalmente fallecida. -Su mirada recorrió de nuevo mi miserable habitación
na rabia tan potente que
naste de r
sita, un sonido frá
su vientre ligeramente abultado-. Eduardo y yo, estamos esperando un bebé. Un nuevo comienzo para nues
a, con el rostro pálido. La noticia me golpeó como un golpe físico, aunque no
usurro, pero teñida de un desdén helado qu
alta de reacción. Había esperado lágrimas, hi
lo que sonaba a un arrepentimi
rtera, ofreciéndomelo-. Y toma. Para un nuevo comienzo. Selene y yo, incluso te hemos encontrado
e int
día. Estábamos preocupados por ti, después d
elegante tarjeta de prese
ido áspero y seco-. ¿A
o de Eduardo, tirando
os nuestra buena obra. C
fijos en mí, llenos de
Abril. Habla de
ta con todas mis fuerzas, la frági
de presentación. Con un gruñido de asco, rompí la tarjeta en pedazos diminutos, dejándolos caer al suelo como cenizas. El
solución por los destrozos que habían causado. Pero mi vida, mi

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