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de lágrimas de Kael; todos eran invasores vívidos e indeseados en mi mente. Cada recuerdo era una chispa que encendía el in
co que organizar, pero comencé de todos modos, enderezando los pocos libros, doblando mi limitada ropa. Aparté una
cama, el fondo cedió. El contenido se derramó sobre la manta raída, esparciéndose por el colchón. Entre ellos, u
foto familiar. Eduardo, Kael y yo. Estábamos sonriendo, de pie frente a un árbol de Navi
on una ferocidad que rayaba en la locura. No era mío por san
afirmando que no podía soportar la idea de más dolor. Pero yo había visto algo más en él, un anhelo que no
cal. Era frágil, desnutrido, con un defecto cardíaco congénito que requeriría innumerables cirug
r feroz y protector. Lo llamé Kael, un nombre que significaba 'servicial' y 'amable' e
experta en cardiología pediátrica por necesidad. Eduardo, con el tiempo, se unió, pero siempre fue mi batalla. Mi sacrificio. Y Kael, a su vez, se aferraba
nuevo a su órbita con facilidad practicada. Ella era todo lo que yo no era: llamativa, a
mesas susurradas, envenenó lentamente su mente. Empezó a llamarme "controladora", "sobreprotectora". Se resintió de las interminables citas con el méd
puerta de su oficina siempre estaba cerrada con llave ahora, su teléfono pegado a su mano. Kael dejó de contarme sobre su día, en cambio pasaba horas con Selene
en mi dedo, una delgada línea roja floreciendo contra mi piel, manchando los rostros sonrientes de la foto. Era u
su pastel, sus ojos brillantes de esperanza. "Deseo", había dicho
o que se atascó en mi garganta. P
imagen. La arrugué en mi mano y luego la arrojé a la pequeña papelera de la
éfono vibró. Un mensaje de t
l 18º cumpleaños de Kael. Este sáb
como una trampa, otro giro cruel del cuchillo. Pero una parte de mí, una parte pequeña y tonta, se preguntó si esta era una op

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