sta de Abri
ir. Fui a trabajar al día siguiente, la misma rutina. Mi cuerpo dolía, un compañero constante de mi nueva vida. Era un dolor sord
lo vi. Kael. Estaba de pie, torpemente, junto a la entrada, vestido con una camisa bl
uro. Su condición cardíaca congénita, una vez una sombra constante sobre su infancia, parecía haber retrocedido. Se veía sano, vibran
anzados, se clavaron en los míos. D
urró, su voz
frente. Mi corazón era una piedra en mi pech
lcanzarme, agarrando el asa de mi carrito-.
Miré su mano sobre el metal, luego
-dije, mi voz plana-
o se des
e. -Sus ojos estaban llenos de lágrim
.* Esas lágrimas siempre funcionaban conmigo. En aquel entonces, habrían destrozado mi resolución
a una promesa, no realmente. Era una rendición. Una concesión a un fantasma. Ne
en sus ojos. Una pequeña y tím
rdad? ¿
desprovista de calidez, y luego pa
me, una mezcla de alivio
intió interminable. Kael se sentó a mi lado en su eleg
diferente. Pero
ja en las luces de l
personas, Kael -resp
entó d
escuela. Papá dice que incluso
e pronunciaba se sentía como un intento desesperado de salvar un abismo
ar para una simple fiesta de 18 años. Mientras nos deteníamos en el valet parking, noté los elaborados arreglos florales
ición recorriéndome la espal
ó, sus ojos desviá
a -murmuró, su voz te
ro. Una sorpresa
a los invitados elegantemente vestidos, las interminables mesas cargadas de comid
ante diamante brillando bajo los focos. Selene estaba de pie ante él, con la mano
ra. No la celebración de Kael. Sino la de ellos. Una declaración pública de su
surros, convirtiéndose en un murmullo bajo que barrió el salón. Todos los ojos se volvieron hacia mí, de pie como un
diante de alegría, se quedó sin color. Retrocedió un paso, s
abrieron de par en par e, instintivamente, casi imperceptiblemente,
torpemente, su rostro una máscara de f
hicieron más fue
esonando en el repentino silencio. -¿La abogada a la q
rmuró otra voz-. Y luego simplemente de
zó a mi familia con una demanda por una pa
ispositivo médico innovador. Había puesto mi corazón y mi alma en él, luchando por mi cliente, una pequeña startup
te, su patente válida. Estaba al borde de la victoria. Hasta que supe quién era el abogado de la contrapart
interno que demostraba el descubrimiento independiente de mi cliente y
ando falsificado. Idéntico al mío, pero con cambios sutiles, cambios condenatorios, que hacían que mi
re su eje. Supe, en ese instante, que me había
la mirada fija en el suelo. No podía mirarme a los ojos. En ese momento, las piezas encajaron. Sus noches tardías, su comportamient
a, todo en ruinas. ¿La peor parte? Mi cliente, la startup inocente, fue aplastada. Su director general, un hombre brillante y apasionado, de
uponía que Kael celebraba su cumpleaños. Una parodia
cabeza me daba vueltas. La traición era tan profunda, tan absoluta. Sentí que la familiar y

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