vista d
palabras, pronunciadas por una mujer que se había quedado, ahora resonaban en la
simplemente perdió el control. Terminó pasando una noche en la cárcel. Siempre ha sido tan protector con ella. -Sacudió la cabeza, c
a vez, hace años, pero había dicho que fue por un malentendido menor, un caso de identidad equivocad
conmigo, para ayudarme a sentirme más segura. Él había dicho que estaba "demasiado ocupado", o "no es una amenaza real, Sofía". Me había dado un pequeño spray de pimienta un
oronándose bajo el peso de sus traiciones casuales. Cada nueva revelación, cada recuerdo susurrado de él y Cristal, despojaba otra capa de
como si los cielos estuvieran llorando conmigo. Las lágrimas corrían por mi rostro, mezclándose
tinado a Cristal, todavía dolía. Tenía que volver adentro, aceptar oficialment
ales del torneo me miraron con ojos comprensivos. Forcé una sonrisa, mi rostro rígidndo. Cristal estaba en el asiento del copiloto, encorvada, luciendo pequeña y frágil. La mano de Alejandro descansab
abía
a dejado.
cruel. El hombre que se suponía que debía protegerme me acababa de abandonar, dejándom
real en el que me dejó. La tormenta empeoraba. La idea del coche de Uber, las ventanas polar
atos eran tan importantes. N
os zapatos? -había preguntado
ea. Eran perfectos. El cuero más suave, un pequeño zafiro incrustado en la suela, un sutil "algo azul" para nuestra recepción. No eran llamativos, no co
andro -había dicho, mi voz sua
vantado la vist
s. ¿Estás segura de que no quieres un
a silenciosa al planear nuestra recepción formal, la q
ro se la llevaba. Eran un par de tenis blancos nuevos, que acababa de comprar y había dejado cerca de la puerta. Los que iba a usar esta noche, par
preguntado, con el ceño fruncido en confusión, como si mi s
pción de boda. Solo una esp
ro lado, nunca
os inocentes, s
omar tus zapatos. Soy tan torpe. -Incluso se había ofrecido a comprarme un par nuevo. Como si un
perfectamente la comodidad y la elegancia sutil. Me había imaginado bailando con ellos en nuestra tan esperada
s. Pero para Cristal, era un pozo sin fondo de comprensión y simpatía. La balanza estaba tan claramen
eranza fantasma. Este hombre, con el que me había casado, al que había amado, n
también lo haría. Estaba a punto de abrir la boca, de a

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