mente regresó. Parecía menos un hombre que vuelve a casa con
ura empalagosa del perfume de Lucía, un có
ata de seda-. Se están extendiendo como una enfermedad. La gen
en el tocador y quitándome los aretes de di
y me agarró del brazo, hacié
esto? ¿A los ra
í, mi pulso firme bajo sus dedos
iel. Conocía a Lola. Más importante aún, sabía qué t
dad prenatal al Consejo. A las Familias no les gusta que los Capos mientan sobre sus linajes. Y
el miedo que solía vivir allí, la chica
como si lo quemara-. Firmaré tus p
, sacando un documento
. Entrarás allí de mi brazo. Sonreirás. Les mo
hecho
pluma arañando ruidosamente en el silencio, ante
, Sofía. Entonces o
ue podía controlar la narrativa
n nada que perder es la cria
n de baile brillando bajo candelabros que costaban más
bría las quemaduras de cigarrillo en mis costillas -recuerdos de sus malos
cansaba posesivamente en la parte baja de mi espalda, s
as. Lucía también estaba allí, sentada en la mesa familiar, luci
nando la sala con su carisma habitual. Habló de lealtad, de fami
onrisa tensa-, quiero agradecer a mi esposa, Sofía.
escaleras, el foco cegador, ocultando el fuego fr
da para resonar en el silencioso salón-. Los milagr
o de mi padre. Vi a los jefes de las C
s palabras flotaran en el aire-. Y tiene razón. Nuest
ongeló, su copa a medio camino de sus labio
o el silencio como una guillotina-. Quien ac
succionó el aire del salón de baile. Damián se abalanzó
u compostura se hacía añicos-. Para honrar su unión. Porque un hombre que entrega a
er el m
de retroalimentación que coinc
ejando atrás los escombros. La ilusión se ha
mente e

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