img 1. ¿Qué quieren los aliens?  /  Capítulo 10 9 | 27.78%
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Historia

Capítulo 10 9

Palabras:3575    |    Actualizado en: 17/07/2021

deslomarme pasando el trapo por toda la casa, por eso, y para sentirme menos esclavo, puse a todo volumen la cumbia que

e que se meta en la cocina—. Hijo

n el fondo, después busco la mitad de una malla de alambre c

ua con citronela y lo paso por debajo de la mesa, contra el borde de los muebles, y

Son las seis menos cuarto; en quince minutos tengo que po

l agua no salga sucia. Eso me costó como cinco pasadas de trapo porque parecía tinta cuan

n la puerta. Hay que estar limpiando una casa entera cuando a la sombra ha

hacés? —me s

asa parece que voy a meter algo al horno. Estamos

mpi

a que meriende helado. —Ángel se abanica con

Ale y los chicos a jugar a la pelota

que arman ustedes van desde las seis de la tarde hasta las ocho de l

r. Siempre andaba conmigo por la cancha de piedra; hasta pa

ngo que adelantar l

podr

e de brazos—. Andá,

rgumentando que alguien podría vernos, que hace calor y estoy tan pegotead

ltimo abrazo—. No pongás esa cara. Nos vemos siempre

o, te dejo terminar, par

e un beso sin cuatro paredes que n

davía, exprimo el trapo y lo voy pasando por todos los lugares

cia en el baño. Guardando las cosas de limpieza, pienso que sí tendría que haber tomado un helado con Ángel. No salimos hace

endo muy

vio; aunque, Ángel sabe que me gusta mucho

mi pieza a ponerme la remera de

a Pili e

z, cierro la puerta de m

de la malla de alambre y lo llevo e

os horas para mí, te vua manguereá. —Enchufo la manguera en el caño y a

raslado de un lado a otro o lo mojo con la manguera. Si hubiera sido de esos perros mañeros

rlo, pero como el calor todavía se siente lo dejo que se vaya por ahí. Atajo el agu

one la pelota para los partidos y la vez pasada nos contó

ue están reunidos José, Mari

os! ¡L

en la escuela, primas, primos, familia, la atropellada que le dieron al perro de la peluquera y cómo resucitó de entr

adora con gaseosas frías que todos queremos sacarle, pero él jode con que nos va a da

a hacer bollos, también le dijo que traiga algunos para comer con fiambre que compraremos de

grita sus goles como si viera a algún futbolista famoso. No solo es un fanático, también juega y es un verdadero

o a la mano de José que estaba a dos centímetros

N

el sabía

, vo’ lo has

siempre usamos para jugar sigue estando rala por tantos pies que aran el suelo, y las piedras tampoco se fueron. Los arcos, por culpa de la l

tó para ser del otro equipo. Pateo unas piedrotas tuerce tobillos y miro

la cancha chica de los costados de la vía por esta, y a pesar de que esté un poco llena de ba

rnos por no mover bien los pies. El caballo estaba interesante hasta que veo a Ezequiel con un táper en el brazo

re todavía infantil en ese rostro redondo con cachetes ideales para apretar; corre hacia dónde

a. Esa vez también me enteré de que Ezequiel tenía novio y p

ponerse tan tonto como para tropezar al verlo. Sus ojos se ensanchan, la sonrisa en sus caras parece doler

están molestándolo por verse tan enamorado, pero mi amigo solo

vemos Áng

Ángel nos queremos, pero el públi

del arco. José y yo corremos hasta ahí, salu

uela como si fuera de papel, los pases son como olas de mar hacia cada jugador y si eso fluye,

pases son buenos, corren como liebres y se entregan

que se enredó con una piedra, pero vamos bien. El equipo de Ale es un desastre y parec

ndonos con el hielo derretido de la conserv

nge

a, pero por supuesto que mi novio r

o, León, y yo me bañ

iero,

os—. Mientras me bañaba me acordé de las veces que te veía jugar cuando re

mi novio y lo llevo conmigo—. ¡

a cuánto Ale intente mejorar su

piedras. En medio de las sacudidas y empujones entre compañeros, miro hacia el lado donde dejé a Ángel. Ezequiel cami

risa es bajada por hilos invisibles. En medio de esa sensación de pérdida por drenado,

nuestro juego, pero yo sigo mirando a Ángel sonreír

novio andan abrazados, riendo y siendo mo

iedra donde está

a los que festejan todav

eón, me te

casi son

a. Me despido de ellos que insisten en que nos quedemos a comer los bollos de

nta Ángel—. No quiero escuchar

mbros, pero

también pueden apo

s cerca de nu

os cerca del otro; no ti

ías para hac

sa y hasta la noche te quedás viendo tele. —Ángel se para frente a mí con los brazos cruzados—. Tu mam

ién estabas m

és saber? No c

ue no te gusta el futbol, pero por lo me

riz para subir sus anteojos—. Te había dicho hace unos días que necesito ayuda con l

A

¿no? —Ángel me mira con una expresión que no puedo des

ugar ya que estabas ahí. Como sea, vamos, tenemos que

lados. En un segundo, soy arrastrado a un

io te vas a en

ose por ahí por una perra alzada, pero, de repente, el murmullo de las personas afuera de sus casas me obliga a pensar. Eso último podría activar la neurona loca en la cabeza

o esté a solas, no le permita pensar en otra cosa. No todos los días mi novio me arrastra hasta un rincón apartad

de los besos y pone di

l lo hice que

cosquillas

si a veces él no me mira, Ángel todavía está conmigo,

está

casa. Mi mamá tiene que trabajar, y mi papá se va a un a

s manos, fue hace dos meses. Vuelve a mí el recuerdo de aquello

o

go? —me pregunta, pero su

lo pue

y volvemos a camina

poco a mí mismo pueda

que el se… las relaciones deberían s

hacer un

—anuncia Ángel—. ¿Po

a tu casa, al

íe por

endo si todavía

udas, pero q

entro siento que mi garganta ya

l sonríe, abriendo la re

iende en mi cabeza: la desgracia de ser novio del que antes era tu

su casa cuando está solo, dar señales de que quiere algo m

ta tanto decir sí a su

concentrándome en cam

ega desde la puerta—. ¡¿Qué te dije q

¡Sí lo h

illa—. ¡Te dije que lo bañé, no que lo manguerié! ¡hiciste todo rápido p

varilla de no ser porque c

s de mi espalda me da escalofríos—. ¡Metete en la casa! ¡Dale! Ahora, por hacer todo apurao, no

ero sí

uelvo a escapar de la varilla—. ¡Eso te

squivar el varillazo que pretendía d

¡por una puta vez que

os de supervivencia se activan al instante, dejándome com

ejo dormir hasta la hora que querés los fines de semana a pesar de que todavía hay cosas que hacer en la casa. —La mami inspira profundo, apretando contra el p

la bronca. Por entrar tan ciego de enojo, empujo a Jeremías que cae al suelo y

¡Seguí así! ¡Seguí enojándote por todo!

plastado. La mami aprovecha mi encogimiento de dolor para agarrarme por el

ro tampoco es un castigo medieval. Me suelta de

e pasa, pero más val

asi voy gateando hasta

trada a mi cama. Francisco me mira con una sonrisa. Él está vi

ríe, dejando su celular aparte—. Decí que no e

hermano de mierda y siento que

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