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Historia

Capítulo 4 Hotel del Norte Grande

Palabras:1738    |    Actualizado en: 11/08/2021

traído al hotel—espetó al intentar descender del auto pero

que cenaremos junt

regó a las atenciones del botones

me en mi habitación, creo que

puesto.

uaran hasta la recepción en donde aguardaban por ellos. La señorita a cargo se mostró muy cordial y en claro es

a hasta las suntuosas habitaciones. Las piernas esbeltas de Abir parecía quebrant

z allí Abir Abdallah Taylor se arrastró como pudo hasta el extremo opuesto ante la mirada picara de Ethan Madinson. Por un segundo parecía intimidarla frotando

ldic

—quiso sab

deseo como nunca de

su cartera mientras sus

me deseas, no pasará nada. Lo prometo. Anda,

omo luceros y su boc

nte la pulcritud y el contraste de las luces. No podía concebir lo que estaba haciendo, pero en el fondo de sí misma estaba satisfecha con sus decisiones. Quizá lo planificó. Era así como debía ocurrir y no se sintió culp

o solo a la que deseaba sin

cabellera, el romero, el lila, la manzanilla y las rosas. Sus labios apenas rozaban el surco de su cuello, sus hombros y al hacerlo su miembro se erguía como daga. Abir ya no podía verlo, solo cerraba

No quieras desp

de

ser mía—susurró en el pabellón de su oreja, aspiró su

nos hasta sentirla caer en sus pies Con suprema lentitud puso sus man

u vientre bajo sus prendas de vestir, hirvió de deseo al sentir la ca

on candidez sobre las sábanas suaves. Quiso contemplarla.

th

stante en que un par de lágrimas

o tiempo he esperado

su ropa y en un instante su pi

nyectaban una pasión desconocida entre sus venas. Ella lanzó un gritico de placer que le hizo detenerse.

deseo y me adaptaré a las reglas i

lló sobre la cama con las manos en l

racias a la trampa de la víbora de su madre, pero ambos eran inocentes y merecían la oportunidad de reconstruir sus vidas. ¿Y qué mejor forma que amarse y anunciar luego una bella

e vaya a mi habitació

uien se aferró de nuevo mientras halaba su

zme compañía. Ordenare

manos y con gran ímpetu lo bofeteó. Petrificado la contempló. «¿Qué debía hacer? »Nada. No podía hacer nada. Ella había impuesto su límite y como todo un caballer

ajo las sábana con Abir Abdallah Taylor lo demás no le importaba. Ni siquiera le importó dejar sus negocios en manos de terceros en Canadá, ni sus futuros conciertos, ni sus tertulias poéticas con los músicos de su época. Molestó consigo mismo se arrancó la cor

y un imbécil. Desde hace años que no nos vemos y lo último que recuerda de mí es un complot en contra de su dignidad. Debí ser de nuevo, como antes lo fui. Su amigo. ¿Enviarle cartas como antes? ¡No! no soy el mismo pilluelo que se escondía tras la ventana, ahora corro la persiana, saltó la ventana y corro hacia ella. ¿Será muy tarde para

poros. Al pasar frente a recepción, la señorita le informó sobre las llegada de su encargo. Complacido se reclinó sobre el mesón, le guiñó el ojo y en baja voz le pidió mientras revisaba su encomienda que las llevase a la habitación número trece con la señorita Abir. Tomó una pieza de papel de la recepción, la firmó y escribió: «Je t'ai toujours aimé et je t'aimerai », un simple: Te amé y te amaré siempre que a él mismo hizo estremecer. Respiró profundo y agradeció con dulzura a la señorita que de seguro pensó en la afortunada que es la joven de la habitación trece. Muchas querrían ser las que despertara

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