img La sonrisa sumisa: la jauría de Alaior  /  Capítulo 4 ¡Acusados! | 13.33%
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Historia

Capítulo 4 ¡Acusados!

Palabras:1763    |    Actualizado en: 01/12/2021

lando de vosotros dos. —La sonrisa que esbo

as las miradas. La tienda de Bredo era más grande que la del resto de integrantes de la lobera, puesto que daba audiencia en el

iliaridad como si esa fuese su propia casa—. Tomad asiento con no

en la lobera, Bredo, vieron los dos jóvenes que este se encontraba inmerso en un estado de ira contenida, incapaz de disimular la indignación que debía sentir por alg

al mayor temor de los licántropos. Según una antigua leyenda, sin la influencia de la luz lunar no eran capaces de transmutar sus cue

Nuestro líder ha venido para exponer una teoría sobre el resultado de las pruebas de

in ninguna muestra de respeto—, es evidente que de ninguna manera se puede produc

bía hecho sobre Wando y ella, cuando le sorprendió con Ánkel espiándola en los aseos. Le había gritado que era una tramposa, no entendiendo a cuento de q

uría. —Bredo seguía conteniendo su ira, su cara parecía congestionada, con el ceño fruncido y los dientes apretados. Verle así parecía entretener a Hamer—. Solo han hecho uso de algo que los li

os hombres que aguardaban de pie detrás de su jefe. Dos licántropos más estaban detrás del líder, de su propio bando, preparados

se está exponiendo aquí. No entiendo por qué se duda de mi capacidad para vencer en las pruebas, o

ísico con más envergadura que el de ambos, muchachos, y también es mucho más fuerte. Nadie pone en duda que os habéis ganado vuestro puesto como cazadores dentro de la jauría, pero es evidente el uso de la

s! —dijo en un estallido, Bredo—. ¡No serán capaces de dar la cara ante una

os! —Con esa acalorada reacción, se había dado por terminada la conferencia. El primero de los guardias, entendiéndolo de esa manera, se acercó a la entrada y apartó la cortina que la tapaba

como mudos en la tienda de campaña. Nada parecía que pudieran hacer. Era evidente que el l

ber superado al primogénito de Hamer y Kristey. Ese temido momento ya había llegado, mucho antes de lo que pudieron imaginar horas antes. Sin

aba a los dos jóvenes tras escuchar de su boca lo que había ocurrido en los aseos. Se fijó en el muchacho de ojos saltones, sonrisa torcida y voz estridente, la miraba con excesiva timidez, de soslayo, sintiéndose evid

comunicado su intención de acusar a esos dos niñatos de la lobera de Bredo. Por hoy podemos dormir tranquilos, mañana se resolverá esta conspiración de tramposos. —Kristey cambió de posición en su asiento. Al desplazar sus

a dado cuenta de la impertinencia de su amigo, fijos los ojos de

e quejó, y ese mutismo dijo más que si hubiera hablado. Kristey se dio cuenta que la sonrisa sumisa del compañero de su hijo había desaparecido, comprendiendo que esta solo la most

nos espera un gran día —dijo Kristey, dando por terminada la jornada. Se pusieron

n debía obediencia también por ser su jefa de lobera. Mientras realizaba la tarea, observó con asco cómo ella acompañaba a su amigo hasta la entrada, contorneándose igual que una víbora en ce

a jefa, pasando una mano por el hombro del chico, en una sinuosa caricia que llevó hasta el cuello, pasando sus la

ciar al muchacho, que además de ser doloroso para la vista, carecía de una personalidad sólida y, por lo que pudo comprobar de tan cerca, una fa

rque hoy te has levantado siendo un

ía tocado al novel cazador de la jauría para limpiársela. Cuando cerró la cortina de la entrada, se retiró a su dormitorio, separado del resto de la tienda con

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