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Historia
El color de la inocencia

El color de la inocencia

Autor: Sheila.
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Capítulo 1 Destinos cruzados

Palabras:1218    |    Actualizado en: 04/07/2022

discreción necesaria para que la familia permaneciera oculta de los paparazzi, y segura de la vista imprudente de sus enemigos. Dentro se dejaban ver lujos

res años alejada de su casa natal, pero ya contaba la edad justa para que comenzar a traba

ente prodigiosa para atraer los negocios más prometedores, y el único heredero. Todos anhelaban el reencuentro mientras disfrutaban de una noche de lujo

dre deseaba completar mientras las arcas de los Munichs crecían. Regresar le provocaba una eclosión de lágrimas. Su destino estaba en las manos de su padre, de su hermano mayor, de todos, excepto de ella misma. De nada le había valido pasar su juventud puliendo su intelecto, si al fi

ban un aroma alentador en todo el recibidor. Un ambiente de agradable recepción envolvía a las familias de todos los invitados que con deleite esperaban por la hija de Damián Munichs, el hombre más poderoso, el dueño de tres cafeterías, dos hoteles de lujos, y un experto

e había convertido en hombre y fraguaba un carácter demasiado serio. Cuando se trataba de hacer algún contrato, era quien mejor escudriñaba todo lo legal, cuand

las columnas de economía, y siempre como un modelo dispuesto a hacer su p

da de ojos negros y chispeantes, pero con la fuerza que solo el aroma de un Givenchi puede dar. Nunca antes le importó que le presentaran a la clase alta, a las muchachas más seductoras, las más ricas. No le interesaba el amor cuando debía construir su propia dinastía, su propio legado, eso era más importante que todo lo d

as una docena hacía guardia por turnos frente a toda la mansión. En su despacho, él esperaba a su pequeña, mantuvo el mentón firme, y la mirada clareaba su nueva ilusión. La hija encarnaba nuevas alegrías y con ella se cambiaría el destino que hacía décad

nsión. Todos se protegían con las puertas abiertas y desde una posición difícil para ser rebatid

ía que regresaba su hija y compartiría la dicha de establecer lazos más firmes con la familia destinada a comprometerla. Salió de su despacho disparado como una flecha lanzada. En ese segundo se quedó ató

salió con sus amigos, con los invitados y la guardia contratada que aún enfrentaban

ar la valentía de entrar a su propio hogar, donde también disfrutaban de la noche de fiesta, los hombres más influyentes y los más peligrosos también. Era un intento de sembrar pánico y colocar a la distinguida familia en estado de incertidumbre y miedo. Un d

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