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Historia

Capítulo 4 UN ANILLO, UNA PESADILLA

Palabras:3701    |    Actualizado en: 18/10/2022

quien se encargaba de Samantha por completo, se esforzaba por recuperar el tiempo perdido y m

obre su trabajo y las cosas locas que aparecían en el correo, Samantha narraba sobre lo que estudiaba y las asignaciones que tenía pendientes y lo

vida pues había sido para mejor, no extrañaba a su papá, aunque en ciertas fechas especiales no podía evitar preguntarse por su paradero. Para Thaly su recuerdo era otra cosa, aunque nunc

adultez que siempre evidenció dejó de resultar extraña como cuando estaba peque

a todo, incluyendo esas discusiones. No eran ni siquiera cercanas a lo que habían sido las discusiones entre sus padres, sin embargo no podía evitar que le afectaran,

denominaba Enrique a esos rasgos obsesivo-compulsivos. Sin embargo la historia en su colegio era distinta, menos armónica y más solitaria

as preguntas. Pero en la soledad de su cuarto, o en el jardín de su

so no la perturbara, usaba una gran concentración y dosis inmensas de paciencia y tolerancia, lo que le trajo como consecuencia una gran madurez y fortaleza. Aunque pudiera ignorar todos los malos chistes que hacían sobre ella, t

*

n con un inmenso desayuno y un muffin de arándanos con una pequeña vela al compás de las mañanitas del rey David. El día continú

vez que hablaste con tu papá, pero estoy segura que el quer

ue decirle los años pasados, ni en navidad, ni en su cumpleaños, ni en el día del padre.

preguntarte algo —dando un largo suspiro continuó—

idad, como si hubiese estado esperado la pregunta desde la p

ami? —preguntó con te

e los abuelos siempre he sentido que pertenezco. Soy más una Adams que una Séllica, además él no

iséis años son importantes y ya que no quisiste ninguna fiesta o como lo llamaste «bodorrio adelantado», ¿q

la situación entre padre e hija, debía empezar a explicarle muchas cosas, y e

una sonrisa complaciente—, quiero decir que no quiero nada gran

toda la familia Adams esperaba ataviada con los gorros puntiagudos de cumpleaños. A Samantha le hicieron ponerse una pequeña tiara con plumas rosa que combinaba con el vestido que su mamá le había regalado. Comprar

todas las librerías y su mamá le regaló un juego de pinturas que incluía carboncillos, colores, pinturas al frio, pinceles y demás. Los abuelos se terminaron la botella y bailaron bastante animados en la cocina achispad

ntentaba reparar la situación y Enrique lamía los restos de crema de su mano, su mamá anunció que era hora de dormir

galo —dijo apenad

amantha con sus mejillas acaloradas—, de segur

, tenía que hacerlo—d

ta rosada, adornada con un gran la

brazó fuerte a Enrique sin impo

a ella, armando una caja y anudando el lazo, siempre con ell

do vio que era un delicado anillo hecho con oro blanco envejecido que amarraba en lo alto una piedra rosa ovalada. El detalle del oro era exq

recordó a ti —le explicaba Enrique

cía Samantha sin despeg

lo en un mar rosa que la llamaba a gritos. Despertó del limbo en que había caído e i

y comenzó a colocárselo a Samantha en el dedo del medio—. Eso refuerza el

s curativas, poderes que determinaban cambios de humor e incluso eventos. Pero fue el uso de la palabra gema lo que se quedó con ella, su abuelo no era de hablar palabras con floritura, estaba sentada frente a un ho

cluyó Enrique, dándole un beso en los nudillos

na multiplicidad de tonalidades rosadas. Su mano ahora lucía delicada y era tal el brillo de la piedra que su piel relucía. Como saliendo de un trance mu

do por completo, siempre regresaban y al día siguiente la dejaban tan abatida que er

, las pequeñas luces de las velas le producían dolor en sus ojos. También le dolía el cuello pero esta vez no alcanzaba a recordar en qué parte del sueño se había caído.

esa somnolencia que intentaba llevársela a la oscuridad de la inconsciencia ignorando el dolor que crecía en su

iendo borroso. Podría ser hombre o mujer, el dolor constante de su cabeza no la dejaba pensar con claridad. H

s murmullo

zás, o nunca estuvieron, pero otros ruidos de metales aparecieron lejanos como si se tratara de alguien que moviera algo de sitio produciendo sonidos agudos y

¿Era piedra con metal, con cerámica, con madera? Quizás no eran piedras, quizás algo hecho de piedras. Podía escuchar como el interval

cabeza remitió un poco. Notó que se sentía más despierta y consciente aunque no se atrevía a moverse aún, le dolían las piernas y los brazos por la rigidez de los músculos pero ya no sentía tanto frí

ras escuchaba los murmullos: «¿cuándo?», «jov

, podría imaginar frases donde las palabras que escuchaba encajasen, pero ninguna coher

a voz igual a la de Eli

reguntó otra voz id

uido moviéndose

uda alguna que esas voces er

y con tono frío y acarició el cabello de

ue nacían en ella no permitieron que se calmara. ¿Por

tres en razón —le habló Enrique a Thaly—, podrías es

a escoger prefiero inclinarme por la posibilid

responde escoger, es a ell

la a salvo. Nunca haría nada que la

saber que no puedo asegurarte de que puedas seguir atan

cuerpo poco a poco, no obstante el miedo se adueñaba de su piel con cada momento q

con su pequeña pijama que solo la cubría hasta las rodillas y no la protegía del frío. Sus pies también esta

sus costados, colocándolas a su alrededor. Las pequeñas ráfagas de calor calentaban un poco más su cuerpo pero no calmaban sus miedos y dudas. Mientras má

bajo sobre su estómago, en cada muslo, en cada pierna, en cada brazo y en cada mano. Otras piedras las colocar

evantarse y correr por el miedo, no sabía si hablarles y exigir una explicación, no sabía si llorar la sensación de ser traicion

de las piedras fue desapareciendo de su cuerpo. Aunque parecía una locura, las piedras estaban alzándose. Samantha se atrevió a espiar a través de sus pestañas justo lo necesario para confirmar su temor y era cierto, las piedras e

s pies y luego su mamá posó sus manos finas sobre su estómago, p

os. Sintió calor en los lugares donde era tocada, un calor que fue subiendo de intensidad sin llegar a quemarla y el frio que antes tenía desapareció. Cuando estuvo

reo que es hora de que hables con Samantha —dijo Enriqu

antener a salvo a Samantha tanto como tú, pero en cuanto a ataduras se refiere, es el

osible, y levantó cada una de las piedras que habían usado. Las iba colocando en una caja una por una a

mujeres retiraron todo lo que habían montado y Samantha sentía su corazón desbocado, sin importar ya si la miraban o descubrían apretó sus labios y los puños a su c

a mesa, era la culpable de todas las veces que se enfermó. Era su familia quien la hacía enfermar. Percibió una nueva oleada de calor, ahora producto de la ira que la e

?, ¿Qué estaban haciendo con ella?, ¿

stancia molesta, era algo que quería descartar por miedo a tratar pero esta reaparecía: «

iempo?, ¿Cuántas ve

situación toda la noche, podría elaborar un plan para hacerse con respuesta mañana en la mañana. Ellos le mentían a ella y esta vez ella les mentiría a ellos. Sacaría información, buscaría en toda la casa, incluso se imaginó desapareciendo algunas de

ir la realidad y eso pasaría si les seguía

orden a su cuerpo, se incorporó

me explicará qué di

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