img Algun día serás mía  /  Capítulo 1 1 | 20.00%
Instalar App
Historia
Algun día serás mía

Algun día serás mía

img img img

Capítulo 1 1

Palabras:3022    |    Actualizado en: 19/10/2022

na mayor sentada a mi lado ya que por circunstancias de la vida teníamos que mudarnos a Los Ángeles y dejar atrás nuestra vida en Salem. Todo se debía al trabajo de mi padr

merecía la pena estar allí. Aunque papá no lo quisiera admitir, yo sabía que en parte la decisión de mudarse no había sido impulsada sólo por la n

casas en venta por internet y en las agencias de viajes. Quería empezar de cero en otra ciu

Y es que yo no tenía nada que perder, no tenía ninguna amiga íntima, ni novio y ni siquiera grandes perspectivas en mi ciudad de origen. Pero mi hermana sí. Ella había dejado atrás todo aquello de lo que

ando. Un día disfrutábamos de un fin de semana como cualquier otro y al día siguiente nos enterábamos de que al cabo de una semana ya no estaríamos en Salem. Nos mudaríamos a la ciudad del espectáculo nada menos. A nosotras esto nos pilló por sorpresa y yo maldigo todo este asunto pues debí habérmelo

mos allí, dirigiéndo

ventana seguía preguntándome por qué teníamos que mudarnos a esta ciudad precisamente aho

lo suficientemente grande como para poder escabullirm

*

―oí la voz de mi hermana en la

. El coche ya estaba aparcado delante de nuestra nueva casa. “Nueva” no sé si es la palabra correcta para definirla. Tras darme cuenta de

fuera me pareció muy espaciosa, en definitiva, no tenía nada que ver con nuestro apartamento en Salem. Parecía que estuviera a punto de derrumbarse, como si nadie la hubiera habitado durante much

ezcla de novela de Agatha Christie y d

el vecindario parecían normales

isfacción en la cara―. Tenemos mucha suerte de habernos mudado

ra poder hablar “a solas” con su novio, dejándome sola con el peligro. A veces desearía tener un novio para que me llamara cuando estoy en situaciones comprometed

onita ―le dije sól

omo la realeza! ―Vaya… no estaba falto de entusiasmo ni nada―. Ah

oría de Rebecca. Yo me limité a coger la mochila y las dos pequeñas maletas que me pertenecían. Mi padre cogió también u

bíamos visto llegar. Tras él iba una chica, seguramen

padre se presentó con su cortesía h

e a la chica― es mi hija Pamela. Tan solo hem

mucho pero me temo q

l viaje. Aunque yo preferiría comer con unos desconocidos a tener que p

la vez que señalaba una bonita mansión que no pegaba ni con cola en aquel b

as, lo tendre

ntes de irse. Al igual que su padre, parecía contenta. Nunca había conocido a gente tan hospitalaria.

bligó a colgar. Y le puso en cada mano una maleta. Tuve que contenerme par

roída por las termitas. Había un cartel también de madera en el que ap

ripción―. Creo que he visto este nombre antes

con su llave. Le costó un poco ya que la cerradur

adas a ambos lados. A nuestra derecha unas escaleras tan sucias como el re

a casa ―dijo mi padre―. Arriba están las habitaciones,

te velocidad cargada y con unos tacones tan altos sin tropezar. Yo subí tras ella, aunque con más prudencia a la hora de pisar en suelo desconocido. En

fondo de todo unas escaleras hacia el ático. Caminé un poco por el pasillo asomándome a cada esta

e unas bonitas vistas. En cambio tú tendrás que conformarte con el otro…

endía por qué me sorprendía tanto. Mi he

s la puerta de su nuevo cuarto añadió―. Este lugar es asqueroso, necesita

a personalmente de encontrar una buena excusa para no ayudarnos con la limpieza. Y lo que e

veces lo había hecho y me fui a la

hita. Apenas había luz, tan solo la que a duras penas se filtraba por la pequeña ventana y atravesaba las cortinas cuya tela era demasiado gruesa para mi gusto. Busqué a tientas el interruptor de la luz. Tardé un poco, pero al fin lo encontré. No me esperaba

zquierda, pegada a la pared. Era tan antigua como la casa y el resto de muebles. Se notaba por la suci

El armario estaba justo al lado de la puerta, delante de la cama y era mucho más grand

to pero no me sorprendió que estuviera allí, pues la casa carecía de cal

cama. Estaba agotada. Y fuera empezaba a oscurecer. Lo que más me

iento sobre el colchón. Me preguntaba quién viviría aquí. Creo que ni mi padre lo sabía: él supo que esta casa estaba en venta porque un amigo suyo que viv

ómoda. Quizá esperaba encontrar un diario, una foto o cualquier cosa similar qu

la puerta, aunque no puedo asegurar cuánto tie

ada ―m

ad le im

Es patético, aquí lo único interesante que hay es la oscuridad. Po

has venido a hacer apr

la tangente a menudo―. Papá dice que bajemos a cenar, que ya

itieron aquellas últimas palabras: “Limpieza general”. Significaba que íbamos a limpiar hasta debajo de las tablas del suelo si pudiéramos. Intenté no pensar en ello y bajé al piso inferior siguiendo a mi hermana. Ella entró p

ra lo de menos en ese momento. La mesa estaba cubierta por un mantel de cuadros, nuestro mantel. Y encima de ella estaba servida la cena. Pizza. Así que deduje que papá no había tenido tiempo ni ganas para preparar otra cosa en tan poco tiempo. Él estaba sentado ya en un lado de la mesa, y a varias sillas de distancia Rebecca también lo estab

respingo y yo me quedé petrificada. Por un momento pensé que había sido uno de esos son

er la puerta. T

detalle de quién era el misterioso visitante nocturno. Yo la imité. No es que me pareciera bien espiar las conversaciones ajenas pero no me parecía justo que mi hermana s

debía irse a casa. ¿Fue mi imaginación o se alteró un poco cuando papá le dijo que entrara en casa? En cualquier caso, no me apetecía preguntarle a Rebecca si se había fijado en ese detalle. Sabía que lo que me diría de antemano: “¡Estás tan paranoica! Serías capaz de decir que las formas de las nubes son sospechosas, en serio, deja ya de leer esas tonterías policíacas”. Así que en cuanto papá cerró la puert

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY