reta, sino dentro de mi propia maraña, mi laberinto personal, ese que estaba repleto de letargos, desasosiego y zozobra. Cuan
justo allí en esa lobreguez acompañada de silencio y soledad una luminosidad alumbró mis tiniebla
epopeyas que narran mensajes sin relleno, y en el que en su dualidad de prosa y verso encontré el bálsamo que acaricia mi alma. Recordé aquel
encuentra tan seccionado, descompuesto en múltiples partículas diminutas, ocasionando así, que su ritmo cardíaco haya disminuido y acelerado a la vez, latiendo incansablemente por la misma razón de su fragmentación. De niños nos asust