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ENTREGADA A LOS PLACERES DEL MILLONARIO

ENTREGADA A LOS PLACERES DEL MILLONARIO

5.0
112 Capítulo
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Contenido

Tras descubrir la infidelidad de su prometido, Clara decide regresar a su ciudad y a refugiarse en el amor de sus amigos y en especial de Aria, su mejor amiga, quién además de tener gustos sexuales pocos convencionales, tiene un hermano mayor, conocido como un El maestro de las Artes de la dominación, quien está enamorado de la joven desde antes de su matrimonio. En un acto de amor para con las dos personas que más quería, Aria, decide contactarlos y los dos se vuelven cercanos. Ni Clara ni León imaginan que se trata del otro, por lo que, luego de entrar en confianza, deciden aceptan cumplir sus más perversas fantasías y participar juntos en una sesión. Ella se entrega a él como sumisa, abnegada a sus deseos. Él toma su entrega para enseñarle que hay mil formas de disfrutar de la sexualidad. Desde el primer encuentro se sintieron diferentes. Nunca antes se habían sentido tan conectados en cuerpo y alma. Ni tampoco, habían sentido la necesidad de estar juntos. No podían entender por qué se habían metido uno el la mente del otro, solo sabían que el resto no importaba cuando estaban piel con piel. Él la completaba como ningún otro lo había hecho. Ella iba ganando más espacio en su pecho como no existió ninguna antes. Ella era su sumisa perfecta. Él era su señor, su maestro. Su mundo y todo iba a bien, hasta que se enteran de que fueron parte del plan de Aria. ¿Qué pasará cuando descubran sus verdaderas identidades? ¿Podrán ser capaces de olvidarse de todo y vivir en ese frenesí de deseo y pasión o preferirán alejarse por el miedo a los sentimientos que comienzan a manifestarse con más fuerza?

Capítulo 1 Introducción: Un sueño húmedo.

Aclaración: La abreviatura Dom, quiere decir dominante hombre. La abreviatura Domme, quiere decir dominante mujer.

****************************************************

Estoy atada y suspendida de un sistema de poleas en el techo. Una barra separadora me niega la capacidad de cerrar las piernas. Estoy abierta y expuesta para el placer de él, mi Señor.

Ha decidido vendarme los ojos esta noche, esto me hace feliz, porque aumenta mis otros sentidos y hace que la escena sea mucho más intensa y placentera. Me concentro en escuchar, él está recogiendo lo que necesitará para completar la escena.

Apenas veo el susurro de sus piernas vestidas de jean cuando se acerca.

Está cerca.

Puedo escuchar el ligero ascenso y descenso de su pecho mientras me hace esperar con anticipación.

Tengo tantas ganas de gemir mientras él lame el rastro caliente desde mi hombro hasta el lugar justo detrás de mi oreja. Sé que no debo hablar sin permiso, a menos que quiera ser castigada, lo que terminaría con más dolor que placer.

Puedo sentir su aliento abrasador en mi oído.

—Mírate... Te ves tan hermosa en tu presentación. ¿A mi puta le gusta que la tenga atada y completamente a mi merced? —pregunta retóricamente, sabiendo muy bien que no me ha dado permiso para hablar— ¿Quieres saber lo que he planeado para ti esta noche? ¿Quieres saber qué cosas traviesas planeo hacerte, antes de cogerte bien y duro? — El cálido aliento levanta la piel de gallina en mi carne altamente excitada.

Una vez más, se ha encontrado con mi silencio.

Tocando mi cuerpo como un hábil pianista que hace cosquillas en los marfiles, toma mi pezón izquierdo entre sus dientes, mientras simultáneamente acaricia mi clítoris.

Incluso sin el familiar tintineo de la cadena, sé que me está preparando para las pinzas. Tirando y mamando mi pezón izquierdo, pellizcando y tirando del derecho, cobran vida, alargando el toque hábil. Duros como una roca en anticipación de la mordedura de las abrazaderas.

Cuando está satisfecho de que están lo suficientemente trabajados, me sujeta el pecho y el clítoris. Me muerdo el labio inferior y ahogo un gemido mientras siento que las pinzas se clavan en la carne de mis áreas más sensibles. Trato desesperadamente de concentrarme en mi respiración mientras mi cuerpo se aclimata a la mordedura de las pinzas.

Por increíble que parezca, esto hace que una corriente de deseo fluya de mi intimidad adolorida.

Él arrastra un dedo a través de mi sexo extremadamente húmedo e hinchado, haciéndome estremecer involuntariamente.

Chasquea la lengua y luego habla—: Estás haciendo un desastre, tu vagina caliente está goteando por todas partes. Eso no es educado ahora, ¿verdad? Puedes responderme, hasta que decida lo contrario —instruye.

̈Lo siento, señor. Tu puta no tiene la intención de hacer un desastre. ̈Pido disculpas.

̈—Tus disculpas no limpiaran mis manos empapadas. Debes hacerlo tu —ordena.

Sabiendo lo que está por venir, obedientemente abro mi boca para lamer sus dedos y aunque no lo pueda ver, sé que me observa con deleite.

Él gime disfrutando del sabor almizclado y dulce y picante de mi excitación en sus dedos. Tengo cuidado de eliminarlo todo. No deseo hacerlo enojar.

—Veo que te gusta tu sabor en mi dedo. Eres tan sucia que me fascina —hundo su dedo en mi boca y lo escucho jadear. Él aprieta mis mejillas y tras obligarme a dejar abierta mi boca escupe. —Perra. ¿Qué haré contigo? —y suelta mi rostro.

Tirando de las cadenas de las abrazaderas, haciendo que las abrazaderas muerdan más profundamente en mi carne. Aspiro un suspiro sobresaltado mientras él hunde dos dedos en mi interior, sin escatimarme piedad.

La quemazón en mi bajo vientre no tarda en aparecer, pero sé que no me concederá la liberación tan temprano en la escena. Trato de pensar ocupar mi mente en otra cosa y vitar desarmarme sin su consentimiento, pero ninguna nota mental frustra mi inminente orgasmo.

Tan rápido como entraron sus dedos, me dejaron. Inmediatamente me quejo por la pérdida. ¡Él me tiene donde me quiere: desenfrenada, ardiente y frustrada porque necesito desesperadamente FRICCIÓN!

Me quejé en protesta, mientras el sonido de él lamiendo mis jugos de sus dedos resonaba en la sala de juegos. En mi estado de frustración sexual me retuerzo en mis ataduras, haciendo que las cuerdas se hundan un poco más en mi carne. Me concentro en la sensación de las cuerdas para centrarme una vez más.

—Mi pequeña puta es codiciosa esta noche. Creo que tal vez necesites recordar quién controla tus orgasmos. A quién pertenece todo tu placer, para el caso—, su voz de terciopelo es tan tranquila pero dominante, que tengo que luchar para no eyacular solo por sus meras palabras—. Creo que para darte una lección, te dejaré sin liberación esta noche —amenaza con bajar su mano rápidamente para abofetear mi glúteo derecho y luego el izquierda.

Lloro. El aguijón de su mano que entra en contacto con mi trasero desnudo solo sirve para intensificar el dolor palpitante de mi clítoris hinchado. ̈

—Por favor, señor... tu put no quiso molestarlo. Se lo ruego.

Le encanta cuando le ruego.

Él ama el tipo de control que solo él posee sobre mi cuerpo.

—¡Abre! —ordena colocar la cadena de las pinzas entre mis dientes, y cuando lo hago, advierte—: Recuerda las consecuencias si no lo haces.

«Recuerda, odia repetir las cosas. No querrás que te deje con las … », no concluí mis divagaciones internas, porque, de inmediato son interrumpidas por aquella sensación áspera y a la vez excitante de una profunda lamida en la parte interna de mi muslo. Sacudiéndose ante la sensación de sorpresa, la cadena tira de las pinzas causando un gemido desde lo profundo de mi garganta.

Esto se siente jodidamente tan bien.

No sé en qué concentrarme más. La mordida de las pinzas o lo juguetona de su lengua. Estoy fuera de control de este cóctel embriagador de dolor mezclado con un placer indescriptible.

Sus manos acarician el rastro de saliva en mi cuerpo, mientras me retuerzo de deseo.

Es demasiado, pero aún no es suficiente.

Él sabe dónde lo quiero, pero está pasando por alto la fuerte necesidad porque me haga suya.

Gruño en protesta y su respuesta es algo… ¿rara?

—Clara, ¿de qué color somos? ¿Somos verdes? —pregunta.

Sin pensarlo dos veces, muevo la cabeza en confirmación de que realmente somos verdes.

“Quiero más, maldita sea. A quién demonios le importa de qué color somos”

No es que sea idiota, pero ¿quién puede pensar con racionalidad si se está tan excitada? Toda lógica y el pensamiento razonable se me escapa.

Siento el calor de la fusta y antes de que pueda aducir algo, lo hace rozar con mi monte de venus. Muerdo mis labios para no romper con esa regla fundamental «No hablaras sin mi consentimiento», pero me muero por rogarle que me haga suya.

Sabiendo exactamente lo que está haciendo, lleva la fusta a mi vagina, al tiempo que se balancea en mi cabeza.

Me quejo.

Es demasiado.

Las abrazaderas...

Las cuerdas...

Su lengua...

La fusta…

Estoy por colapsar

Él sabe que no puedo pedir permiso para eyacular sin dejar caer la cadena.

Gemidos y más gemidos por el ataque de tanta sensación. Afortunadamente él conoce mi cuerpo. Él sabe que estoy extremadamente cerca de mi límite.

Escuchar el sonido de la fusta golpeando el suelo me sobresalta, e inmediatamente soy asaltada por la dura y gruesa erección de él golpeándome.

Vuelvo la cabeza hacia atrás en pura euforia. Nunca me he sentido tan entera y completa.

—Clara, estas tan apretada —menciona, luego ordena— Suelta esa maldita cadena. Quiero escucharte deshacerte en mis brazos —gruñe golpeando una y otra vez su pelvis contra la mía.

No tuvo que decírmelo dos veces.

—Así, señor, así. Por favor... por favor, hágamelo más fuerte —le supliqué. Mi vagina hinchada y extremadamente excitada da la bienvenida a la brutal paliza que ahora está recibiendo.

Extremadamente feliz de satisfacer mi solicitud. Él me golpea como un martillo neumático, sin mostrarme absolutamente ninguna misericordia. Me encanta cuando me lleva así, duro y rápido con salvaje abandono.

Juro que desde este ángulo se siente como si estuviera golpeando mi maldito útero.

Bofetada... bofetada... bofetada... sonó en la sala de juegos cuando su pelvis chocó con la mía. No pude aguantar más, la sensación era demasiado, tenía que eyacular y pronto.

—¡Dios, qué placer! ¡Cómo me aprietas! ¡Estas tan caliente mujer! —gruñó a través de los dientes apretados al tiempo con sus empujes.

—Si, por favor. Señor no pare… No pare, se lo suplico.

Estaba flotando en el subespacio, colgando de un hilo.

—¿Qué quieres? ¡Dime!

Él continuó bombeando su miembro con fuerzo cada vez más profundo. Llenándome y vaciándome una y otra vez. Agarró la cadena a las abrazaderas y tiró.

Tiró...

Empujó...

Tiró...

Empujó...

Mi mente estaba en una completa neblina eufórica, todo sentido de la razón estaba abandonando mi cuerpo.

—Por favor, señor… Por favor ¡Necesito liberación! —Si dependiera de mí, estaría ahogando su miembro aun dentro de mí, pero él tenía la última palabra.

Me las arreglé para ahogarme, antes de sentir las lágrimas fluir libremente de mis ojos.

Cuando soltó la pinza de mi clítoris, me concedió la petición.

—Tienes el permiso para hacerlo, Claro. ¡Hazlo ahora! ¡Termina para mí! — ordenó sin detener el ritmo que estaba golpeando.

A sus órdenes, exploté con tanta fuerza que me dejó sin aliento, pero él no se detuvo ni un segundo. Continuó cogiéndome duro durante la liberación de mi orgasmo.

Podía sentirlo temblando dentro de mí, cada vez más duro.

Todo corría junto, los músculos de mi estómago permanecían apretados.

Justo cuando pensé que había terminado. Me libera de las otras dos abrazaderas y vuelve a dar la orden—: Otra vez Clara ¡Dios, eres un tsunami! ¡Me estás empapando! — Nuevamente me entrego en sus brazos.

Es increíble como él ejerce control de mi propio cuerpo. Es como si reconociera su voz y ante ello no soy capaz de hacer nada. No puedo evitar que lo obedezca.

M i cuerpo se sacudió y convulsionó con mi segundo orgasmo. El segundo es aún más poderoso que el primero.

Él me empujó sin piedad tres veces más antes de explotar, llevándome una vez más.

Mi cuerpo todavía estaba zumbando, cuando la compuerta se abrió y las sensaciones se hicieron muchas.

Me estremecí con sollozos que no podía controlar ni explicar.

Solo necesito otro lanzamiento.

Esta vez emotivo.

Él me quitó la venda de los ojos y rápidamente me bajó al suelo. Por el bien del tiempo no se molestó en desatarme, simplemente cortó las cuerdas. Parpadeé tratando de adaptarme a la suave luz de la sala de juegos, mientras que limpia suavemente mis lágrimas con la yema de su pulgar.

—Shh... Silencio, está bien. Te tengo, y nunca te dejaré ir —me calmó y cuando lo miré, descubrí sus hermosos ojos. Observé en las profundidades de sus ojos verdes y vi la sinceridad de sus palabras. El momento me dejó tambaleándome con más emoción. La evidencia de su aprobación y el placer que había recibido de la escena de esta noche también se reflejaba en sus brillantes y expresivos ojos—. Escena terminada, bien hecho, bonita —dijo suavemente, acunándome en sus brazos mientras los sollozos continuaban meciendo mi cuerpo.

Me desperté sollozando. Emocional y físicamente alterada por mi sueño. Me dolían los pezones y mi clítoris palpitaba por mis poderosos orgasmos. Con la enorme cantidad de residuos pegajosos en mis muslos, era difícil para mí creer que había sido un sueño. Un maldito y húmedo sueño erótico.

—Mierda.

Me quede por unos segundos pensando en el sueño humedo que acababa de tener y no pasé por alto la imagen de aquel hombre, protagonista de esa perversa fantasía.

León Sanetti. Tan deseado como prohibido.

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