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Sumergidos en un mundo de penumbras y desolación, la vida de Luz Milagros se convierte en un lienzo marcado por el dolor y la desesperación. Ha atravesado un océano de tristezas que la han llevado al borde del abismo, donde la sombra de la desesperanza la empuja a desafiar la misma existencia. Sin más alternativa, las circunstancias la llevan a los pasillos fríos y desconcertantes de un hospital psiquiátrico, una prisión invisible donde su alma parece quedar encerrada. Es aquí, en este laberinto de silencios y recuerdos que atormentan, donde emerge un héroe inesperado: Jason Grabel. Su presencia, llena de amor y dedicación, se convierte en el faro que busca iluminar el sendero oscuro por el que transita Luz. Jason, decidido y comprometido, se convierte en el ancla de Luz en medio de la tormenta emocional que la consume. Su lucha por rescatarla del abismo se convierte en un desafío contra el tiempo y la oscuridad que se ciernen sobre ella. Su objetivo es claro: restaurar la esencia dulce y radiante que una vez caracterizó a esta joven marcada por el sufrimiento. El amor como arma, la determinación como escudo; Jason se embarca en una travesía para sanar las heridas invisibles de Luz, desafiando sus propios demonios y las barreras que ella ha levantado contra el mundo. ¿Podrá Jason, con su amor y persistencia, obrar el milagro de devolverle la esperanza a Luz Milagros? En esta historia de redención y coraje, se despliega una batalla emocional que desafía los límites del espíritu humano. Únanse a este viaje lleno de incertidumbre y esperanza mientras Jason se convierte en el guardián de la luz en la oscuridad, luchando para rescatar a Luz Milagros de las garras implacables de la desesperación.
Narrador Omnisciente
La joven, sumida en un estado de nerviosismo abrumador, mira con ojos empañados por las lágrimas que surcan su rostro. Su labio sangra, una herida física que se convierte en una representación palpable de la violencia que ha sufrido. Se encuentran sentados en el sillón, viendo una película que ella rechaza por completo. La cercanía con él ya no es algo que desee, pero la violencia ejercida contra ella la obliga a ceder, al menos en apariencia.-¿Por qué me haces esto? -pregunta temblorosa, su voz cargada de angustia y confusión, mientras trata de entender la situación en la que se encuentra.
–Deja de hacer preguntas estúpidas y mira la película– responde él, con su tono de voz frío y desinteresado, sin apartar la mirada de la pantalla.
La joven, luchando contra la opresión, intenta reunir valor para enfrentar la situación que la atormenta. –Responde la pregunta, necesito saber por qué piensas que tienes derecho a hacerme esto– La joven insiste, sintiendo la urgencia de entender, de hallar una razón detrás de un comportamiento tan destructivo. Le exige respuestas, intentando encontrar alguna justificación en un abismo de negrura que se ha interpuesto entre ellos.
Luz Milagros nunca fue una ingenua; desde el principio supo que lo que ocurría entre ellos estaba mal, que cada momento compartido solo le traía daño y sufrimiento. Aunque al principio optó por el silencio, conforme crecía la confianza, se encontró atrapada entre el miedo a enfrentarlo y la falsa esperanza de que las cosas cambiaran.
–Luz, deja de actuar como una niña, eso me enerva– ordena él, apagando su celular. –No olvides que fuiste tú quien me atrajo, así que no finjas ser una santa ahora– añade con la misma respuesta que repetía cada vez que el desastre se desataba.
–¡Eres despreciable!– grita ella, con un cóctel de asco y dolor impregnando cada palabra, una declaración de rechazo a la toxicidad de esa relación que había pasado de ser esperanza a ser un callejón sin salida.
-Te he dicho que te calles– espetó él, descargando una fuerte cachetada sobre su rostro, una agresión que resonó con brutalidad.
-Si sigues con tus estupideces, te juro que te dejaré completamente sola– amenazó con voz dura, sujetando bruscamente su barbilla, como si buscara intimidarla aún más.
La joven, sometida y atemorizada, respondió con una sumisión absoluta. –Está bien, me quedaré callada– murmuró, demostrando como la sumisión impregna cada palabra y su miedo palpable en los ojos.
A pesar de odiar la presencia constante de aquel individuo en su vida, Luz Milagros se hallaba completamente dominada por el terror a la soledad. Era este miedo a la falta de compañía lo que la hacía soportar las humillaciones, los golpes, los insultos, y toda forma de maltrato que él le infligía. Cada día se convertía en una batalla interna entre la dignidad y el miedo.
Pasaron meses antes de que la joven finalmente alcanzara su límite. Incapaz de soportar más violencia, decidió confrontar al miserable que la trataba como si fuera basura. Esperó pacientemente hasta que estuvieran solos para tomar un cuchillo carnicero y confrontarlo.
–No permitiré que te aproveches de mí ni me golpees más– afirmó con valentía, por fin dispuesta a enfrentarlo. –Si vuelves a tocarme, te denunciaré – amenazó, sus palabras cargadas de firmeza y determinación.
–Haz lo que quieras, pero prepárate para las consecuencias que pueda sufrir tu querida hermana menor– advirtió él, sin el menor rastro de vergüenza en sus palabras.
–¿Cómo es posible que una persona de solo dieciocho años albergue tanta maldad?– inquirió la joven, atemorizada por la oscuridad del alma que veía en él.
–Eres la única culpable de lo que soy – aseguró el muchacho, echando la culpa sobre ella con descaro.
– Jamás te pedí que me hicieras daño– respondió ella, con una certeza dolorosa en sus palabras, intentando hacerlo reflexionar sobre la brutalidad de sus acciones.
–Luz, tú eras la que siempre insistía en tenerme a tu lado, la que no permitía que ninguna otra chica se acercara a mí. No finjas ahora que eres una víctima, porque no lo eres– replicó el muchacho, sus palabras cargadas de un resentimiento acumulado.
La joven, en su afán por defenderse, no se amedrentó. –Eres un mentiroso. Si sigues comportándote así, te advierto que, cuando menos lo esperes, enfrentarás una denuncia por mi parte– amenazó con firmeza, decidida a hacer valer sus derechos y poner fin al maltrato.
–¿Crees que alguien va a creerte? – respondió él con cinismo. – ¿Quién confiaría en una persona como tú?. Has cambiado tanto que ya nadie quiere estar cerca de ti. Incluso tu propio padre te rechaza– agregó con una risa burlona, su intento de desestabilizarla evidente en sus palabras.
–¡Cállate de una vez!– ordenó, interrumpiéndola con brusquedad. – Ya no soporto escuchar tu voz horrenda– continuó, haciendo caso omiso a cualquier argumento o intento de defensa por parte de ella.
La joven, herida no solo por las palabras hirientes, sino también por los golpes físicos que sentía en su rostro, decidió guardar silencio. Era un silencio forzado, impuesto por la crueldad de su agresor, aunque cada palabra no dicha resonaba con un grito de impotencia en su interior.
Esa noche, mientras el silencio llenaba la habitación, la joven comprendió que no solo se enfrentaba a golpes físicos, sino también a un abuso verbal que intentaba hundirla en la oscuridad más profunda. La promesa de levantarse y ponerle fin a aquel ciclo de violencia empezaba a tomar forma en su mente, a pesar del miedo y la desesperación que la envolvían.
NARRA LUZ MILAGROS
¿Existe algo más complejo que enfrentarse a una realidad que te destroza por completo? ¿Cómo lograr olvidar un pasado que se aferra a ti? ¿Dónde encontrar la motivación para seguir adelante? Estas preguntas retumban constantemente en mi mente, envuelta en una tristeza abrumadora que parece devorar mi alma.
Sigo el consejo de mi madre, quien solía decir que hay que vivir cada día como si fuera el último. Sin embargo, para mí, la idea de un mañana se convierte en un peso insoportable. Por eso, me refugio en mi propio encierro, ocultándome del mundo para escapar de mi propio pasado.
Me llamo Luz Milagros Lacar, aunque todos me conocen como Milagros. Irónicamente, a diferencia de mi nombre, me siento completamente apagada. A mis veintiún años, mi figura es delgada, marcada por los estragos de un trastorno que me impide ingerir alimentos. Mi estatura alcanza los 1,65 metros y tengo unos ojos avellana, aunque su brillo se ha opacado por la sombra que me persigue. Mi cabello es de un tono marrón claro, pero no hay luz en él, como no la hay en mi vida.
Después de terminar la secundaria, a pesar de mi falta de deseos, mi padre me presionó para que iniciara una carrera universitaria. Actualmente, me encuentro cursando Administración de Empresas en la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard. Este lugar se ha convertido en un refugio solitario, un sitio donde mis compañeros evitan acercarse a mí. Mi vestimenta refleja mi estado interno: colores oscuros que reflejan el abismo en el que me encuentro.
Intento día tras día superar el dolor que me carcome por dentro, pero resulta una tarea imposible. Mi ser está marcado por fantasmas del pasado, espectros que me atormentan y me susurran que toda la culpa recae únicamente en mis hombros.
La carga del pasado es un peso aplastante que se aferra a cada paso que doy, sin permitirme encontrar la paz que tanto anhelo. Es un eco constante de culpabilidad que oscurece mi existencia, haciéndome creer que soy responsable de cada sombra que se proyecta sobre mi vida.
Durante un tiempo, intenté desviar mi atención de los recuerdos, de superar todo lo que había sucedido. Lo logré por un tiempo. Pero hace unos meses, esos recuerdos desagradables regresaron, azotándome con una crudeza que se siente como un martirio constante para mi mente, mi cuerpo y mi corazón. Vivo sumergida en un dolor y repulsión que parecen consumir mi ser día a día. Enfrentar esta situación se convierte en un desafío sin fin, un laberinto sin salida que me sume en la desesperación. No sé cómo seguir adelante después de lo que viví. No quiero continuar con este dolor, esta carga que me arrastra hacia la oscuridad sin una pizca de alivio.
Es incomprensible para mí cómo alguien tan despreciable, tan horrendo y repugnante, puede seguir adelante como si sus manos no estuvieran manchadas de la peor maldad. Me doy cuenta de que, aunque yo vea su verdadera naturaleza, hay quienes saben manipular a otros tan hábilmente que logran proyectar una imagen de ángeles, aunque sean lo contrario. Mientras tanto, aquí estoy, odiando cada parte de mi ser, porque él me arrebató todo: mis fuerzas, mi valentía y mis ganas de luchar. Ya no soy la joven soñadora que aspiraba a ser una excelente abogada, ni anhelaba formar una familia con un esposo e hijos. En el pasado, fui una niña dulce que deseaba la felicidad para quienes la rodeaban, llena de amor y dulzura para ofrecer al mundo. Pero esa niña ya no existe.
En el lugar donde estudio, la hostilidad es mi única compañía. Nadie me apoya, todos me juzgan y se burlan de mí, me hieren deliberadamente. Cada paso por los pasillos es una batalla, donde ponen trampas para hacerme caer o arrojan objetos a mi cabeza y mi ropa. Esta crueldad ha oscurecido mi visión del futuro. Siento que ya no tengo uno, que no valgo nada porque él me arrebató lo más preciado: mi vida. Robó mi esencia, mi felicidad y mis ilusiones sin pedir permiso, sin dar opción a resistir.
Esta desolación me lleva a pensar que la mejor solución es dejar de vivir, porque siento que ya estoy muerta por dentro. Recuerdo vívidamente que desde que lo conocí, me cautivó su misterio, su naturaleza diferente y su preferencia por la soledad. Con el tiempo, sin buscarlo, él ganó mi afecto, manipulándome para que confiara plenamente en sus palabras. En mi ceguera por el amor, estaba convencida de que él era mi confidente, mi todo. Ni siquiera creía a las demás chicas que decían que él coqueteaba con ellas o tenía otras relaciones, él siempre tenía una excusa para desacreditarlas y yo, atrapada en su red, no les creía. Me alejé de quienes antes estaban cerca de mí, convencida por sus palabras de que eran malas, que me odiaban y hablaban a mis espaldas.
Incluso logró que me distanciara de Jasón, quien en aquel entonces era mi amigo más cercano. Sus manipulaciones apuntaban a separarnos definitivamente, asegurándome que él era la razón principal para ello. Al principio, rechacé la idea de alejarme de Jasón, pero con el tiempo, su influencia en mí fue tan grande que me aislé por completo. Estaba tan profundamente enamorada que seguí su consejo para no perderlo. Lo amaba con tal intensidad que lo idolatraba más que a Dios mismo. Sin embargo, ese amor ferviente se convirtió en la peor pesadilla cuando él perpetró la más horrenda atrocidad contra mí. Fue el día más tenebroso de mi vida, cuando el individuo que creí ser el amor de mi existencia, desgarró mi ser y me arrebató todo, incluyendo mi felicidad. Pasó de ser la luz que iluminaba mi vida a convertirse en la oscuridad que domina mi alma.
El amor colosal que sentía por él se extinguió abruptamente, transformándose en un odio profundo y desgarrador. Afortunadamente, después de algún tiempo, quizás un año o más tras aquel suceso, desapareció sin dejar rastro, aunque al investigar, descubrí que muchas chicas también habían sido heridas por él, ilusionadas y utilizadas como yo. A pesar de haberles mentido diciendo que no me había sucedido nada, sigo torturándome con los recuerdos de todo lo que me hizo durante aquel tiempo. ¿Por qué sucedió? ¿Por qué yo? ¿Cuándo terminará el dolor que consume mi corazón en este momento? Son preguntas que atormentan mi mente, especialmente después de que cada noche, en mis pesadillas, revivo una y otra vez los horrores que aquel individuo me infligió mientras me tenía a su merced.
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