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Romance en la cofradía

Romance en la cofradía

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Yolbert Hijo único de Adelaida, que será ofrecido desde el vientre, como ofrenda viva al Averno. En un sacrificio que deberá ejecutarse al cumplir él los 21 años y siendo virgen. Será el tímido muchacho, rescatado por una hermosa mujer (Miembro también de la secta, infiltrada por su padre) Desde ese instante, ambos seran perseguidos por todo Europa, por esta secta con poder e influencia . Romance en la Cofradía. Es una historia fuerte, con personajes de gustos exquisitos y con un profundo misterio, que mantendrá al lector siempre atento . En la novela se maneja el amor, el misterio y el terror. Como tres figuras básicas de enlace.

Capítulo 1 Adios para siempre Adelaida

Aquella mañana era igual que cualquier otra; se levantó como siempre de la cama, incluso sé podría decir que con mucha energía, su rostro mostraba gran entusiasmo. Esto dado que aquel entusiasta jovén, que hoy llegaba a su mayoría de edad, era todavía mentalmente un mucacho.

Cumplía el buenazo de Yolbert 21 años de edad; después del entrenamiento tenían algo planificado y hablo en plural, porque aquella pequeña celebración, que estaba de antemano planificada, involucraba a un selecto grupo, no era la misma una fiesta como tal, pero si una corial reunión entre amigos, muy pocos por cierto, porque él no era sociable, nunca lo fue, se podría más bien catalogar a nuestro inquieto personaje, de introvertido, extremadamente serio y muy callado.

Hizo algo de ejercicio, parte elemental de su típica rutina, un poco de aseo personal, muy superficial por cierto, esto porque tenía mucho apuro, la ropa estaba sobre su cama, impecablemnte doblada, gustaba vestir Yolert deportivamete, algo ligero que facilite en un momento dado la movilidad, en caso de ésta requerirse, claro está, se vistió velozmente, como recluta de cuartel; luego preparó su café, eso sí como a él le gustaba “negro y con poca azúcar”, al cual agregó un sabroso sándwich.

Observó la hora en su reloj, ya era tarde para todo lo que tenía previsto, por lo cuál debía irse de inmediato, sin perder más tiempo, sin más demoras. Vió a su mamá caminar por la amplia sala, por su avanzada edad, ya rozaba los 76 años, lo hacía lentamente, no le agradaba para nada recibir ayuda, jamás la aceptó, pues veía como un triunfo personal, llegar por sus propios pasos hasta su vieja y muy gastada mecedora, siempre le decía a su muchacho. “Cada vez tardo más Yolbert, es el peso de los años” , pero ese día era diferente, pasaba algo que él no sabía exactamente que era, pero lo presentía, era ese sexto sentido que se activa solo cuando tú lo necesitas. Algo le extrañó, algo fuera de lo normal; entonces se fue al análisis, sí, todo él lo procesaba cual si fuese un computador: “Mi mamá siempre hace esa caminata, siempre; También al llegar hasta su vieja mecedora, siempre dice lo mismo y eso está bien”.

Pero esa mañana llevaba un objeto en su mano izquierda, que era inusual, lo hacía con sumo cuidado y gran delicadeza, incluso hasta con cierto respeto. Se trataba de una especie de collar o algo así y les aclaro una cosa, en un creyente eso sería normal, hasta común, pero ella es atea, no cree en Dios, ni en santos y como es lógico tampoco en demonios y entonces ¿Por qué esa medalla?

-Mamá, debo ir al Gym me están esperando.

-Hoy no irás, no me puedo quedar sola.

-¿Te sientes mal o algo así?

-Me llegó la hora hijo; hoy voy a morir.

Aquellas palabras le cayeron a Yolbert, como un baño de agua fría. Sentir por un segundo, solo por un segundo; que va estar sin su madre; que va despertar, sin ver a su viejita; sin recibir sus besos y abrazos, sin escuchar sus regaños, sin oír sus historias, era como demasiado. Por esa causa odiaba aquella realidad cruel, que le arrebataba lo que más amaba, sin piedad alguna. Convirtiéndole en prisionero de la implacable soledad. Era terrible aquella nefasta noticia, más aún tratándose de su cumpleaños.

-No vieja, no digas eso, tú vivirás 100 años, quizás hasta más.

Manifestó él, buscando sembrar la esperanza, donde no la había.

-Me conoces Yolbert, si yo te digo que voy a morir, es porque ya lo sé, pero eso ahora, no es lo importante.

-¿Qué puede ser más importante que tu propia vida?

Ella lo observó fijamente a los ojos, como nunca antes lo había hecho y él sintió un frío intenso, que se extendía por sus brazos, manos y piernas, como sujetándole. No, no hubo repuesta inmediata para esa pregunta, pero era evidente que algo raro, tal vez sobrenatural, estaba en el ambiente y se sentía.

-Debo decirte varias cosas y tengo poco tiempo.

-Me asustas Madre.

-Solo presta. Total atención.

Cuando decía. “Total atención”; no había otra cosa que hacer, que quedarse allí de pie, como un poste con orejas; pero quisiera antes de seguir, que me permitan aclarar algo, no soy un ser sumiso, fácil de manejar y manipular, no soy así, todo lo contrario. Pero ante el ser que me dió la vida, siempre he sido obediente y respetuoso, jamás le hice oposición en ningún asunto o tema. Lo que ella decía, para mí era ley y se cumplía.

-Acércate más hijo, para colocarte este collar.

-Si mamá.

Respondió él, bajando un poco la cabeza, para facilitarle el procedimiento a la noble anciana.

-Debo explicarte algo, más bien exigirte lo siguiente, no quiero, oye bien, porque no repetiré, ya me conoces hijo; no quiero, que me hagas preguntas estúpidas y menos, si son sobre este asunto; ni formules análisis inútiles, que no conducen a nada. Solo quiero que sigas mis instrucciones. Nada más.

-Si madre.

Expresó el joven, sin emitir ningún comentario al respecto, pero lo que no pudo evitar, ya que la curiosidad se lo estaba literalmente comiendo, fue echarle un vistazo, como quien no quiere la cosa a la fulana medalla y lo que vio, lo sorprendió y bastante; se trataba de una cruz invertida, que mostraba en su exterior un dorado intenso, la misma se hacía acompañar de una serpiente, de feroz aspecto, Bueno, no estoy muy seguro, no soy un experto en estas cosas, pero ese animal parecía, o por lo menos eso buscaba, querer escalar aquella Cruz ¿Qué vaina será ésta? . Preguntó y aquella interrogante, formulada en lo más profundo de su ser, viajaba de neurona en neurona, en una sinapsis de alerta general; para ubicar en sus archivos de memoria, una imagen que explicase aquella, pero no, no encontró nada, todo fue en vano.

-Deja de pensar tanto muchacho, eso no es bueno, ahora, déjame seguir. El collar es de plata, el arito y la medalla son de oro y te pertenecen. Implican un deber que cumplir.

-¿Qué deber?

Preguntó y recibió de su Madre un regaño.

-Creo que fui clara contigo Yolbert , sin preguntas, sin análisis, solo obedece eso es todo.

-Está bien mamá, disculpa.

-Después que yo muera, irás al puerto de San Rafael, allí tomaras un barco, que te llevará a San Pedro del Mosto; la nave en cuestión tiene nombre, en letra grande y legible: El Verdugo. Así se llama, que no se te olvide. Deberás contactar a su capitán, su apodo, solo así lo ubicaras, es el de “Gargantúa”. Él es un viejo amigo mío, de aquellos años, cuando la guerra civil Española.

-Pero vieja, yo no deseo viajar, menos aún si algo te pasara.

-Yo no te estoy pidiendo opiniones, te di una orden tu deber es cumplirla.

-Si madre, como tú digas.

Expresó el joven resignado.

-Déjame entonces terminar; en mi mesita de noche, hay una tarjeta que tiene un número telefónico. Al cual llamarás para notificar mi deceso, ellos vendrán de inmediato y se llevaran el cuerpo, esto para cremarlo. Luego te entregarán mis cenizas, metidas en un pequeño cofre, de color negro, que deberás trasladar a San Pedro del Mosto, en ese viaje que vas a realizar por barco.

-Pero, no entiendo nada, mamá, mamá……. mamá.

No, no había más nada que decir y como siempre, ella no se equivocó. El fantasma de la muerte la fue tomando y la hizo suya; yo me quedé allí, petrificado, sin saber qué hacer, finalmente la abracé, con fuerza lo hice, como si con ese gesto desesperado, existiese la más remota esperanza, de traerla de nuevo a la vida y lloré, como un niño lloré y mi llanto cayó sobre ella, sobre ella mi dolor, mi tristeza, mi soledad. Se apagaba así la luz de mi existencia y ahora todo era incertidumbre.

Solo me quedaba un camino, no había otro posible, debía cumplir al pie de la letra su última voluntad y así lo hice. Por eso estaba navegando en el Verdugo. Que nombrecito le pusieron, a este pedazo de barco, conmigo llevo las cenizas de mi madre, mi tesoro más preciado, viajo hacia una tierra totalmente ignota para mí, no me pregunten por qué o para qué, ni yo lo sé, pero todo misterio, tarde o temprano se descubre.

Por ahora, estaba sobre aquella cubierta, mirando abstraído al mar, debo ser sincero con ustedes, no soportaba su paz, me daba rabia su tranquilidad, su perfecto equilibrio; pues contrastaba con la inmensa tormenta desatada en mi alma. Hasta el día de ayer, mi vida había sido perfecta, ideal y tranquila, incluso, me sentía orgulloso de mí mismo y de mis logros, hoy estoy viviendo éste capítulo, escrito sin duda alguna por la maldad, porque ella si existe, eso es indudable amigos, solo su pluma pudo crear algo así.

- Nunca te olvidare Madre, nunca.

Les juro que dije aquellas palabras desde el fondo de mí corazón, desde el alma misma, tan azotada esta por esa realidad oscura, fría y terrible que me atacaba; estaba con la mirada perdida en el absurdo mar. Fue mi accionar cómo una especie de despedida, bueno, así lo sentí yo, algo así como un triste adiós; me quedé luego un rato más sobre aquella extraña cubierta, muy cerca de mí; por decir algo, como a unos 20 pasos, tal vez más, divisé a una muchacha, más o menos de mi edad, quizás hasta unos años menos que yo, estaba acompañada de un joven, al cuál calculaba como unos 23 años; no muy alto, por su aspecto diría yo que es Europeo, tal vez Español, de vez en cuando éste me veía de reojo, no me lo van a creer, sin conocerlo me caía pesado, es que se veía altanero y bastante preopotente el tipejo; pero no hice contacto con ellos, eso ni pensarlo, ni siquiera lo intenté, pueden asegurarlo, esto porque yo no sé mentir, el punto es que en ese extraño barco, nadie quería hablar conmigo, huían de mí, cómo si yo estuviese apestoso o algo así. Tal actitd ya me estaba causando un problema psicológico y eso suena hasta estúpido, esto se los digo, porque siempre he tenido una autoestima alta, claro está con sus detalles, nadie es perfecto pero yo lo intentaba.

Otra cuestión que me inquietaba y mucho, es que desde que murió mi madre, ya no era el mismo, lo anterior se los digo porque yo sentía, que me había caído una especie de maldición o algo así y les aclaro, no creo en esas vainas, pero aquí me tienen dándole y dándole a la cabeza; el capitán Gargantua debe saber algo de esto, no puede ignorar lo que está pasando, éste es su barco y era amigo de ella; tenía que preguntarle, era preciso hacerlo, tiene que decirme que ocasióna tan rara actitud.

-Permiso Capitán, deseo hacerle una pregunta.

Éste me vio fijamente a los ojos, vaina ésta que me molesta, me saca de mis casillas, créanme que no me gusta para nada ese tipo de miradas.

-¿Qué quiere?

Me indicó masticando las palabras, como con rabia, que cosa tan extraña ¿No?, No me lo explico.

-¿Por qué la gente huye de mí en éste barco?

pregunté algo alterado. El capitán de inmediato me contestó, con la rabia acostumbrada.

-Una vez, solo una vez se lo voy a decir, no trate a nadie en el Verdugo, no moleste aio los pasajeros, no contacte a ninguna persona, siga solo, mi trabajo es llevarlo y dejarlo allá y eso haré. ¿Entendió?

-No, no entendí, lo que dice es absurdo.

-No me importa si no entendió, tengo que irme ya, tengo trabajo que hacer.

Diciendo esto se alejó de mí con una rapidez asombrosa; debo confesarles algo, me sentía como un miserable leproso y que me perdonen los que padecen tan triste enfermedad, por la comparación efectuada pero les juro que así me consideraba; un miserable. No, no y no, no puedo ser como el Avestruz, aceptar la humillación, para luego esconder la cabeza, algo tengo que hacer y algo haré

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