Cuando Dante finalmente llamó, ni siquiera se disculpó. Podía escuchar la voz de ella en el fondo, pidiéndole que volviera a la cama. Incluso olvidó que mi hermano había muerto, ofreciéndose a comprarle un juguete nuevo para reemplazar el que su amante había aplastado a propósito.
Este era el hombre que había prometido protegerme, hacer que las que me atormentaban en la preparatoria pagaran. Ahora, estaba abrazando a esa misma persona, Sofía Garza. Luego vino el golpe final: una llamada de la oficina del registro civil reveló que nuestro matrimonio de siete años era una farsa. El acta era falsa.
Nunca fui su esposa. Solo era una posesión de la que se había cansado. Después de que me dejó para que muriera en un accidente de coche por Sofía, hice una llamada. Le envié un mensaje de texto a un heredero de un cartel rival con el que no había hablado en años: "Necesito desaparecer. Voy a cobrar el favor".
Capítulo 1
POV de Elara:
La nonagésima novena vez que llamé a mi esposo, el monitor cardíaco de mi hermanito gritaba su última advertencia.
-Se está muriendo -le dije a la enfermera, mi voz era un susurro ronco y quebrado-. Por favor, tienen que hacer algo.
Ella solo negó con la cabeza, su rostro una máscara de lástima.
-No tenemos el equipo, señorita Moreno. Ni los especialistas. Usted dijo que el equipo de su esposo ya venía en camino.
Asentí, aturdida, y volví a marcar. Mi esposo, Dante "El Lobo" Herrera. El perro callejero que encontré desangrándose en un callejón hacía siete años. El hombre al que cuidé hasta que se recuperó en mi pequeño departamento de la colonia. El hombre que se abrió paso a la cima del bajo mundo de Monterrey, construyendo su propia organización brutal desde cero. Era un *Patrón*, un rey, y su equipo médico privado era el mejor del país; un recurso que solo un hombre como él podía tener.
Y se suponía que ya deberían estar aquí.
La llamada se enlazó.
-¿Qué? -la voz de Dante sonó cortante, impaciente.
-Es Luca -rogué, las palabras desgarrándome la garganta-. Se está muriendo, Dante. ¿Dónde está el equipo? Lo prometiste.
-Estoy atendiendo una emergencia -dijo secamente-. Están ocupados.
-¿Qué emergencia podría ser más importante que esta? -grité, con la mirada fija en la línea roja irregular del monitor de Luca. Estaba fallando, cayendo peligrosamente.
-Deja de ser tan dramática, Elara -suspiró, un sonido de puro fastidio. Luego colgó.
Me quedé mirando la pantalla muerta. Me había colgado. Intenté llamar de nuevo. La llamada no entraba. Me había bloqueado.
Un pitido largo y continuo cortó el aire.
Plano.
Final.
El sonido del mundo acabándose.
La mano de Luca, tan pequeña y frágil en la mía, se quedó quieta. El calor comenzó a desvanecerse. Mi teléfono se me resbaló de los dedos y cayó con estrépito sobre el piso de linóleo.
Mi hermano se había ido.
El entumecimiento era una manta fría que me envolvía. No sé cuánto tiempo me quedé ahí sentada, solo sosteniendo su mano. Una hora después, mi teléfono vibró en el suelo. Una notificación de redes sociales. Sin pensar, lo recogí.
Era una publicación de Sofía Garza. Una mujer de mi pasado que deseaba desesperadamente olvidar. La nueva... amiga de Dante.
La foto mostraba a su preciada gata persa, rodeada de una camada de gatitos diminutos y perfectos. Dante también estaba en la foto, sonriendo suavemente mientras acariciaba a uno de los gatitos con el dedo. El mismo dedo que llevaba el anillo de bodas que yo le había dado.
El pie de foto de Sofía decía: *"¡Una noche de miedo, pero mi bebé ya es mamá! ¡Un enorme agradecimiento a los mejores veterinarios del mundo por el parto de emergencia! Y a mi D por hacerlo posible".*
Al fondo de la foto, pude verlos. Al Dr. Alcocer y su equipo. La unidad médica privada de Dante.
Su "emergencia".
Una risa brotó de mi garganta, un sonido histérico y horrible. Mi hermano estaba muerto. Mi dulce y gentil Luca, que sufría de un cáncer raro y agresivo, estaba muerto porque la amante de Dante Herrera necesitaba un equipo de cirujanos de clase mundial para asistir el parto de los gatitos de su gata.
El mundo no solo se acabó. Se hizo añicos en un millón de pedazos pequeños y afilados.
Mis dedos se movieron solos, buscando en mis contactos hasta que encontraron un nombre que no había pronunciado en años. Alejandro de la Vega. Un viejo conocido de la preparatoria, el heredero de la poderosa Familia De la Vega. Me había ofrecido ayuda una vez, hacía mucho tiempo, y yo me había negado. Pero me había dejado con una promesa, un favor pendiente. *"Si alguna vez necesitas algo, te debo una".*
Mi mensaje fue simple. *Necesito desaparecer. Voy a cobrar el favor.*
La respuesta llegó en menos de un minuto.
*"Aeropuerto Charles de Gaulle, París. Un mes".*
Un salvavidas. Una salida de las cenizas.
Volví a mirar la foto en mi pantalla. La sonrisa tierna de Dante, una sonrisa que no me había dedicado en años. Me estaba borrando. Nos estaba borrando.
Recordé el día en que me cargó para cruzar el umbral de nuestro primer hogar de verdad, una fortaleza que había construido para nosotros. "Nuestro hogar", había susurrado, con la voz cargada de emoción. "Un lugar donde nadie podrá volver a hacerte daño".
Una mentira. Todo.
Hace dos semanas fue nuestro aniversario. Lo olvidó. Una búsqueda rápida en el blog privado de Sofía, cuya contraseña había descifrado hacía meses, me mostró por qué.
Había estado con ella. En Los Cabos.
Finalmente solté la mano de Luca. Me derrumbé en el suelo frío, los sollozos me desgarraban, crudos y silenciosos. Mi mundo se había ido. Y uno nuevo, construido sobre un único y frío propósito, estaba a punto de comenzar.
Venganza.