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ANNE

ANNE

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50 Capítulo
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«Lo que nos hace diferentes, nos hace únicos» Anne creció entre tuercas y motores, su mayor pasión siempre fue y será reparar los autos que ingresan al taller. Los prejuicios y comentarios despectivos nunca la detuvieron, es más, la impulsaron a seguir adelante en un oficio ocupado en su mayoría por hombres. La seguridad propia de ella se quiebra con los temblores causados por un pasado desconocido que emerge para ubicarse en el presente y sacar a luz un secreto celosamente guardado. No sabe quién es quién y su único pilar será su mejor amigo de toda vida. ¿Será suficiente el amor para no ahogarse en el aceite negro de las mentiras?

Capítulo 1 UNO

—¡Anastasia, baja de una vez por todas!

Y he ahí una de las maneras más dulces de ser despertada por el abuelo.

—¡Ya voy! —digo contra la almohada. Estiro la mano y recojo mi celular de la mesita de noche, que se encuentra al costado de mi cama.— Oh vamos abuelo, son las cinco de la mañana —reclamo al ver el horario— un lunes —agrego gruñendo y vuelvo a tapar mi cabeza con la frazada.

De repente siento cómo jalan la, calentita y acogedora, frazada de tigre de un tirón. —Vamos Anne, a levantarse —dice mi abuelo abriendo las persianas— Tenemos mucho trabajo en el taller.

—Cincuenta minutitos más —digo sin abrir los ojos.

—Ni dos minutos más. Vamos, arriba.

—¡Oye! —para completar me quita la almohada.

—Anne —lo dice en forma de advertencia, por lo tanto doy todo de mí y me levanto lentamente.

—Ya está. Ya estoy despierta, ¿contento?

—Lo estaré cuando te vea dentro de cinco minutos desayunado —espeta. Sin más sale de la habitación dejándome medio despierta, medio dormida.

Me levanto y camino hacia el baño, me doy ducha rápida y luego salgo caminando a trote hacia el comedor, donde encuentro a mi abuelo tomando su tradicional café batido y leyendo el periódico.

—Buenos días —saludo a la vez que tomo una galleta de la canasta.

—Buenos días —responde sin levantar la vista y por lo que veo está leyendo la sección deportiva, en primera plana sale el rostro de un jugador de fútbol español que se encuentra celebrando la victoria de su equipo.

—¿Algo nuevo? —digo señalando con los ojos hacia el periódico.

—Nada novedoso, sólo es la victoria del Real Madrid ante Juventus —dice a la vez que cambia de página.

—De seguro Max está que explota de ira —me burlo.

Me llevo una galleta a la boca y saboreo el crocante sabor explotar dentro de mi paladar.

—¿Por qué lo dices? —pregunta

Doy un sorbo de mi café antes de contestar.

—Estuvo esperando ese encuentro todo el torneo con la esperanza de que Juventus gane, pero fue todo lo contrario.

—¡Oh vamos! Es sólo un partido.

—Sí, pero para él es El Partido —luego de esto él vuelve a su lectura y yo me dedico a saborear este delicioso café.

Ya son las siete de la mañana y Max brilla por su ausencia, hay tres autos que deben de estar listos para las tres de la tarde y yo sola no podré terminarlos, pues el abuelo fue junto a Sara al colegio; la muy mensa a reprobado más materia de lo que una puede contar con los dedos de la mano. Y eso que apenas van comenzando las clases.

Bueno, el caso es que no he reparado ni la mitad del Audi que vengo revisando desde ayer en la tarde, y ni esperanzas de terminarlo en dos horas para poder entregarlo. Vuelvo a marcar el teléfono de Max, un tono, dos tonos, tres tonos y nada, me vuelve a mandar a buzón.

¿Dónde mierda está?

Vuelvo a revisar el Audi y me doy cuenta que el muy imbécil de su dueño había doblado barra de dirección.

La verdad es que no entiendo por qué compras un auto de última generación si la tecnología te va a superar. Por gente como esta es que el shampoo trae instrucciones.

Para las nueve de la mañana no hay ni rastro de Max ¿Será que debo preocuparme? Él nunca llega tarde y si lo hace siempre me avisa aunque sea por un mensaje.

Pobre de él si el abuelo llega y aún no está aquí, mi abuelo puede ser todo un osito cariñosito pero si se trata de trabajo ahí si ya es otra cosa.

Lo peor de todo es que llevo más de dos hora con este bendito auto y ni siquiera voy por la mitad.

En eso escucho el sonido de una motocicleta al frenarse fuera del taller y segundos después veo a un Maximiliano con el pelo mojado y con un olor a perfume de Paco Rabanne que es capaz de llegar al otro lado de la muralla china, por eso es que deseo ser hombre, hasta con los perfumes tienen más suerte los condenados.

Tira sus llaves y su celular junto al mío en la única mesita limpia en este chiquero, digo taller, y luego me mira con cara de cachorrito mojado, a lo que yo respondo poniendo mis brazos en mi cintura en forma de jarra.

—¿Se puede saber dónde demonios estabas? Llevo la mitad de la mañana encargándome yo sola de todo el trabajo, y tú ni luces. —sueno menos enojada de lo que en realidad estoy.

—Lo siento, Anne, yo.. este… —balbucea. Se rasca nuca y luego se coloca el mono de trabajo sobre su remera, perfectamente, blanca.

—¿Yo... Este… Qué? Mira Max yo seré toda tu mejor amiga que quieras, pero no creas que no te voy a regañar y peor aún —levanto la mano para enfatizar mi queja—, alcahuetear cuando fallas en el trab… —no me deja terminar porque me toma de la cintura y me eleva en aire haciéndome girar y como acto reflejo enrosco mis brazos en su cuello donde hundo la cabeza y las piernas las rodeo en su cintura para tomar más apoyo.

—¡Anne, soy el hombre más feliz del mundo! —dice girando una y otra vez, no puedo evitar soltar una carcajada como cada vez que hace esto.

—¡Max, bájame de una vez! —ordeno— ¡Mierda, estoy por vomitar! —haciendo caso omiso a mi súplica vuelve a repetir entre giros:

—¡Estoy feliz! ¡Aún no lo puedo creer! Luego de unos momentos deja de girar y me baja al suelo, tardo un poco en recuperar el equilibrio por lo que él me sostiene de hombros.

El mundo da giros y mi desayuno amenaza con salir por mi boca.

—¿Segura qué no quieres vomitar? —dice con una sonrisa bobalicona pegada en el rostro.

—No —aseguro—, ahora dime por qué estuve yo sola trabajando media mañana. —Lo que pasa es que me quede dormido…

—¡Te quedaste dorm…!

—…en la casa de la fiesta con Maura —dice terminando la frase.

—¿Maura? ¿Y quién es esa? —pregunto girando sobre mi propio eje para luego agacharme y recoger una llave maestra.

—Es una chica que conocí en la universidad —explica—, si la conocieras, es que es tan guapa.

—No creo que me alcance —presumo entrando al Audi que estaba reparando.

—No crees que se te perdió un poco de ego —pregunta agachándose para así poder mirarme desde la ventana.

—No, lo tengo completito y ordenado en orden alfabético.

—Tú no cambias —dice con una sonrisa.

—Así me amas.

—Por supuesto, bueno a lo que íbamos. Maura es una chica sensacional y por sobre todo sensual, tiene unos ojazos, claro que no alcanzan al verde de tus ojos —se apresura a decir—, per son tan sexys, oh y no hay que olvidar sus labios que están de muerte.

—¿Ah sí? No me digas, sabes qué no soy lesbiana ¿verdad? —inquiero— A mí no me interesa cómo son sus labios y mucho menos lo que ellos le hicieron a tu amiguito esta noche.

—Vamos Anne, eres mi mejor amiga, eres a la única persona a la que puedo confiar esto.

—Sí, pero eso no significa que deba escuchar cada nombre, de cada chica a la ilusionas y luego botas.

—Y ahí está lo que quería decirte, a Maura no la bote. —dejo de hacer lo que hago y me giro para mirarlo.— Maura y yo somos novios.

Novios, esta es la última palabra que pensaba oír de los labios de Max. Soy su mejor amiga desde que tengo uso de razón, fuimos compañeros de aventuras y travesuras, fuimos los problemáticos en el colegio, los que sin importar el momento estaban juntos como uña y mugre, por lo tanto conozco más de la vida de Max que de cualquier otra persona, yo soy su confidente y él es el mío.

Y en todos estos años Max a sido el mayor mujeriego de la historia, se acostó con medio instituto antes de culminarlo, y con la otra mitad al terminarlo, yo he sido la única a la que no se le insinuó, y eso porque somos casi hermanos o si no también estaría en su lista de conquistas.

Max nunca, en sus veinte años de vida, tuvo una relación y si alguien le interesaba yo siempre he sido la primera en saberlo, por lo tanto escuchar de esta tal Maura por primera vez me sorprende, pero lo máximo en sorpresa es que se hayan hecho novios.

—Estás bromeando —digo lo más seria que puedo.

—Nop.

—Max soy tu mejor amiga y no me lo has contado —Abro la puerta del auto y me posiciono frente a él.

—Yo sé que no te he comentado nada pero esto también es una sorpresa para mí, después del polvo de esta noche cuando desperté me quede observándola y sin más le pedí que sea mi novia y ella aceptó. Fin de la historia.

Me quedo callada, procesando sus palabras. No puedo evitar quedarme estupefacta ante su confesión.

Me mira esperando una respuesta, yo me tomo el tiempo suficiente para asimilarlo.

—¡Mi mejor amigo mujeriego por fin va sentar cabeza! —exclamo tiempo después, me tiro a sus brazos y lo abrazo efusivamente.

Me abraza de la misma manera, y puedo sentir su sonrisa pegada a mi cuello.

—¿Qué bien, ahora sigan con su trabajo —espeta el abuelo entrando como una serpiente sigilosa al taller.

—Es un idiota —digo apuntando hacia el televisor.

—Sin duda. —apoya Máx desde mi regazo.

—¿Cómo a alguien en su sano juicio se le ocurre girar a la izquierda? —pregunto, sin poder creerlo. Lanzo un poco de mi palomitas al rostro del personaje, totalmente indignada.

—Hum… —ronronea adormilado.

—Por cosas como estas es que prefiero ver las películas de Vin Diésel que las de… ¿sabes cómo se llama? —ya no recibo respuesta por lo tanto estiro el rostro hacia el frente y me encuentro con Max plácidamente dormido.

Cambio de canal buscando otra película más entretenida que esta basura de Hollywood; como no encuentro nada apago el televisor y me extiendo hacia el costado para alcanzar mi celular, en lo que mi abuelo, enfundado en su pijama a rayas, se introduce a la sala.

—¿Todavía despierta? —interroga mientras abre el refrigerador.

—Así es —respondo en lo que alcanzo mi celular. —Será mejor que ya te duermas, porque luego no te quieres levantar.

—¿Qué culpa tengo de que cada noche me agarre el insomnio? —No tienes la culpa pero deberías por lo menos dar una ayudita.

—Sí, claro —digo con sarcasmo

En eso suena el teléfono y mi abuelo se encarga de contestar.

—Sí… Ajá… —habla a través de la línea, espera unos segundos a que el emisor responda— ¿Dirección?... Estaremos allí dentro de 20 minutos… No menos… Adiós. —añade y cuelga.

—¿Qué ocurre? —pregunto en un susurro para no molestar a Max.

—Servicio de grúa —informa. Toma la chaqueta se encuentra en el reposa brazos del sofá.

—Yo iré —me ofrezco, a la vez que dejo con suma delicadeza la cabeza de Max sobre la almohada.

—¿Cómo crees? Son las dos de la madrugada.

—¿Qué importa? Además, tú ya estás medio dormido y yo me olvidé del significado de esa palabra.

—Está bien, pero ten cuidado.

—Claro —digo y me dirijo hacia la salida, tomo la llave de la grúa y coloco mi celular en el bolsillo trasero de mi short, me hago una coleta y acomodo el quepis con el logo del taller— Ciao.

—¿No crees qué se te está olvidando algo?

—Ah claro, —respondo, recordándolo— ¿podrías cubrirlo? Está haciendo frío —digo apuntando a Max.

—¡Ay niña! ¡Tú no pierdes la cabeza porque la tienes puesta! Ni siquiera te he dado la dirección y tú ya te marchas. —exclama negando con la cabeza.

—Claro, la dirección —digo con una sonrisa de disculpa. —Yegros. Al costado del nuevo supermercado.

—Ok.

A lo lejos puedo divisar un auto deportivo negro, con un hombre de no más de 25 años recostado por la puerta del piloto con los brazos cruzados y mirando hacia la nada. Cuando estoy lo suficientemente cerca, me estaciono frente al auto y bajo de la grúa.

—¡Por fin, hombre! —se queja— Creí que jamás llegarías, hasta estaba pensando en llamar a otro. Al parecer se me ha muerto el motor o algo así.

—Eso está por verse —digo quitándome el quepis de la cabeza.

Él, al oír mi voz, gira repentinamente el rostro para mirarme.

Oh

Por

Todos

Los

Santos

Este chico es realmente guapo.

Tiene la tez extremadamente blanca, el cabello de un color miel, y unos ojos, ¡o por Dios sus ojos!, son tan azules. Su mandíbula recta lo deja ver realmente sexy, y no hay que olvidar el físico, no Señor, se le nota por encima del polo negro las horas de gimnasio, y como está de costado puedo notar que el jeans color mostaza que trae favorece completamente a sus nalgas. Bueno Chris Evans, alguien te quito el puesto.

—¿Es una broma? —pregunta incrédulo. Sé muy bien que se refiere a que tengo vagina— ¿No? —agrega ridículamente.

—¿Tengo cara de mono de circo o qué?

—Pues no la de un mono, pero si la de una chica —Ruedo los ojos y evito decirle sus verdades.

Me acerco a su auto y reviso el motor

—¡No! —exclama al percatarse de mi intención— ¡¿Qué haces?! Ni se te ocurra tocar algo, podrías dañarlo.

—Mira guapo —escupo cerrando el capo de golpe— Siendo una chica y todo lo que quieras, me he podido dar cuenta que el motor de tu Chevrolet Corvette ZR1 no tiene ningún problema.

—¿Cómo sabes la marca? —pregunta fuera de sí— Y por sobre todo ¿quién me puede asegurar que el motor no tiene nada?

—Una chica —respondo—. Y para rematar, inteligente —agrego altanera—, que se ha dado cuenta que el tanque de gasolina está más seco que el árbol de la casa abandonada de la cuadra de mi casa.

—Estás mintiendo —asegura.— Compruébalo —reto. Sip, soy la Harley Quinn, me gusta retar a todo el mundo.

Abre la puerta del piloto enciende el motor, me mira con cara de burla la cual se la devuelvo.

—¿Cómo es que una chica tan bonita puede ser una…

—¿Mecánica? —termino por él la frase— De la misma manera que un chico puede ser un bailarín, que sea mujer no me priva de hacer lo que un hombre puede. Machista —lo último lo digo entre dientes.

—Me he dado cuenta que tú no eres la típica chica bonita.

—¿Y sabes lo qué yo me he dado cuenta? —pregunto.

—¿Qué? —se interesa.

—Que eres el típico chico rico, que tiene un auto deportivo del año, y que ni siquiera sabe utilizarlo.

—Estás equivocada lindura —contradice—, te resumo lo que ocurrió en seis palabras, para no formar prejuicios: Carrera. Clandestina. Llegada. Imprevista. De. Policías.

—Ok, ya entiendo lo que pasa. —digo haciendo un ademán con la mano— Eres el típico riquillo, idiota —añado—, que aprovecha que su mamita se fue a la otra punta del país a visitar a su tía, o en el mejor de los casos a su abuela, lo cual dura por lo menos tres días y sale en una de esas tontas carreras que lo único que brindan es una adrenalina momentánea a cambio de poner en peligro su perfecta vida, y luego, cuando aparece una banda de policías, sale a toda pepa para que sus papitos no se enteren y de castigo le quiten su juguetito. ¿Sigo?

Sale del auto, se pone frente mío y coloca un mechón rebelde de mi cabello detrás de mi oreja. Tomo su antebrazo y lo retiro bruscamente de mi espacio personal.

—Pues estás equivocada corazón —comenta— 1)No me interesa lo que digan mis papás 2)No me pueden quitar algo que ellos no me dieron y 3)En las carreras hay más que adrenalina.

—Vamos, ¿acaso tú solo te compraste esto? —digo apuntando con la cabeza su auto— ¿Cuántos años tienes? ¿24? ¿25? De seguro apenas has culminado la Universidad , si es que la culminaste; y yo que he trabajado desde los 10 años aún no he podido alcanzar para comprarme un auto usado, ¿cómo vas a poder tú con tu primer empleo?

—Cree lo que quieras, corazón, lo único que te digo es que me subestimas.

Me acaricia la mejilla cuyo acto hace que vuelva a tomar su brazo y lo lance a hacia un costado, esta vez con más fuerza.— Como sea —mascullo.

Engancho la grúa a su auto y me dirijo a ésta para montarla

—Oye espera, eh… —balbucea, se rasca la nuca y eso me recuerda a Max.— Mira desde que estoy aquí no ha pasado ningún taxi… y me pregunto si podrías llevarme hasta mi casa.

—Primero tengo cara de mono y ahora tengo cara de taxista.

—¿Por favor?

Me dijo que la dirección de su casa es en Los Rosales –un barrio residencial– como era de esperarse; lo conozco pues he ido allí unas cuantas veces porque en estos alrededores viven unas cuantas conquistas de Max, tenía que hacer de chofer cada vez que éstas se enteraban que él estaría con ellas desde las diez de la noche hasta máximo las tres de la madrugada.

—Esta es mi casa —dice y apunta a una mansión por no decir castillo, por supuesto que sólo exagero, no es para tanto, es de dos plantas con piscina incluida.

—Bonita cueva —alago luego de soltar un silbido

—¿Cueva?

—Yo me entiendo. —Se encoge de hombros y abre la puerta.— Espera —le tiendo la tarjeta del taller.— De seguro ya la tienes pero es por rutina. Ah, y son 150.000 Gs.

—¿Qué?

—Son las dos de la madrugada y no debemos olvidar que te traje a ti y a tu carro hasta tu casa.

—Ok, tampoco es que me importe. —dice altanero. Desengancha su auto de la grúa Me tiende el dinero y luego dice: —Nos veremos pronto, chica mecánica.

Hago un saludo tipo militar y cierro la puerta y arranco el motor dejando esa promesa en el aire. Mientras avanzo veo que una mujer con uniforme sale de su casa y él le tiende la llave del deportivo y entra.

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Recién lanzado: Capítulo 50 EPÍLOGO   05-22 14:44
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1 Capítulo 1 UNO
30/10/2021
2 Capítulo 2 DOS
30/10/2021
3 Capítulo 3 TRES
30/10/2021
4 Capítulo 4 CUATRO
30/10/2021
5 Capítulo 5 CINCO
30/10/2021
6 Capítulo 6 SEIS
30/10/2021
7 Capítulo 7 SIETE
01/11/2021
8 Capítulo 8 OCHO
01/11/2021
9 Capítulo 9 NUEVE
01/11/2021
10 Capítulo 10 DIEZ
01/11/2021
11 Capítulo 11 ONCE
06/11/2021
12 Capítulo 12 DOCE
06/11/2021
13 Capítulo 13 TRECE
06/11/2021
14 Capítulo 14 CATORCE
06/11/2021
15 Capítulo 15 QUINCE
06/11/2021
18 Capítulo 18 DIECIOCHO
06/11/2021
20 Capítulo 20 VEINTE
06/11/2021
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