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Hielo Cortante.

Hielo Cortante.

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Alina recuerda el fatídico día donde protagonizo un escándalo en el patinaje artístico, de eso de los cuales estaban en la boca de todos por años. La muerte de una patinadora en los vestuarios; con los patines cortando su garganta, opaco el medallero. Alina está ahora en el ojo público, y siendo señalada por las personas como la chica que no hizo algo para evitarlo, en prejuicios de si fue suicidio o homicidio. Tras el escándalo que procede su carrera deportiva, Alina decide entrenar en Londres en una pista privada junto con el mejor patinador que conoce Nicolas Virutti, tricampeón olímpico, dueño de la pista y un complejo deportivo, leyenda del patinaje artístico y sobre todo el hombre del cual ha estado enamorada toda su vida. Alina está dispuesta a regresar de las cenizas como un fénix y demostrar que ella es inocente de lo que la acusan buscando respuestas de quien mato a Serine.

Capítulo 1 PRELUDIO

¡Alina!, Alina, Alina… la multitud victoreaba mi nombre tan alto como sus voces les permitía, era una sensación vertiginosa, sentir el hielo bajo mis patines cortándolo, las pancartas alzadas con mi nombre y la bandera estadounidense alzada y siendo sacudida por los brazos de los animados fanáticos del deporte dando su apoyo. Las flores cayeron en la pista y los peluches rosaron el hielo mientras que los amateurs trataban de recogerlos apurados para la próxima presentación.

Me sentía feliz, ver a todo es publico coreando mi nombre, lanzando flores y objetos blandos para no dañar el hielo, estaba cansada, hiperventilaba y mi pecho subía y bajaba mientras trataba de obtener aire en mis pulmones.

‹‹Lo has logrado Alina›› pensé, lo había hecho, lo había conseguido, una presentación impecable sin una sola caída. Un triple Axel de vértigo con la mano alzada y un precioso cuádruple Lutz donde había dudado implementarlo en la segunda mitad del programa largo por miedo de no conseguirlo por el cansancio; aun si en el entramiento saliera impecable, porque a pesar de que había estado en el hielo casi igual como aprender a caminar, nunca se esparcía el miedo, el miedo a caer.

Pero ya estaba, lo había hecho.

Sonreí al público con una sonrisa cansada y levante la mano para saludarlos a todos con una gran sonrisa, me pase la mano con el guante purpura por mi cabello café y me toque la cebolla, segura de que estaba intacta.

Avance con los patines a la salida de la pista donde me esperaba mi entrenador con mi chaqueta y me la puse con cuidado, él me ayudo, me dio los protectores de los patine, me agarre a la baranda para ponérmelos con cuidado y cuando estuviera lista me dio un abrazo.

—Estuviste estupenda Alina, deslumbraste en el hielo.

—Gracias —conteste.

Sabía que lo había hecho, yo misma me sentía eufórica como si hubiese sido la campeona del mundo. Henry me dio una sacudida en el hombro y me enseño su sonrisa casi blanca, “casi”, tenía una placa de plata en un diente, porque se lo había lastimado en una caída y se lo había roto. Tenía el cabello rubio al ras de su frente donde se perdía en su piel blanca un poco roja, tal vez por el calor y la chaqueta de la selección deportiva estadounidense.

Estuvo a mi lado todo el tiempo, apoyándome, sabía que, si no me estuviera sosteniendo la espalda caería, porque sentía las piernas temblorosas, —‹‹genial Alina eres la princesa del hielo y te caes en tierra››—, le estaba siguiendo los patrones a Yuzuro cuando se cayó de cara tan solo salir de la pista. Lo había visto en la final de Grand Prix y me había dado tanta pena saludarlo que solo lo vi de lejos, ahora era una leyenda del patinaje artístico, se robaba las miradas solo tocar el hielo, y eso quería ser yo.

Había sido subcampeona en casi todas las competencias y en una que otra me llevaba el oro, pero ¿Qué era yo Alina la princesa del hielo cuando existía Serine y era la diosa de la pista?, robando miradas, siendo la chica de las piernas largas y que se robaba los novios de casi todas las chicas porque era tan guapa, que no necesitaba andar detrás de ellos porque ellos simplemente caían en sus encantos.

Por años habíamos competido entre nosotras y cada año en su mayoría me vencía por simples 2 puntos, éramos casi a la par, pero la diferencia era que ella era mejor que yo, saltaba mejor, se veía más guapa, era más flexible y la que deslumbraba con una simple sonrisa.

Las únicas medallas de oro que tenía eran porque ella había decidió no asistir esa temporada, siendo yo la campeona. Pero era difícil ser la segunda, ser la sombra de la gran Serine porque solo eres eso una medallista de plata.

No es que una medalla fuera mala, tener una ya era algo, pero era como quedar en cuarto, porque pensabas en el ¿qué me falto para estar en el podio?, así era la plata, ¿qué te falto para ser el primero?

Me senté en la espera de mi puntaje junto con mi entrenador, me paso una botella de agua a temperatura ambiente; la abrí para tomar un trago. Se sintió relajante al pasar por mi garganta, infle mis mejillas y luego saque el aire.

Estaba nerviosa, Serine había pasado en el primer grupo y yo estaba en el tercero, y aunque ya habían pasado diez patinadoras seguía en el primer lugar, esperaba que por primera vez venciera a Serine, realmente lo deseaba.

La pantalla se actualizo dando el puntaje, mi entrenador me apretó la mano viendo lo nerviosa que estaba, le di una mirada de agradecimiento y miré mi puntaje: 81,51 puntos en técnica, 76,33 en presentación. Programa corto: 81,95, free skating: 157.84, puntos totales: 239.79.

Sonreí por inercia, Dios mío, lo había hecho, había vencido a Serine, por 4 puntos de ventaja, la pantalla no mentía, ni el vocero dando mi puntación. Ahí estaba, primer lugar Alina Holandle, USA. Serine Marshald segundo lugar USA. Alexandra Sagitova tercer lugar RUS. Y ahí continuaban más lugares hasta llegar a los primeros diez.

Henry me abrazo y yo le devolví el abrazo, porque no podía con la emoción de ganarle a Serine, no importaba que aún faltaban 10 patinadoras de seguir con el programa, era un triunfo limpio simplemente vencer a Serine.

Sonreí de oreja a oreja, saludé a la cámara que estaba grabando mis reacciones, donde se veía en la pantalla grande, a una chica de diecinueve con los labios rosados de gloss y los ojos pintados perfectamente con sombra rosada y café, muy sonrojada. Vestida en un bonito traje morado brilloso, por los cristales Swarovski. Estuvimos ahí por un buen tiempo saludando a todos mientras esperábamos a que las demás patinadoras, hicieran su programa.

Me condujeron a la salita de espera, Henry me trajo unos botines para que me quitara los patines, me ayudo a soltar los cordones de los patines blancos. Mis pies quedaron libres, me agaché y me puse los botines, eran cómodos y suaves que mis pies sintieron que estaban en una nube acolchonada, los pobres habrían sufrido varias lesiones a lo largo de mi carrera, pero habían resistido y dando batalla para continuar.

Paso un tiempo para que todas las patinadoras pasaran. Estaba tan feliz que sonreía a todas las chicas al ver sus programas, no había podido disfrutar nada por los nervios antes de mi turno y era seguro que vería todos los programas en YouTube comiendo un sándwich de atún porque el jamón se comía los miércoles y hoy era lunes. Y de seguro mis padres harían una gran cena para felicitarme por mi victoria, y Shawn mi hermano mayor viajaría de Nueva York a Boston. Se había ido con unos amigos de vacaciones, pero el regresaría al enterarse de que había conseguido el oro y que había vencido a Serine. Estaba segura de que me diría —‹‹Piolina le has ganado a las piernas largas››.

Shawn sabia la cantidad de veces que me había partido el culo al caer en el hielo para perfeccionar mi técnica. Él competía en pista corta y era fanático del Hockey, pero decía que tenía preciosa la cara como para quedarse sin dientes. Como si no existieran los protectores, pero bueno el Hockey era demasiado violento para que mi hermano se animara a practicarlo, y el patinaje artístico demasiado dramático para su gusto.

No es que no le gustaba el arte y el deporte es que él consideraba que había drama en el contexto de la competición. Dopaje, rodillas rotas por ex esposos de patinadoras, robo de parejas, infidelidades y de más. A mí la verdad me encantaba el deporte, era duro y a veces necesitaba hielo para los músculos, pero me fascinaba, desde los 3 años estaba en ello y todo debido a ver a Nicolas Virutti patinar en la pista. Él tenía 13 años cuando lo había visto dar giros preciosos en el hielo. Era la leyenda viviente del patinaje, ganaba cada competición que se presentaba, tricampeón olímpico individual, subcampeón olímpico en equipos, 5 veces campeón nacional, 4 medallas de oro en la final del Grand Prix, campeón del mundo y de los cuatro continentes, tenía infinidad de medallas y unas que otras de plata y bronce, era de esas eminencias que solo 3 veces había quedado cuarto, cuando era apenas un chiquillo y debutaba. Pero de ahí en fuera era la encarnación de un Dios en el hielo, y sobre todo el mejor amigo de mi hermano.

Llevaba toda mi adolecía y niñes prendada de él, enamorada y colada, porque quien no lo haría, era guapísimo, con el cabello pelinegro, los ojos verdes azulados, su piel casi morena debido al sol que le bronceaba en vacaciones cuando iba con Shawn a California. Lo había visto entrenar infinidad de veces, cuando era niña, hasta que decidió que su entrenamiento daría más frutos en Londres y se había mudado. Solo lo veía dos veces al año, cuando era el cumpleaños de Shawn y de mamá porque la consideraba como una segunda madre y a veces hablaba por Skay con Shawn, y yo solo andaba merodeando por su habitación o la sala, fingiendo buscar algo para simplemente verlo en la pantalla media borrosa por la señal del internet y la mala calidad que a veces llegaban a tener las videollamadas.

Era algo así como de—: Hola, Alina, ¿cómo estás?

Y eso me bastaba, en serio, le devolvía el saludo y le decía que andaba perfeccionando un salto, él me regalaba sonrisas y me daba uno que otro consejo. Pero no venía a mis presentaciones.

Estaba emocionada de que Shawn viniera para que pusiera el Skay y llamara a Nicolas para decirle que me viera en YouTube. Pero dios, era un poco triste de que aún no superaba ese enamoramiento de niña de 12 colada por el chico mayor playboy de cuerpo atlético y patán. Pero Nicolas no encajaba en el término “patán”, tenía mujeres detrás de él, pero su relación era con la pista de patinaje, que solo lo había visto salir con 3 chicas en mi adolescencia y obvio me Moria de celos por no ser una de ellas.

Henry vino a verme, ya era la hora para que nos dieran las premiaciones, la pista estaba lista y el podio en medio, me puse de nueva cuenta los patines, fue del todo una mala idea quitarlos, pero ya andaba cansada y necesitaba un descanso.

Entre junto con Alexandra en la pista y nos indicaron que nos subiéramos al podio donde nuestras banderas estaban detrás correspondientes. Esperamos a que Serine a apareciera, no era buen momento para hacerse de rogar y nada profesional hacer esperar al público, al comité y al director, tardo unos cuantos minutos, donde Alexandra y yo nos miramos. Pude ver por su mirada azulada que me preguntaba ‹‹ ¿Dónde demonios esta ella? —no lo sé, tal vez en el vestuario o yo que se, a veces es dramática››. Quise contestarle.

Pasaron 10 minutos cuando Serine se presentó, traía los labios despintados como si la hubiesen estado besando o mordiéndoselos, yo qué sé. Pero era incomodo ver como el comité había estado impaciente, dando órdenes que la buscaran. Estaba segura de que esto estaría en todos los sitios web de internet. “Serine la diosa de la pista llega elegantemente tarde a la entrega de medallas”, “Serine se veía preciosa esa noche, aunque no gano”. “Serine estamos contigo”. “¿fue esta competición un completo fraude?”, “Serine medalla de plata”.

Entorne los ojos al pensar en lo que pasaría en todo internet, de seguro el New York Times lo podría, e imaginaba la nota amarillista. ‹‹Serine demostrando que no importa que medalla tenga, es la Diosa de la pista, y se veía extremadamente guapa››.

Alexandra puso los ojos en blanco, Serine se posiciono a mi lado, dando una sonrisa, linda, guapa. Yo sonreí por la emoción, ya deseaba estar en casa, para celebrar con mis padres. El comité nos entregó un ramo de rosas a cada una y fue a mi primero a quien le pusieron la medalla de oro. Mire al director Ramos a los ojos y le estreche la mano, andaba trajeado de negro y tenía una mirada medio simpática, no por mi culpa claro está, era por el contratiempo de la impuntualidad de Serine.

—Felicidades —me dijo, poso una mano en mi brazo y tomaron una foto entregando la medalla, luego siguió Serine, para terminar con Alexandra, nos miramos las tres a la cara y sonreímos juntas, como intimas amigas. Era amiga de Alexandra, y conocida de Serine, la conocía muy bien porque entrenábamos en la misma pista. Y solo habíamos cruzado como a lo mucho saludos y despedidas, o miradas en los vestuarios, yo no le caía bien, ni ella a mí tampoco. Éramos más rivales que compañeras de pista.

Tras tomar las fotos, ver el público y que todo terminara, podíamos retirarnos a cambiarnos, yo lo hice emocionada, porque en la entrada de la pista estaban mis padres, mamá traía consigo un oso grandote como obsequio y mi padre un precioso ramo de rosas. Yo sabía que no importaba si ganaba o no, ellos me darían un obsequio sin importar el que, aun si fuera la última, ellos estarían ahí, y me felicitaría como si fuera la mejor patinadora del mundo.

—Felicidades princesa —hablo mamá emocionada, su sonrisa era espectacular y tenia los brazos extendidos para darme un abrazo, yo lo hice, y estaba al punto de las lágrimas, papá me dio un beso en la frente, mientras me tocaba el cabello.

—Estuviste hermosa en el hielo preciosa, estoy orgullosa de ti —comento mi papá. Se le escuchaba lloroso, sabía que había llorado por la presentación, tenía los ojos ligeramente rojos, se sacudió la nariz con un pañuelo. Era una fusión de ellos dos, tenía los ojos color chocolate de mama, y el cabello café con reflejos rubios de mi padre, media 1,60 mts, 2 centímetros más que mi madre, era delgada igual que ella, pero tenía la nariz respingona y fina como mi padre. Shawn era el primogénito y el que había heredado los ojos verdes de mi papá, pero yo era su tesoro y su bebita.

Henry vino a vernos, y saludo a mi padre con la mano, él respondió dándole un abrazo y agradeciéndole por todo. Eso siempre lo hacía al terminar una presentación, y yo también, Henry era de la familia, había estado entrenándome desde que tenía 12 años.

—Ven a cenar a la casa esta noche Sr. Rimeth, mi esposa hará esta noche langosta —invito mi padre. Yo observe la escena con una sonrisa, y sujete las rosas en mi brazo izquierdo.

—Si entrenador Rimeth, venga a casa a cenar con nosotros —seguí yo. Era una mera formalidad, Henry se negaría, él era de los que se quedaban en casa con Doris su perro. Y sabía que lo había dejado con la vecina de enfrente, Doris era especial, así que necesitaba cuidados, y era el mejor amigo canino de Henry.

—Otro día —Henry se rasco la nuca, nervioso—. Pero ya hice planes señor y señora Holandle, les parece ¿si voy otro día? —cuestiono, con una sonrisa penosa.

Mamá lo miro con una sonrisa comprensiva, ella así era, dulce y amable y mi padre era orgulloso y gentil, era el gerente de un bufet de abogados importante en la ciudad, y a pesar de que le hacía ilusión de que al menos uno de sus dos hijos se dedicara a la abogacía, nos apoyaba en nuestra carrera deportiva.

—Alina, recuerda comer lo necesario, lo que el cuerpo pida, no te accedas ni comas menos, puede que ya terminaste tu crecimiento hace ya un año, pero debes de cuidarte y dormir bien para seguir haciendo cuádruples preciosos—señalo Henry dándome una sonrisa orgullosa—. Yo no quiero ser reconocido como el entrenador de patinadoras desechables.

Eso me causo gracia, Henry detestaba a Eteri, y no porque fuera estadounidense y fuera muy compatriota para echarle la cagada a Rusia. Pero era bien sabido que Eteri Tutberidze era famosa por entrenar a patinadoras jóvenes donde su carrera terminaba tan rápido como empezaba.

—Lo sé —conteste, y asentí para que estuviera tranquilo—. Nada de grasa Vale, no hoy pero mañana si —lo pinche.

Henry frunció el seño y puso los ojos en blanco.

Solté una carcajada.

—Alina —regaño mi madre.

—Vale me calmo.

Les di una sonrisa a los tres y les dije que iría por mi maleta al vestuario para cambiarme y guardar los patines, me miraron orgullos y me dijeron que esperarían a que llegara.

Camine por el pasillo blanco con los protectores y entre al vestuario por mi maleta, estaba en la banca de madera, cerca de los casilleros y casi a lado de un espejo, la luz de las lámparas le daba en directo. Mire hacia arriba donde en una esquina estaba la cámara de vigilancia y me apure a guardar mis patines, me abroche el cierre de la chaqueta que Henry había guardado mientras estaba en el podio y abroche el cierre de la maleta deportiva, recogí las flores que puse en el suelo y me colgué la maleta en el costado.

Recogí las flores y cerré la puerta para irme.

Mis padres me esperaban en la salida de la pista, y yo corrí hacia ellos para irnos. Papá me paso el brazo por encima del hombro y me dio un beso en la coronilla mientras agarraba mi maleta, ya sabía yo lo que significaba, una cena en familia, y videollamada por Skay con Nicolas.

Salimos del edificio riendo, papá saco un chiste tonto donde no recordaba donde había aparcado el auto, cuando todos sabíamos que tenía mente fotográfica, y que el Audi azul marino destacaba en el parking.

Nos detuvimos de golpe al ver llegar el auto de la policía y una ambulancia a toda velocidad para estacionar. Abrieron las camionetas y el equipo médico de urgencia bajo lo más rápido que se podía del vehículo, y pasaron por nuestro lado casi, casi empujándonos.

Papá volteo a ver hacia atrás con la mirada confusa y extrañada. ¿Había pasado algo malo?, apenas acababa de terminar la competencia y el público estaba saliendo preocupado. Una poli se quedó en la entrada, checando a las personas.

Papá tomo del brazo a mi madre y el mío, para que camináramos a paso apresurado, lo hice, aunque no entendía nada. Estaba llegando más personas del equipo de emergencias. Y parecía escena de película donde la gente estaba nerviosa y desbocada como si hubiese un terrorismo.

Voltee a mirar atrás confusa, y seguí caminado alado de mis padres, mire a la ambulancia donde andaban preparando todo y como las autoridades se comunicaban por la radio. Me preocupe de verdad, cruzamos la calle cuando ya la ambulancia se veía lo lejos y mi padre indico que buscáramos el auto. El me llamo, pero estaba tan sumida en mí misma que no lo escuché.

—Alina, anda, sube al auto, tenemos que ir a casa —le di un vistazo a mi padre confusa, él estaba serio, tratando de parecer tranquilo, pero estaba tan tenso que me llego un mal presentimiento.

—Has caso Alina— llamo de nuevo.

Eche una mirada rápida a la ambulancia donde se veía que ingresaban un cuerpo en una bolsa. me dio pánico, alguien había muerto en la pista.

—Sube al Auto Alina, ¡Ahora! —grito mi padre de manera severa. Él nunca me hablaba en ese tono.

Hice caso y me metí al coche, echa polvo y con el corazón en la boca.

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Recién lanzado: Capítulo 2 CAPITULO 1   03-02 15:26
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