Friedrich Verrochio un frÃo alquimista conmovido por la muerte prematura de su esposa, profanó las tumbas de los antiguos reyes de Gobaith, el último refugio de un pueblo exiliado hace milenios. Liberando los males encarnados de la tierra. Plagas, hambrunas y pestes desatan una rebelión contra el anciano rey Joel Sisley regando la tierra marchita con sangre mientras las lluvias inclementes del otoño se precipitan sobre el inestable reino, la guerra por la supervivencia. Los demonios cazan a los hombres durante la noche... La extinción. El miedo, el amor, la traición, la soledad, el misterio y la muerte pueblan está isla de caos, donde los verdaderos monstruos son habitantes en la mente de los protagonistas... Primer Libro de Sueño de Redención.
El sol se evaporó en la mancha sangrienta de un cielo profundamente afligido. Los pecados de los impÃos recorrÃan las calles como un rÃo de sangre. El resplandor cortaba los tejidos en jirones... Las torres ardÃan y las casas estallaban con soplidos dorados. La oscuridad se paseaba, exacerbada, por los rincones lamentables. Las almas estaban pérdidas y cada una soñaba, con la liberación. Los demonios escarlatas los atormentaban, sorbiendo su existencia con injurias. El inmenso espectro alado, volaba... preñando la luz con desesperación y devorando las estrellas.
El tiempo de los hombres llegó a su fin... Los dioses lanzaron sus barcazas de incienso sobre la faz de la tierra.
Sir Cedric se pasó una mano áspera por la cara maltrecha. Renunciando a aquellos pensamientos delirantes desbordados en su cabeza.
El reino terrorÃfico del Homúnculista habÃa sucumbido. ProfecÃas de destrucción... ¿Juramentos rotos? ¿Promesas solemnes? ¿Sueño de Redención?
El pueblo los recibió con una lluvia de flores y gritos de regocijo. Cedric se removió en sus pasos mientras le llovÃan petunias, tulipanes y capullos con embriagante mezcla de perfumes. Los niños corrÃan entre sus piernas, saltando y vitoreando. Los bardos cantaban sus ovaciones. Los comerciantes les regalaron manjares. Los nobles se le acercaban estrechando su mano. Pero... Todos miraban su mano mutilada.
Los magicians del Premieré Château, agotados tras el viaje, miraban a todos con su duro semblante. La única que levantaba a los niños y los besaba en las mejillas era Lucca Della Robbia, con la armadura ensangrentada y la capa roja deshecha en hilos. Miackola no dejó de temblar, con los pantalones manchados de orina... Las personas la miraban con curiosidad y... ¿duda? La veintena de magos se mantuvo orgullosa a medida que recorrÃan aquella calle de losas de piedra. Los carros destartalados de madera chirriante pisoteaban la alfombra colorida... En ella, descansaban, los muertos. Aquellos a los que, bajo su mando, juró proteger... y les falló.
Cuando llegaron a la calle Obscura, todos aclamaron al caballero del Dragón Escarlata lanzando perfumes a sus pies. El grandioso Cedric, hermano menor del Dragón de la Tormenta Sangrienta. Un tÃtulo que le quedaba demasiado grande.
Bajo el zarrapastroso manto... Cedric Scrammer no se sentÃa triunfante, ni heroico. La sucesión de horrores que encontraron en lo profundo del Bosque Espinoso... arrastró a los magicians del Premieré Château, a lentas y dolorosas muertes. Presas de criaturas deformes. Homúnculos que vivÃan en las historias. Sus... protegidos, destrozados. Cerró los ojos.
Unos colmillos molÃan huesos, arrancando trozos de carne de un cuerpo sin vida. Las tuberÃas oxidadas soltaban gotas, gotas, gotas... En lo profundo de su cerebro como ácidos. Una puerta crujÃa al abrirse...
Las botas altas de cuero negro, manchadas con restos de sangre, suciedad... recuerdos. Miraba sin ver, intentando despejar su mente para no llorar. Los suyos tenÃan aquella expresión de desolación. Hombres y mujeres marcados. Carros agonizantes con restos de personas que alguna vez albergaron sueños. Regresaron en fragmentos...
«El Homúnculista nos despedazó-pensó Cedric... ¿Por qué seguÃa escuchando aquel goteo?-. Éramos veinte... y solo unos pocos lograron regresar».
El brazo mutilado envuelto en vendas sucias comenzó a dolerle, se mantuvo inexpresivo. Las ovaciones continuaron, siempre sonrisas y saludos cordiales. Personas que lloraban por los desaparecidos. Personas que temÃan por sus hijos. En su cráneo solo existÃa silencio... Gruñidos... Un prominente olor a frutos podridos que se impregnó debajo de su piel. Fugas de agua. Un silencio donde enterrar los pensamientos. Seres deformes... Ir a aquella misión fue su perdición. Pero no podÃa darle vida a los muertos... Solo darle sentido a sus recuerdos. Unos ojos dorados le escudriñaban desde la oscuridad.
La capa roja que el caballero del Dragón Escarlata, lucÃa con orgullo... se habÃa desgarrado y decolorado. El arcángel Lucifer del Premieré Château, era un zarzal de hilos dorados. Cedric llevaba diez años como el señor del Château más importante de la Sociedad de Magos de la isla.
El castillo era una magnÃfica construcción de seis torres con muralla alta, junto a una afluencia del rÃo Aguamiel. La leyenda del castillo contaba que, antiguamente, era el torreón de la familia Wesen. Se convirtió en la base de operaciones de Sam Wesen durante el Invierno Terrible provocado por Anastasio el Mago del FrÃo. La isla de convirtió en un glaciar congelado durante cinco años...
Las torres de construyeron para albergar a los magos errantes liderados por los Wesen. El primer castillo ocupado por magicians fieles a un juramento contra los magos negros que poblaban, con ruindad, en aquella edad oscura. Pero el castillo fue confiscado por el rey Julián Sisley durante el segundo levantamiento de los Wesen y los Scrammer. Sus corredores tapizados con los colores, blanco y rojo, de los Wesen parecÃan no haber envejecido... Cierta belleza fantasmal se reflejaba en los cuadros ominosos de criaturas fantásticas y la desnudes femenina. HabÃa todo un salón relleno de lienzos en blanco y obras a medio terminar, debió ser un pintor muy guarro porque lo único que retrataba eran... imágenes subidas de tono al óleo. De niño le gustaba mucho dibujar al carboncillo, pero su hermano lo convenció de estudiar Misticismo para sucederlo como señor del Château. Los blasones del dragón blanco refulgÃan en las cortinas, tan limpios como cuando se bordaron. Pero el lugar favorito de Cedric era la biblioteca, un rincón apartado en la torre central con conocimientos sorprendentes. Historias impresionantes de las proezas de los primeros magicians y pergaminos de Proyecciones que habÃan colisionado con el tiempo a través de las ramas en las que se desglosó el Misticismo Ortodoxo.
La columna dobló la calle, seguida por la multitud, a través de la adoquinada calle Obscura... frente a una biblioteca antigua con un enorme ventanal circular. Desfilaron por la calle real, rumbo al castillo del rey Sisley. Que se divisaba a lo lejos como un gigante de piedra dormido, con picos azulados excavados por hombres. El dolor en el brazo se habÃa vuelto insoportable, sentÃa pinchazos con cada paso. Los dedos entumecidos le ardÃan tanto que le era imposible moverlos. Delaila le habrÃa cerrado las heridas en un parpadeo. HabÃa sido su más cercana amiga, durante su complicada juventud en el Jardin de Etoiles. Se dedicaba a una especie de rama virgen llamada Misticismo Corporal. En el departamento de Investigación estuvieron muy interesados en su investigación. Pero un dÃa, desmesuradamente... Delaila desapareció del instituto, y su trabajo fue clasificado en el departamento de Preservación como abyecto por ir en contra de la filosofÃa de la sociedad.
-Observa-Delaila tenÃa una larga cabellera marrón con un broche de latón con forma de serpiente. El emblema de los Curie-. El estudio de la inversión-Cedric se habÃa quemado un dedo mientras practicaba sus evocaciones. Con resultados volátiles... Al parecer tenÃa un flujo energético impredecible y su influencia perdÃa la estabilidad con facilidad. La varita de nogal le hizo cosquillas en la quemadura-. Las heridas pueden cerrarse. El tejido puede ser influenciado por la esencia.
La varita de Delaila Curie recorrió la quemadura limpia y... se convirtió en una mancha oscura. La piel ya no ardÃa, ni tenÃa ampollas... Era como si, su herida se hubiera invertido. Lamentablemente, nunca volvió a saber más de ella. Salvo que se casó con un cristalero y se fue a vivir al Paraje, al otro lado de la isla.
Una tuberÃa goteaba en algún lugar de su mente...
No siempre habÃa querido ser un mago. Desde pequeño tenÃa un don para el dibujo, hacÃa retratos de sus padres con carbones. Pero... tenÃa una cierta peculiaridad que lo distanciaba de otros niños: podÃa beber agua hirviendo, ver perfectamente en la oscuridad, oler mucho mejor que cualquier otro y... a veces sus manos quemaban papeles al tacto. También tenÃa una temperatura anormal... Su cuerpo siempre estaba febril, aunque se sintiera bien. Lo obligaron a cursar Fundamentos del Misticismo y le encantó. Las historias de héroes que se enfrentaban a monstruos lo fascinaban... QuerÃa ser un magician de renombre como su hermano. Los profesores se sorprendÃan por su afinidad con la Evocación Elemental de Combustión Energética. Se inclinó por aquella rama y desarrolló sus habilidades para hacerse un puesto en el Premieré Château junto a su hermano.
Cedric tenÃa el cabello castaño rojizo, muy espeso y desaliñado. El dÃa anterior se habÃa afeitado la barba para mostrarse «presentable». Al verse en el espejo de bronce pulido, no reconoció al espectro demacrado y huesudo que se burlaba de él con los ojos color rubÃ, inundados de melancolÃa. Caminaron un eterno tramo ensombrecido mientras un millar de rostros los acusaban. Buscaban desesperados a los suyos... a los que desaparecieron bajo su mando.
Alguien tiró de su capa.
-Sir-era una joven de caballo castaño y ojos tristes, sus manos temblaban, algo brillaba en ellas. Un anillo dorado-. ¿D-donde...?
La hizo a un lado y siguió de largo. Eran más problemas de los que podÃa afrontar. Se detuvo, giró sobre su eje y ella lo miró, con los ojos enrojecidos. Por supuesto, él habÃa dicho que se iba a casar cuando regresara.
-¿Dónde está?-La voz de la mujer se quebró.
-¿Quién?
-Es la esposa de Saturno-Escuchó la voz de Mia a su espalda.
George Bramante se detuvo a su lado, sombrÃo. Mia ni siquiera pudo mirarla. Lucca le dio una palmada en el hombro a Cedric. Hasta que Pietro Brunelleschi se detuvo negando con la cabeza, ante ella. Cedric se atrevió a hablar...
-No quedó nada de él. -Fue todo lo que pudo decir... La mujer se echó a llorar, cayó de rodillas sobre la alfombra de flores muertas.
Cedric recordó aquella habitación oscura. El duende, mitad hombre, mitad caribú... HabÃa arrancado a Saturno de la habitación a través de unos conductos. Siguieron sus gritos a través de un amplio túnel. Las bifurcaciones de aquel laberinto llegaban hasta las entrañas de la tierra. ParecÃan excarvadas por gusanos gigantescos. Las criaturas que poblaban allà eran los moldes, donde el Homunculista vertió piezas de distintos animales para crear abominaciones. En aquel laboratorio abundaba un silencio sepulcral. Las ratas habÃan sido diezmadas por ellos. Estaban hambrientos... Las habitaciones de aquella misteriosa construcción estaban repletas de hallazgos indescifrables. Tanques anaranjados con especÃmenes desconocidas conservados en lÃquidos. Colecciones de órganos extirpados. Cerebros de todos los tamaños. Escritos en pieles humanas.
Todo un santuario construido hace mucho para albergar a magos negros y alquimistas locos. El laboratorio tenÃa ramificaciones unidas a las cavernas y túneles que recorrÃan la isla. Entradas y salidas misteriosas.
Cuando Cedric entró junto a Pietro, Miackola y Jean a una extraña cámara sin cerradura. Solo se escuchaba la fuga de una vieja tuberÃa de agua... Los grilletes rotos y al duende masticando las costillas de Saturno. Aquellos ojos dorados brillaban con acuosa perversidad.
-Sir-repetÃa Miackola, con la varita temblorosa y el rostro pálido.
Cedric estaba abstraÃdo. Una voz lo llamaba... Ver a aquel demonio devorar con gula los restos desmembrados de su amigo y aprendiz, al bueno de Saturno.... Era simplemente impensable. Saturno era un tipo tan alegre que cualquier dirÃa que era eterno. Se habÃa reducido a un montón de carne y huesos masticables. ¿Eso eran las personas... alimento para el resto de las criaturas?
Las varitas estaban dispuestas contra el duende, sus puntas finas destellaban. Pero sir Cedric no podÃa dejar de ver aquellos colmillos largos y finos. La carne se abrÃa, sangraba, se desgarraba y desprendÃa. La rabia calentaba su cabeza... querÃa matar, quemar, hacer sufrir a esa cosa.
-Una casa estalla en llamas a mitad de la noche-vociferó la Imagen Elemental porque no podÃa centrarse. La esencia chisporroteó en su pecho, vibrando con un calor húmedo en su cuerpo y saliendo de sus manos como una corriente desconocida. Espiro un aroma a canela.
El zarcillos de fuego rojo brotó como un manantial de destrucción, consumiendo al duende en una fiera evocación. La habitación entera se incendió con un resplandor de calor que le recto por la piel, atravesando sus ropas con un estallido. Aquel fuego creció, avivado por la rabia, recorriendo los intrincados corredores y envolviendo las cámaras con su presencia.
Jean era el rastreador del grupo. Un magician con un desarrollado rasgo instintivo para detectar la esencia de las personas. El laboratorio ardÃa con desasosiego cuando encontraron al Homúnculista, un alquimista joven vestido de negro con el cabello rubio sucio y los ojos dorados. El hombre sopló una flauta y un homunculo más alto Cedric saltó a él, vomitando una espuma verdusca con olor a vinagre.
Cedric se cubrió el rostro con la mano... Pero un ardor rojo lo estremeció, su brazo diestro humeaba siendo corroÃdo por la sinuosa sustancia de la criatura. La piel enrojecida colgaba hecha jirones y un dolor palpitante le atenazaba el brazo. Se le entumeció la mitad del cuerpo.
Sus magicians fusilaron a aquella criatura con sus proyecciones. Lucca lo arrastró lejos, cubriéndolo con su armadura y espada. Cedric se retorcÃa por el dolor, querÃa cortarse la mano mientras aquel ardor sulfuroso penetraba en su piel... Destruyéndolo por dentro. Las bestias se lanzaron a ellos, babeando por carroña... Mia temblaba, se habÃa orinado del susto. George mantenÃa un reflejo mientras Jean, Pierre, Pietro, Lucca y Juliana no se dejaban acobardar. Sus varitas, orgullosas, seguÃan liberando dosis de esencia a pesar de que el cansancio los fatigue. Sus magicians iban a morir despedazados en aquella cámara de gritos y disparos. Un oso cubierto de carne desnuda le arrancó la cabeza a Juliana...
Sir Cedric dejó de respirar en aquel momento. Con Mia temblando a su lado y sus magicians bañados en sudor y desesperación...
«Un leño se parte en una hoguera». La Imagen Elemental silbó en su imaginación, alimentada por el miedo que sentÃa... Deseoso de que su inestabilidad fuera mayor que nunca. Su esencia vibró en su interior, enervando cada vÃa sanguÃnea de su cuerpo con un caudal de energÃa.
La mano corroÃda por ácido se encendió en un fuego dorado. El olor a carbón encendido inundó sus fosas nasales... Las llamas brillantes lamÃan sus brazo entero. Cedric lanzó aquellas flamas sin forma... rugientes. Contra la multitud de homúnculos monstruosos. El ardor le traspasaba la piel, calcinando sus huesos. Las lágrimas le saltaron de los ojos con un grito de batalla. Los magicians se echaron a sus pies, contemplando con los ojos acuitados como los terrores eran destruidos por la luz. Una luz purificadora abrasaba aquellas carnes impÃas Cedric extendió aquel furor catastrófico hasta el Homúnculista... que desapareció en una nube de fulgor. La esencia en su interior se consumió como una chispa.
Cuando despertó de su letargo, estaba en la superficie... Sus jóvenes pupilos lo llevaron lejos de aquel laboratorio. De su brazo quedaban restos chamuscado de piel y músculo. DolÃa terriblemente y las fiebres recurrentes lo hacÃan maldecir su existencia. Pero seguÃa vivo... HabÃa salvado a algunos pocos de los suyos. El Homúnculista estaba muerto y sus criaturas no tardarÃan en seguir su ejemplo. Tardaron poco tiempo en regresar... Sir Cedric estaba planeando en retirarse de la Sociedad de Magos y volverse el representante de la calle Obscura. Un rol que su padre le querÃa abdicar hace mucho tiempo. Y ahora... tenÃa motivos para renunciar al cargo de magicians y volverse un consejero del rey Joel Sisley.
A lo largo de la calle Obscura se exhibÃan los preparativos para el festival de la Luna: carpas multicolores, los puestos llenos de comida humeante, licores, libros, joyas, adivinos y los magos callejeros. El año estaba a punto de terminar, habÃan vivido un largo y fructÃfero verano y ahora se auguraba un sombrÃo otoño. Cedric querÃa celebrarlo en Puente Blanco, en su gran casa junto al Templo de las Gracias, junto a su esposa y sus hijas. La mayor estaba cursando el último año de Fundamentos y se unirÃa a un departamento o un Château. QuerÃa persuadirla de dedicarse al estudio de una rama... antes de unirse a la guarnición de un castillo. Las querÃa abrazar... querÃa volver casa... Leerles historias, bailar con su bella esposa que en los últimos años se habÃa vuelto un poco regordeta... Ver a las niñas crecer, enseñarles a ser felices. QuerÃa arrancarse el manto del caballero heroico y volver a ser un padre y un marido. QuerÃa ser un hombre simple, con defectos, imperfectamente feliz y sin embargo, tranquilo.
«Tu vida escapará de entre tus manos...» recordó aquellas palabras. Aquella profecÃa que nunca se cumplió.
Todos estaban callados, inmersos en sus más declinantes pensamientos... No podÃa dejar las cosas asÃ, ningún sacrificio es en vano cuando se consigue un cambio.
Levantó el puño y gritó con todas sus fuerzas que lo habÃan conseguido. Todos gritaron de júbilo y la calle se llenó de emoción. Se sintió revitalizado y levantó el brazo herido con una mueca de dolor. Sus magicians al verlo sonreÃr, levantaron la moral. Lucca y Mia se abrazaron y los muchachos intercambiaron sonrisas sinceras. Todos amaban al caballero sir Cedric y Cedric amaba al reino que lo admiraba. Aunque su deber pertenecÃa a la Sociedad de Magos, su voto pertenecÃa al reino. Juró proteger a todos de los adeptos del caoÃsmo, una tarde al pie del Premieré Château, juramentado por hermano mayor.
Un mago callejero resopló una nube de fuegos azules que se convirtió en un búho del tamaño de un niño. Otro escupió un rÃo de fuego verde, las llamas rasparon las losas del suelo y una serpiente reluciente se alzó al cielo. El búho voló en torno a ella, enseñando las garras y batallaron... Trazando cÃrculos e hiriendo mutuamente sus cuerpos efervescentes. El ave de fuego se llevó volando a la serpiente en una encrucijada de chispas y ambos estallaron soltando un mar de fuegos artificiales que se deshicieron antes de tocar el suelo. Los aplausos estallaron sin pensar. Lucca era amante de los fuegos artificiales.
Cedric se pasó una mano por el pelo rojizo, encanecido por los años. Un caballo se acercó al trote desde el final de la calle, era un palafrén bayo. Desde la montura, se mostraba, señorial... el regente de Pozo Obscuro y representante de los alquimistas. Lord Friedrich Verrochio lo saludó, su impecable capa negra parecÃa tejida con hilos de oscuridad. Llevaba las riendas en una mano enguantada. HabÃa algo extraño en aquella mano, era rÃgida y sus movimientos lentos... Era la mano de oricalco. La que habÃa perdido hace mucho tiempo en un accidente.
-Un gusto tenerlos de regreso, Sir-sus frÃos ojos azules se dirigieron a su brazo escayolado. TenÃa un rostro duro, ceñudo, pómulos altos y mandÃbula firme. Su cabello era una melena dorada-. PermÃtame escoltarlo al Château du Coupe. Donde el rey lo espera.
-Un gusto, Lord Verrochio -Saludó Cedric, con falso aprecio.
DecÃan que desde la muerte de su esposa. Lord Verrochio no volvió a ser el mismo; si es que alguna vez fue alguien. Era un hombre sin personalidad, ausente. TenÃa una hija, pero al parecer la culpaba por el hecho de arrebatarle a su esposa. Era un perro del castillo. A Cedric nunca le pareció confiable y preferÃa evitarlo. Pero habÃa escuchado extraños rumores mientras su guarnición se acercaba a Valle del Rey por el Bosque Espinoso.
-¿Cómo estuvo su viaje de regreso? -Preguntó. Aquellos ojos brillantes parecÃan escudriñar en lo profundo de su alma.
-He escuchado rumores, Lord-replicó con tono interrogativo. QuerÃa escuchar lo que Verrochio tenÃa para decir.
-Los rumores son solo eso: rumores - le cortó de forma áspera. Por el tono en que exponÃa las cosas, algo ocultaba.
-SÃ-reiteró-, pero he escuchado sobre un nuevo siervo que acogió el rey Joel, que sus consejos son como mandados. Es una figura extraña que se comenta en el pueblo. Pero no es solo eso, Friedrich... tiene miedo en el sur. Hubo una plaga que destruyó muchas granjas. Los campesinos pasan mucha hambre. Se pelean por saber quién arruinó su cosecha. El verano llegó a su fin... Si la situación continúa de esta forma, una revuelta podrÃa desatarse. La Sociedad de Magos no tiene permitido inmiscuirse en los conflictos polÃticos del reino, pero... No puedo quedarme sentado mientras las personas se matan por saber quién envenenó su agua.
-Sir-lo interrumpió-. Estoy al tanto de los problemas en el sur. Soy el regente de aquella tierra. SÃ, existen problemas. Siempre han existido, si me pongo a escuchar todos los problemas que ocurren. Ya me hubiera arrancado las orejas. Son personas conflictivas que llevan disputas por tierras hace décadas. Me temo que está exagerando el problema.
Cedric prefirió guardar silencio Tuvo que apurar la marcha, porque Verrochio hacÃa avanzar su caballo aprisa. El espléndido animal andaba inmaculado con la silla cubierta de satén. Pero no se tranquilizó con la palabreja del hombre rubio. Los rumores contaban sobre la muerte del rey Joel a sus doscientos sesenta años, y una figura misteriosa que...
-Señor-replicó Cedric, exasperado-. Escuché rumores sobre la extraña plaga que ha liquidado todos los cultivos desde Pozo Obscuro hasta nuestras tierras. Eso es mayor que cualquier plaga en cien años. Todo comenzó desde aquel terremoto hace poco... Es algo impensable. Pero los granjeros hablan de... Bueno, no sé si creerles. Escuché sobre... gusanos.
-¿Gusanos?-Lord Verrochio parecÃa divertido. Sus ojos soltaron destellos purpúreos.
-No hablaban de gusanos pequeños, Friedrich. Grandes, como troncos. Dejaban agujeros del tamaño de pozos, y traÃan hongos consigo. Los viajeros los vieron saliendo de la tierra con el temblor. Recuerdo que hizo mucho calor este verano. Demasiado. Los veranos son calurosos, pero este fue sin duda uno de los más cálidos que he vivido. Y en el sur... La tierra se echó a perder y las personas están enfermando. Como regente usted...
-Estoy ocupado-rectificó-. Durante ochocientos años hemos celebrado el festival de la Luna. Los astrólogos han anunciado que este año ocurrirá un fenómeno hermoso. La interrupción de esta antigua tradición significarÃa el disgusto del pueblo, y de la diosa Diana, que nos cuida desde la oscuridad. Vea a su alrededor, Sir... creé que puede detener a estas personas. ¡Hágalo!
Cedric miró a todas aquellas personas ansiosas, quizás no serÃa buena idea quitarles su ilusión. La última semana fue tortuosa, estaba cansado. DebÃa hablar con el rey en persona. Friedrich solo seguirÃa divirtiéndose a costa de sus malentendidos.
Lord Verrochio se adelantó al trote dejando la columna atrás.
El rey Joel reinaba desde hacÃa muchÃsimo tiempo en la isla. La Sociedad de Magos, era un instituto independiente del reino. No debÃan involucrarse en ningún conflicto. Era un sacrificio de imparcialidad con tal de preservar el conocimiento MÃstico de la isla. Los EchevarrÃa podÃan observar como una guerra arrastraba cientos de vidas hasta el foso... pero tenÃan prohibido apoyar cualquier causa. En cambio, el rey podÃa solicitar apoyo de los Château que juraron resguardar la isla. Cedric fue profesor de Evocación en el Jardin de Etoiles durante tres años, realizó plazas en el Premieré Château de joven y reemplazo a su hermano Seth como castellano del Château. TenÃa muchos allegados en la institución. Personas que confiaban en su juicio y aceptarÃan, sin incordiar, sus propuestas radicales.
Le Château du Coupe era un magnÃfico conjunto de torres altas de piedra azulada, rodeadas de murallas grises. Cuando pasaran bajo el rastrillo de hierro, vieron el patio desolado. El castillo estaba vacÃo. Solo unos pocos criados llevando agua en barriles o limpiando.
-Algo raro pasa-le confesó Jean con el rostro ceniciento. El lugar estaba envuelto en sombras. El rastreador levantó la nariz, captando aromas que para los demás eran desapercibidos. Era capaz de estirar sus sentidos hasta escuchar el ruido de las hojas al deslizarse en la brisa o... aromas realmente imperceptibles-. Las paredes huelen a cinabrio. Es como si...
-Silencio-le ordenó Cedric. Estaba preocupado, pero debÃa mantener la compostura... asà viera el mundo desmoronarse bajo sus pies.
La sala del trono estaba desolada. Las largas bancas de madera pulida eran arropadas por una fina pelÃcula de polvo. Lord Verrochio esperaba frente al trono desocupado, parecÃa la estatua de un dios indigno. A su lado, permanecÃa un alquimista pelirrojo de capa negra y ojos brillantes, sanguinolentos, casi sangre. También estaban otras presencias menos importantes sentadas en taburetes amueblados cerca del trono.
-Sir Cedric -proclamó sir Erich, el jefe de la Guardia de la Ciudad.
Los magicians los llamaban: los perros morados. Los guardias eran como perros hambrientos, obedecÃan cualquier piltrafa por un poco de dinero... Llevando siempre una capa morada, imitando la pulcritud del uniforme de los magicians.
Erich era un hombre de grandes dimensiones, calvo y de papada prominente. Su aliento siempre hedÃa a borracho. Se la pasaba bebiendo y sus gestos eran agresivos.
Al lado de sir Borracho, estaba el Grand Maître Chett... más enfermizo y encorvado de lo que lo recordaba. Ni siquiera levantó la cabeza tambaleante para verlo. Sir Cedric tomó uno de los taburetes, sacudió el polvo y se sentó ante el trono, mientras sus magicians esperaban en los bancos polvorientos. Las enormes cortinas rojas apenas dejaban entrar luz por los descuidados ventanales. El brazo le ardÃa en un calor sofocante.
-¿Dónde está Lord Milne? -Lanzó la pregunta al aire.
Lord Verrochio le lanzó una mirada dubitativa con la manos ocultas en su espalda.
-El noble de la calle Mercure está gravemente enfermo, repentinamente su estómago colapsó y los guérisseurs lo tienen aislado-Lord Milne era un importante noble, representante de la calle más grande de la ciudad y el mercader más rico de toda Gobaith.
El anciano guérisseur no hacÃa más que mover la mandÃbula de arriba abajo, intentando decirle algo... TenÃa los ojos estúpidos, parecÃa asustado. Cedric lo señaló...
-El Grand Maître Chett ha servido a la dinastÃa Sisley, durante generaciones, es el doble de viejo que el rey Joel -le respondió Lord Verrochio en tono cortante, frÃo como el acero-. El elixir de Cinabrio tiene sus limitaciones. Chett parece llegar al suyo, el pobre anciano lleva dÃas delirando. Se alegró con la noticia de su regreso... pero como ve, apenas tiene conciencia.
Aun asÃ, cualquiera que hubiera visto al Maître Chett antes de que Cedric partiera. Hubiera pensado que,, al menos, le quedaban unos cien años más. El elixir del rector Comodoro no detenÃa el envejecimiento, pero detiene sus efectos a cambio de perder la capacidad de procrear.
Entre toses, llegó un frágil rey apoyado en un hombre de bastante edad, envuelto en una túnica gris. El rey Joel vestÃa una prenda muy fina de blanco y morado. La pesada corona de oro y piedras preciosas parecÃa hendirle en la arrugada piel de la frente. Esa forma desgarbada de caminar, esos gestos taimados casi nobles.... Jean lo miraba extrañado.
Cedric cerró el puño bajo la capa deshilachada, sentÃa que algo afloraba y apretó las muelas.
-El reino alaba vuestro regreso-corroboró Lord Verrochio. El joven junto a él lo miraba con gesto hosco, parecÃa divertido-. El magistral regreso del magician de mayor renombre es todo un hito en la ciudadela. El rey solicitó verlo antes de que se presentará ante la Sociedad de Magos-Se dirigió al rey Joel.
-No fue nada placentero -anunció Cedric cortando a Verrochio. No le gustaba que alguien, que no era él, cantará sus hazañas, y mucho menos Lord Verrochio-. Éramos toda la guarnición. Partimos hace una semana dÃas... Una veintena de los magicians más habilidosos en nombre del rey y la Sociedad de Magos por igual.
»Todo el pueblo fue a despedirnos. Nos llovieron perfumes, ofrendas, bendiciones. Por los dioses... El Bosque Espinoso parecÃa maldito. No veÃamos ni a los lémures en los árboles. Las aberraciones que vivimos. Las cosas que vimos... Las cosas que perdimos. No estoy seguro de que los que regresaron sigan cuerdos.
Los magicians del Premieré Château escuchaban impasibles, aún no habÃan regresado, pero estaban allÃ. Las manos huesudas del Maître Chett temblaban.
-TenÃamos que atender el llamado-confesó Friedrich-. Cuando las personas empezaron a desaparecer en los alrededores del Bosque Espinoso.
-No hicimos nada -ladró Cedric. «No se sabe cuántos murieron de forma horrible o fueron raptados por aquel loco». Aquel hombre de túnica gris lo miraba de manera pétrea-. Nos demoramos más de dos años en hacer valer la autoridad de la Sociedad de Magos. Los magos negros se movieron astutamente, en las sombras, escaparon de nosotros. Ese alquimista loco fue solo uno de ellos. Una pieza del pináculo.
-Cumplió bien su encomienda, Sir-lo apremió aquel hombre gris de sonrisa cruel y ojos... sus ojos estaban abnegados de oscuridad.
-Lord Beret habla con la voluntad del rey- proclamó Joel como un autómata, con su voz rasposa.
-¿Lord Beret? -Cedric no sopesaba las palabras.
-El rey Joel enfermó de gravedad los últimos dÃas-Lord Verrochio lanzaba destellos desde sus profundos ojos azules-. Lord Beret. Un menospreciado alquimista, salvó a nuestro rey de la muerte. El rey Joel le otorgó el tÃtulo y lo acogió como consejero.
Lord Beret le sonrió, taimado...
-Todos han escuchado las proezas de sir Cedric. Su hermano también fue un gran magician-dijo. Su voz era melancólica, como si hubiera estado llorando.
«Es un gran magician». Seth seguÃa vivo. Lisiado, pero no olvidado. Desde la caÃda que casi le arrebató la vida, todo el mundo dejó de hablar de él... como si llevase años muerto. Se preguntaba si después que se retirase, seguirÃan recordandole como un caballero servidor.
El rey Joel sonrió con una boca arrugada, cruel y desdentada. Por un momento, pensó en todo el sufrimiento que caÃa en manos de aquella persona vieja y triste. Resultaba aterrador que todo ese poder estuviera en manos de un débil cascarón. Alguien tan simple. Tan manipulable. Aquello... olÃa a mercurio.
-Alabo su victoria contra el Homúnculista-carraspeó. Lord Beret sonreÃa y se frotaba las manos con nerviosismo, le resultaba grotesca aquella sonrisa blanca y congelada-. Esta isla... puede disfrutar de la fiesta de la Luna en paz..., gracias a vosotros. Cedric, yo...
El rey Joel levantó una mano. La reunión real quedó interrumpida cuando el anciano sufrió un acceso de tos. Su rostro se puso morado mientras se ahogaba y Lord Beret tuvo que llevárselo del brazo. Todos guardaron silencio.
-¿Qué ocurre?
-Es su salud-Friedrich miró el techo alto-. Se ha deteriorado demasiado. Es un hombre muy viejo. El elixir que lo mantiene con vida está dejando de funcionar. Le queda poco tiempo...
-¿Cuánto?-Cedric se mordió la mejilla.
-DÃas... Meses... Es el último de los Sisley. Sin él, lo único que puede subsistir es un levantamiento. Los Daumier ansÃan el poder. Al igual que los Wesen y los Scrammer en su tiempo. Usted sabe quién es Beret.
-SÃ, lo sé-hablaban en susurros. El aroma a cadáver lo revelaba-. Pero... Lo mejor serÃa dejar las cosas a su curso. Esto solo es prolongar la tormenta que en cualquier momento azotará la isla. Cuando los Sisley finalmente hayan desaparecido de la isla. Nosotros... nos mataremos por el trono.
Lord Verrochio escuchó, curioso, lo que habÃa ocurrido en el laboratorio oculto. Los despidió con solemnidad.
Ninguno habló, hasta que salieron a la calle Obscura, y caminaron como muertos vivientes. El sol del final del verano les lamÃa las capas sucias.
-¿Qué ha pasado? -Vociferó George Bramante, cabizbajo, a sus espaldas-. ¿Ese era un...?
-Hemos perdido el reino -escuchó decir a Jean, entristecido por su propia respuesta-. Yo querÃa casarme y tener hijos... ahora, solo quiero estar bajo tierra.
La columna se fue desmembrando. Estaba bien que se marcharán, tenÃan que alejarse de este nuevo reinado caótico. Jean se fue sin avisar. George se retiró a su casa. Miackola le regaló una sonrisa lastimera y un abrazo. Finalmente quedó Lucca, que aspiraba a caballero y Cedric. Recordaba el dÃa que ella le rogó ser una magician, era solo una niña pero se esforzó más que nadie. De todas era la única que usaba armadura, la más débil, pero también la que más temeraria.
-Me iré a Pozo Obscuro -le dijo la joven risueña, aunque marchita. Su cabello dorado lanzaba destellos de sol mientras la brisa calurosa lo agitaba-. No sé cuándo volveré. Pero usted también debe ir ante el Instituto. Por favor, aléjese de la ciudadela. Usted merece tener una vida tranquila junto a su familia. Con gusto, yo cargaré con su responsabilidad.
Cedric dejó escapar una carcajada.
-Eres muy astuta, niñita.
-¿Por qué?-La mujer enrojeció.
-¿CreÃste que te iba a dejar el puesto de castellano?
-Yo...
Bajó la mirada, roja como el atardecer. Cedric le puso una mano en la cabeza, era mucho más alto que ella. Era más alto que casi todos en la isla.
-Pensé en quien serÃa la más indicada. Pensé en Mia, en primer lugar como la más indicada. Pero... tú eres la más valiente de todas las personas que he conocido. Te quiero mucho, Lucca. Nunca lo olvides.
-Juro que cumpliré mi deber, señor.
Lucca le robó un beso húmedo en la mejilla. Sus ojos verdes perdieron un poco su brillo. Lo último que recordó de ella fue un gastado perfume de ozono... al alejarse. Cedric la habÃa acogido, pesé a sus escasas facultades para la proyección de la quintaesencia. Ahora, ya nada de eso importaba.
-Quizás sea la última vez que nos veamos-murmuró para si mismo. No le gustaba despedirse. Lo que estaba a punto de hacer era por el bien del reino-... Si fallo, una horrible sombra de muerte oscurecerá la isla.
El agua escapaba en forma de gotas, de una fuga. Algo roto en algún lugar de su mente.
La casa de los Scrammer estaba erigida en la calle Mercure junto al mercado. Era una gran fachada de grandes ventanales con un techo salpicado de terracota. Allà se habÃa refugiado si familia durante las persecuciones. En esos tiempos, ser un Scrammer era pecaminoso. Llegar la sangre de los dragones era sÃmbolo de impureza. Muchos de sus familias fueron asesinados antes de que los EchevarrÃa constituyeran un renacimiento para el Misticismo. Uno de los sirvientes o esperaba en la entrada. Lo llevó bajo unos arcos de piedra hasta un patio muy cuidado con estatuas de formas salvajes. Las mejores flores eran las del final del verano... porque durante el frÃo uno las extrañaba.
Sintió un escalofrió extendiéndose por sus entrañas. Los señores Scrammer estaban almorzando en una alargada mesa de caoba. TenÃan una bandeja de plata con forma de dragón y en ella, un cochinillo con una pera en la boca. Lord Inferno Scrammer levantó los ojos rojizos cuando lo vio, tenÃa los labios manchados de grasa. Se levantó y fue a recibir a su hijo con un abrazo. Era unos dedos más alto que Cedric y mucho más grueso; y eso que Cedric era un gigante de casi dos varas.
-Te estábamos esperando, Cedric -su voz era un matiz de calidez. Lord Inferno tenÃa profundas arrugas en el rostro duro, los ojos rojizos, pequeños, la barba roja salpicada de blanco y el cabello que empezaba a escasear.
Aun asÃ, apretó a Cedric con tanta fuerza como para arrancar un árbol con todo y raÃces-. Todos hablan de ti- bajó la mirada a las vendas que envolvÃan y sostenÃan lo que quedaba de su brazo-. Hijo...
-Esto -Cedric levantó el brazo escayolado disimulando una mueca -. HacÃa mucho frÃo y no habÃa leña, asà que me encendà el brazo.
Lord Scrammer soltó una sonora carcajada que bien hubiera espantado a todos los pájaros de la calle Mercure.
-Anda a besar a tu madre -proclamó dándole palmadas en la espalda-. Desde que te fuiste detrás de ese loco, no ha dejado de preocuparse.
Lady Roselle se llevó un trozo de panceta a la boca. Era muy callada y educada, pero no pudo disimular la risa de niñita. Era una autentica Scrammer: el cabello castaño rojizo brillante, los ojos fugaces, mÃsticos, y el rostro atractivo. Ambos eran primos. Casados por sus padres desde jóvenes por los tiempos peligrosos que corrÃan. En su sangre, latÃa el poder de los antiguos dragones, que antes de desaparecer, tomaron forma humana. Según las leyendas, los dragones llegaron del cielo engendrando descendientes que poblaron la tierra y se enfrentaron a los primeros hombres en el Antiguo Continente.
-Cedric -lo llamó su madre-, siéntate con nosotros.
Cedric le regaló una sonrisa a su madre. El cerdo cortado se apreciaba deliciosos, con un aromático olor y guarniciones suaves regadas con vino costoso. No tenÃa mucho apetito. Además, estaba muy cansado y la ropa sucia le pesaba. Aún asÃ...
-¿Cómo esta él?-Preguntó Cedric. Su madre apretó los labios formando una lÃnea fina.
-Desde que te fuiste ha perdido mucho color, creà que habÃa mejorado desde lo ocurrido. Pero aún le cuesta sanar. Verte le ayudará, no sabe cuánto te quiere y cuánto le haces falta.
-Iré a verlo.
Lo encontró bajo la luz amarillenta e implacable del sol, demacrado y melancólico. La silla donde estaba condenado a pasar sus dÃas, tenÃa dos grandes ruedas de carro, madera fina y dura. Desde el balcón se veÃa toda la calle Mercure y el mercado, adornada de colores vivos. Las personas se paseaban entusiasmadas por el festival. HabÃan limpiado la estatua del Héroe Rojo en la calle Obscura y la biblioteca del gran ventanal redondo habÃa cerrado temprano. Todas las calles que se alcanzaban a ver desde el balcón estaban llenas de vida y color.
-Hice subir este barril cuando escuché que volviste-explicó Seth Scrammer. El barril de roble reposaba junto a un banco-. Cerveza de piña, como cuando éramos niños -sonrió, cansado. Clavó los ojos en el brazo envuelto en vendas.
-Ya no duele -advirtió Cedric con un titubeo-. Vaya par de hermanos somos: un tullido y un manco. Nuestros padres deben estar orgullosos.
Seth sirvió cerveza en una taza de madera, y luego le tendió otra a Cedric. El sabor de la piña fermentada le recordaba dÃas ajenos en donde su hermano caminaba. Pero el anterior castellano se habÃa roto la espalda de una gran caÃda. Los guérisseurs intentaron sanar sus piernas, pero nunca se recuperó. Nunca regresó a ser el mismo... Se habÃa perdido a él mismo.
-Dejar de caminar fue perjudicial para mi influencia en la Sociedad de Magos- Seth bebió un largo trago-. Sir Cedric, el Dragón Escarlata... está en la boca de todos los habitantes del reino. Se preocupan por ti... En cierto modo, te aman-Señaló su brazo herido con la jarra-. DeberÃas de tener más cuidado. La familia Scrammer ha pasado por mucho... Somos miembros del Instituto y debemos ser imparciales, pero también somos ciudadanos de la isla. La oscuridad acecha. Y cuando las tinieblas gobiernen aquellas almas condenadas mostrarán sus intenciones. Hablo de los demonios ocultos en las masas. Necesitamos una fuente de luz. Tú serÃas el rey que todos sigan.
Cedric tomó un sorbo. La boca se le llenó de un sabor frutal, dulce y embriagador. Aún estaba frÃo.
-Si este brazo es tan importante para mi imagen, me lo mandaré a cortar y me haré una mano de oricalco como nuestro querido Lord Verrochio.
Seth sonrió... Hace muchos años que Cedric no lo veÃa sonreÃr de esa forma.
-Todo ha cambiado -soltó con un deje de aflicción. Seth tenÃa el rostro apagado y los ojos rojizos hipnotizados de un temor casi ciego-. El supuesto rey al que juramos defender se ha rodeado de influencias peligrosas. Se ha liberado un mal en las profundidades de la tierra. Por siglos, hemos vivido en esta isla, rodeados de la paz que construyó el Rey Exiliado.
»Pero he visto la decadencia, Cedric. Tengo un informante en la corte del rey. Estoy en una silla, postrado, pero mi mente va más allá de lo que imaginas. Mantengo conversaciones con agentes en cada rincón de la isla. Las historias que me cuentan los mercaderes no me dejan dormir. El Bosque Espinoso esta plagado de terrores. La maldad engendra en los corazones terribles circunstancias. Plagas, pestes, hambrunas, sequÃas... guerras. Las profecÃas que me cuentan son devastadoras. Se acerca una nueva era, Cedric. Nacerán héroes y villanos. Se cantarán canciones de guerra. Se pelearán batallas encarnizadas. RÃos de sangre correrán por las ciudades.
»La corte se jacta de arrogancia. Manipulando fuerzas que van más allá de su compresión. Dejando escapar a los terrores exteriores que los antiguos fundadores de la isla crearon para mantenernos encerrados. En estos tiempos venideros de redención... Se cantarán canciones y se alzaran leyendas. La pregunta es... ¿Qué papel tendremos nosotros en las historias que están por venir?
»El reino tiene sus esperanzas en ti. Si de verdad te importa todo lo que significa esto-señaló el emblema del arcángel en su capa deshilachada-. El legado que les pertenece a los magicians. Velar por los habitantes de esta isla... protegerlos... dejar que vivan las vidas que desean... que nadie sufra. Toma tu decisión, Cedric. Nuestro pueblo sufrió demasiado en el pasado...
Pensó largo rato en algo que decirle a su irritado hermano. Sus ojos sangrientos lanzaban destellos de sol... estaba atardeciendo. Pronto llegará el anochecer y los bardos saldrán a cantar sus canciones hasta la medianoche. Pregonando inmaculados sueños de redención. Batallas frustrantes. Emblemas rotos. Tiranos y guerras sin sentido.
-Yo no tengo madera de gobernante-dictó Cedric, con una sonrisa triste-. Me temo que no podré encabezar otro levantamiento en nombre de los dragones. Quizás tú... podrÃas ser el rey que no queremos, pero que necesitamos. SerÃas un estupendo rey... Te sientas como ninguno y nadie es tan rápido como tú en una silla de ruedas.
-Un rebelde en una silla de ruedas-sonrió su hermano-. Puedes tomar cualquier decisión que quieras. Tienes influencia en la Sociedad de Magos. Pisarro no dudarÃa en seguirte con una carta, al igual que tus pupilos... Quien sabe. Quizás los Château se unan a la batalla si eres tú quien domina.
Cedric sorbió todo el caldo que Seth le sirvió. Lo pasó de a poco.... Pero, era difÃcil no vislumbrar el futuro amargo que le esperaba al tomar aquella decisión. No... Como caballero le correspondÃa la responsabilidad. Era un siervo del reino, un protector de la oscuridad y el caoÃsmo. No un gobernante. Ni siquiera se le acercaba a un regente.
-Tomé mi decisión-En los ojos nublados de Joel existÃa esperanza-. Puedo detener la influencia de la sombra gris. Solo necesito un poco de tiempo, Seth. He luchado antes con mortificadores. Magos negros siniestros que se desmoronaron como polvo al enfrentarme. Mi vida es...
Cedric habÃa dedicado gran parte de su mandato al reino. Las personas de la isla lo necesitaban otra vez... Se habÃa enfrentado muchos magos negros y brujos. Era un cazador de alimañas. Su fama creció al derrotar a un mago negro que aterrorizó Pozo Obscuro y asesinó a varios magicians. Desmanteló sectas y calcinó a locos ambiciosos.
-La bruja-oyó decir a Seth. Todo regresó en una poderosa oleada. Tan estrepitosa, que un dolor sordo lo inundó detrás de los ojos. El brazo... sentÃa un profundo dolor en el brazo. Un calor imaginario que le atravesaba la piel con agujas invisibles- Ella... dijo que terminarÃa como la mitad de un gran hombre.
-¡Ya!-Cedric apretó las muelas. Lo habÃa olvidado, pero...
-La profecÃa.
-¡Mi vida!-No iba a dejar que una vieja profecÃa que siempre olvidaba. Lo detuviera-. Es para con mi familia, mis hijas, mi hogar...
Se fue a bañar en una enorme tina de mármol con dragones tallados y fuegos espectrales. Se quitó el vendaje Sucio del brazo con una mueca de dolor. Las costras de sangre seca se le pegaron a las vendas y tuvo que arrancárselas... Cuando acabo, vio un brazo enrojecido y chamuscado, con tiras de carne sobresalientes. El hueso se veÃa en algunas secciones del tejido encarnecido. HabÃa perdido todos los dedos... Era un milagro que no perdiera el brazo hasta el codo, porque de la mano sobraba un muñón carbonizado. SentÃa escozor y un calor que no estaba allÃ, rectó por su piel. Perdió el movimiento del brazo hasta el hombro, entumecido, la cabeza le daba vueltas. Las náuseas lo sofocaron. Los remedios que ingirió para el dolor «cómo se llamen», dejaban de hacerle efecto y no pasó mucho, hasta que el calor se volvió insoportable y le saltaron las lágrimas.
Se quedó allÃ, mordiéndose la lengua, hasta que el agua caliente se enfrió y acabó con el cuerpo adolorido. Uno de los criados entró para preguntarle si necesitaba más agua caliente y él le pidió que llamara a un guérisseur con las fuerzas que logró reunir. No pasó mucho, hasta que el criado entró con un hombre barbudo y gordo con un montón de cosas en las manos.
-Sir-dijo con una voz profunda y junto al criado desplegaron todo, sobre una sábana, junto a la tina: unos paños blancos, algunas vasijas selladas de barro, botellas, unas agujas e hilo de tripa y vendas limpias-. Me llamo Marcel Brosse, vivo en la biblioteca de la calle Obscura.
Marcel tenÃa unas manos grandes como jamones, pero hábiles. Limpió su brazo con un paño mojado en yodo... con una delicadeza increÃble. Le aplicó una cataplasma de hierbas del cual solo reconoció un poco de manzanilla de aroma delirante y lo vendo con movimientos armoniosos. El hombre gordo tenÃa un anillo de oro que sujetaba su barba cobriza entrecana y la sonrisa amarillenta de los fumadores de tabaco. Le dio de beber un extraño brebaje que sabÃa a pasto amargo y olÃa a té.
-Es una infusión de pasiflora y otras hierbas -respondió Marcel Brosse y junto al criado, lo ayudaron a secarse y cubrirse con unas mantas. Poco a poco, el dolor casi desapareció... junto al ardor. Cedric sintió como se quedaba dormido.
Lo llevaron hasta su habitación, la cama apretujada junto a figuras de héroes y libros de aprendizaje. Lo recostaron en la misma cama ancha que se inclinó bajo su peso. En la calidez de las mantas soñó con la bruja y esa noche del festival...
-Ten cuidado con lo que tocas -le advirtió Seth. Le sacaba una cabeza de alto y no parecÃa asustado. Más bien, una curiosidad malsana alimentaba su ego.
La caseta de la bruja, polvorienta, débilmente iluminada y atestada de especias y frascos. Era un pequeño cubÃculo al fondo de la calle Etoile, junto a edificios abandonados y guaridas de vagabundos. HabÃan ido más allá del umbral de las festividades y los puestos de tendederos, para ver a los brujos y sus actos maléficos. Cedric recordaba a la serpiente de boca negra retorcerse en la botella. El cuenco con un corazón sangrante. La mariposa de dos palmos, con las alas violetas ribeteada de azul. Lo que no encajaba, era el muñeco de trapo rojo, con la garganta ensartada de alfileres.
Cedric asustado, tomó de la muñeca a su hermano mayor. Su hermano jugueteó con una lanza de hueso, recorrió un dedo por el filo. Soltó un grito y la sangre negra manchó el suelo de tablas, corriendo por su dedo. La bruja apareció de entre las sombras, surgida de una pantalla de incienso. Ataviada en una túnica de lana negra y ornamentada con un largo collar de huesecillos curiosos. TenÃa el rostro corriente, envuelto en el humo aromatizante de su pipa de arcilla. Ojos bellos y crueles de mortificador... como lunas brillantes con motitas de oscuridad.
-¡Dioses!-Bufó Seth-. Buenas noches, señora... Vinimos a...
-Buenas noches, niños-se presentó con una voz suave y monótona-. La señora Gallete Sangreazul... Para servirlos.
Abanicó el humo con su sombrero de plumas de cuervo. Su cabello era largo, negro y brillante... sus labios carnosos eran azules. A pesar de... portar un aire de mucha edad, se veÃa muy joven. Clavó aquellos ojos luminosos en la sangre de Seth. Se mordió el labio, esperando.
-¿Ves los caminos de las personas?-Replicó Seth, con voz temblorosa. Su cabello rojo parecÃa inquieto, se palpó el bolsillo lleno de estrellas de bronce y unos cuantos valiosos oriones de plata.
Madame Gallete en un instante, le tomó la mano a Seth. El niño ni siquiera pudo retroceder, una corriente desconocida pasaba por sus cabezas. Destruyendo todo rastro de sentido. No podÃan escapar.
-Monedas hay muchas, muchacho. Lo más valioso es el fuego en la sangre-su voz era una melodÃa hipnótica.
Cedric habÃa soñado tantas veces con aquel recuerdo. Aquellos ojos luminosos y crueles siempre lo hacÃan estremecer. Los animales embotellados soltaban chillidos. Las salamandras de fuego brillaban, anaranjadas... en frascos de vinagre. Los pensamientos de la bruja se extendÃan más allá de su mente... penetrando en las suyas. Su influencia manchaba el delicado velo que sus cerebros. Manchando aquel sudario con impurezas.
Seth asintió, con nerviosismo.
Gallete buscó un frasco oscuro. Estiró el brazo de Seth, presionando sus dedos ensangrentados. El rostro del niño se deformó en una mueca de dolor. Las gotas rojas resbalaron por sus dedos. Cuando tuvo suficiente... meneó la sangre como si fuera un elixir preciado.
Se retiró, detrás de una mesa con olor a especias, con una vasija llena de agua cristalina.
Seth mojó un dedo en una espesa tinta negra y dejó caer una gota en el agua. La bruja fijó su mirada en la tinta... parecÃa ver más allá. Ver la tinta divagar en el agua a la luz de las velas. Un ritual incoherente. Cedric se sintió muy pesado mientras escuchaba los sonidos de proferÃa la garganta de la bruja. Un profundo susurro. Un lamento. Una canción de medianoche que rompÃa el alma. AllÃ, se esclarecÃan los sueños. Se alimentaba al remitente de las esperanzas vacÃas. La anhelada redención. La bruja levantó sus ojos brillantes, escarbando en las iris sanguinolentas del niño.
-Los caminos que conducen al destino son diversos, inciertos y nublados. Su visión no deja de ser perturbadora. Haz tu pregunta, vestigio de dragón.
Seth dudó un momento, tenÃa el dedo metido en la boca y chupaba la sangre con avidez.
-¿Solo una pregunta?-ParecÃa desilusionado.
El silencio habló por la bruja. Miraba con expectación la tinta divagando en el agua, mostrando imágenes del futuro indeleble. Las formas variadas parecÃan indistinguibles a sus ojos inocentes.
-Aquellos que conocen su destino están condenados a cumplirlo.
-¿Seré un gran hombre?
-SÃ-sonrió con aquellos labios azules. La taza temblaba en sus manos, sus gestos lo desconcertaron-. Pero... terminarás como la mitad de uno.
Seth se le rÃo en la cara. Era solo un niño, ¿cómo iba a terminar como la mitad de un gran hombre?
Seth estudió con esmero, se esforzó en el Château hasta llegar a la cima y se enfrentó a una bestia asesina en un pantano. Ganando renombre. Seth luchó, creció, batalló, sufrió y cayó de la torre... Era la mitad de sus fuerzas. Medio hombre. Un lisiado en una silla abandonada. La profecÃa lo habÃa arrastrado. Estuvo condenado desde que escuchó aquellas palabras malditas.
-Yo también quiero saber-Cedric dio un paso. La curiosidad infantil lo traicionó.
«Cuando mueras-Las palabras eran una brisa que se esfuma. Como la nieve o el fuego. Pero... la nieve se hacÃa agua y el fuego dejaba cenizas-. El dÃa que mueras...».
¿HabÃa olvidado las palabras de la bruja? No... No podÃa olvidar aquello. Era de madrugada y no podÃa dormir. Se levantó teniendo pesadillas con abominaciones y nubarrones tormentosos. Una barcaza sobre un rÃo rojo, rumiante de cuerpos flotantes, viajaba hasta él. La figura tenÃa una túnica escarlata y una máscara dorada. OlÃa a salitre. Se despertó en la madrugada y escribió cartas... A Pisarro du Valle. Julius van Maslow; el Mago Morado del Crepúsculo... y al rector Cassini EchevarrÃa. Les detalló lo que pasarÃa, las dejó sobre la mesa... Frustrado. No podÃa dormir... No ahora, cuando las emociones pesaban en el aire. Dio vueltas en la habitación... Giró los soldados de madera en sus dedos. Eran pequeños y detallados. La pintura de San Wesen, el Héroe Rojo se estaba desmenuzando. También tenÃa un muñeco de Seth y un monstruo colmilludo de escamas verduscas. Lo vio en una obra de marionetas y no dudó en comprarlo para levantarle el ánimo a Seth. Su hija mayor Balaam aprendió a manejarlo con rapidez. Su esposa siempre se reÃa cuando ella y él los manipulaban por los hilos, recreando la batalla en el pantano. Aunque... La verdad era más cruda. Su hermano nunca hablaba de aquel monstruo. Asà como Cedric no querÃa hablar del Homúnculista.
Buscó el cristal brillante atado a su cuello. Llamó a sus magicians a través de él... Aún podÃa lograr un cambio. Como magician, tenÃa un último trabajo. Se calzó las botas con esfuerzo. Un chaleco de cuero, sobre una túnica oscura. Se puso sobre los hombros una nueva capa de un rojo vivo y el ángel Lucifer bordado en hilo dorado, amenazante... Cedric no tenÃa varita. Ya no necesita un canal para liberar la quintaesencia. Aquello era de magos ineficaces. Le escribió una carta a su hermano y la dejó en la mesa. VolverÃa... para salvar a sus hijas.
George Bramante y Pietro Brunelleschi lo esperaban afuera de la casa. Sus magicians llevaban el manto con orgullo. George se cepilló el pelo rubio y Pietro tenÃa una espada y un puñal al cinto. Eran fantasmas tejidos con hilos de sangre, silenciosos y obedientes. Llamó a todos sus magicians, pero ellos fueron los únicos que volvieron. «Por supuesto... Les ordené que se marcharan». Ellos eran los únicos tontos que se quedarÃan a pelear. Los únicos fieles que le seguirÃan hasta la muerte. Escoltaron a Cedric a lo largo de la calles, el mercado desolado, la plaza Obscura y las casas silenciosas. Los jaques huÃan, sin cuidado, al verlos doblar la esquina. Pietro Brunelleschi lo seguÃa a su espalda y George iba delante, cuidando el camino. Llegaron al castillo, con el rastrillo levantado. Estaba amaneciendo... Recorrieron la Torre del Hombre Arrojado. Echaron un vistazo al jardÃn de las estatuas. Subieron las escaleras hasta el salón del trono y allÃ, ante la puerta. Los miró a ambos, serio y enfadado.
-Les ordené que se fueran de la ciudadela-bramó Cedric, con el ceño fruncido. El brazo oculto en su capa le picaba-. Y me desobedecieron.
Pietro miró al suelo. George se golpeó el pecho con el puño, tenÃa la varita de arce en la otra mano.
-Usted no es mi señor-se volvió a golpear-. ¿Por qué tendrÃa que obedecer sus órdenes, cobarde?
-¿Cree que dejaremos a un pobre manco enfrentarse solo a un mago negro?-Pietro levantó la voz. Sus ojos oscuros echaban chispas.
-Muchachos...
-Ya no somos sus hombres-musitó George. Su varita vomitó chispas-. Vinimos hasta aquà para salvaguardar a la isla.
-Sir-Pietro tenÃa la voz melindrosa. Las lágrimas estaban a punto de rodar por sus mejillas-. No pudimos hacer nada contra los... monstruos de aquel laboratorio. Nuestros compañeros... No, nuestros hermanos. Fueron arrastrados, a muertes dolorosas... mientras nosotros vivimos. Estuvimos pegados a usted, siempre... Somos unos cobardes.
-¡Por eso voy a seguirlo hasta la muerte!
-¡Pietro, George!-los llamó con autoridad, ambos enmudecieron-. Ustedes fueron conmigo al infierno y regresaron. Son los más valientes de todos. La isla necesita héroes como ustedes. Personas que sacrifican lo que son por el bien de los demás. Ustedes... merecen tener largas vidas. Por favor, no me sigan. ¡Váyanse!
Los hombres negaron con la cabeza. TenÃan los ojos enrojecidos. Cedric empujó las pesadas puertas del salón... La amplia estancia se desdibujó ante los crisoles coloridos que brillaban en la penumbra. Las largas butacas de madera exhibÃan el polvo y la alfombra mullida tenÃa manchas de tierra. Las ventanas colgaban, abiertas, impidiendo que la luz del amanecer se filtrara por los vidrios templados. Los magos iban a cada lado, la varita de George escupÃa chispas doradas con cada paso y Pietro mantenÃa la suya, oculta, atada a su muñeca. Cedric era más alto que ellos, pero sus figuras lo hacÃan parecer más imponente.
Encontraron una sombra gris, envenjecida y arrugada. Contemplando el trono, labrado de un roble oscuro con tallas de ogham y ribetes de oro macizo. Era una sombra austera, envuelta en humo... La oscuridad lamÃa sus pies descalzos y sus manos eran como hojas arrugadas. Los estaba esperando... Levantó sus ojos grises hasta ellos con una sonrisa maliciosa en los labios colgantes. Su mirada era gris, pero luminosa como la de Gallete. Una especie de hielo sucio, cautivador
-Beret-lo confrontó Cedric, despectivo.
-Sir Cedric-le dedicó una sonrisa blanquecina, congelada-. SabÃa que iba a venir-rÃo por lo bajo, satisfecho. Frotaba sus manos-. Es una lastima... El reino tenÃa sus esperanzas en usted. Las tiró a la basura, junto con su vida. Siguiendo una sociedad escuálida, construida sobre la exclusividad y la existencia de los privilegiados. Siempre... he odiado a los que viven en su ilusión. Desde nacimiento... solo saben disfrutar. Nunca han probado el sufrimiento que el resto padecemos. Usted, vive en una burbuja. Mientras el resto nos ahogamos en la miseria.
Sus labios pálidos se tornaban un poco azules, cuando sonreÃa o... No, Beret no valÃa la pena. La presencia del anciano lo incomodaba, la tensión podÃa cortarse en el aire. Cedric levantó su mano ilesa, abrió y cerró el puño y las flamas azules se encendieron. Recorriendo sus dedos con un calor agradable. No necesitaba concentrarse para liberar pequeñas dosis de esencia... La corriente recorrÃa su mano con un hormigueo.
-Es un viejo patético con razones despreciables. He matado a peores... ¿Cree que puede manipular a un anciano senil con sus pésimos poderes mentales?
-¿Mi discurso no lo convenció?-Beret bajó los escalones hasta ponerse a su altura-.¿Viene a ver al rey?
Cedric se inclinó, caminando hasta el anciano, sus zancadas se abrÃan paso en el suelo. Seth le habÃa contado todo lo que le habÃa dicho su informante. TenÃa cartas, documentos, seguimientos... Todo lo que Seth habÃa recopilado con su red de espÃas. TenÃa ojos y oÃdos en cada rincón de la isla. Lord Beret apretó los labios, parecÃa tan diminuto cuando Cedric le pasó una mano en el hombro. Sus ojos se encontraron.
-No sé de dónde viene... O quién será realmente-explicó Cedric-. Pero la Sociedad de Magos lo persigue. Yo lo persigo. Sé que lo expulsaron del Templo de las Gracias. Sus prácticas se volvieron inhumanas, disgustaron al Grand Maître Guérisseur Theus. Le arrebataron las insignias. ¿Qué hace un hombre manipulando cadáveres? Sus experimentos macabros, mancharon el nombre de los sanadores del templo. ¿Qué busca un hombre que se enfrenta a la muerte? ¿Qué desea, un mago negro?
»Años después. Se unió a la Maison de Noir como alquimista. Pasando desapercibido... sus investigaciones junto al rector Comodoro. Nadie sigue que intentaban desatar en las cámaras secretas del lugar. Lo vieron tratando con Giordano Bruno, conocido como el Homúnculista al volverse loco y ser expulsado de la casa de estudio. No lo conozco, nadie lo hace... Pero tengo una conjetura. Usted es un seguidor del caoÃsmo. Un mago que manipula las ramas prohibidas del Misticismo. La magia negra puede respirarse a su alrededor. Apesta a secretos y maldad.
-No existe tal magia negra, Sir-Lord Beret se frotó las manos. Su rostro no parecÃa expresar el miedo que sentÃa-. Solo son conocimientos incomprendidos. Los ignorantes temen lo que conocen. Como usted... persiguen a individuos que investigan la verdad del mundo. Me odia, pero yo no le guardo rencor. No siento nada por una persona que no puede ver más allá de su cuarto oscuro. Lamento que no nos hayamos conocido en otras circunstancias. Será un gusto... trabajar con lo que quede de su cuerpo
-No podrá escapar-Cedric hizo caso omiso a las palabras filosas del anciano. Miró a sus magicians y le dio la espalda a Beret-. Solo quiero que sepa... Que nuestro pueblo ha sufrido demasiado. Hemos sido perseguidos durante milenios.
Las escaleras hasta los aposentos del rey Joel quedaban detrás del trono. Cedric lo rodeó, se dirigÃa a la torre real. Miró a su espalda. Pietro desenvainó la espada y empuñó la varita... Recorrió el filo de la espada con la varita. La hoja de encendió con un resplandor de llamas pálidas. George levantó la varita, anunciando una Imagen Elemental.
-Un cielo negro esta lleno de brillantes estrellas azules.
La energÃa ionizada en el aire silbó. Una luz morada resplandecÃa, la varita vomitó un chorro de plata brillante... La centella de plasma olÃa a hierro ardiente. Cortando el estrecho espacio del salón. Beret levantó las manos arrugadas y la centella estalló ante ellas con un sonido metálico, regando el suelo con chispas pálidas. La varita de Pietro disparó un hilo de proyección que partió las butacas a la mitad. La espada del magician refulgÃa, centelleante, mientras avanzaba a zancadas hasta el anciano.
Cedric subió las escaleras de tres en tres. La puerta abierta lo dejó entrar, los ruidos de la batalla fueron desapareciendo con cada paso. La habitación estaba oscura. Una cortina ocultaba la cama, junto a ella, habÃa una fresca de tinto y dos copas de oro.
-¿Cedric?-La voz del rey Joel era frágil y benevolente, pero algo no estaba bien. El anciano reposaba en la cama con los labios amoratados y los ojos empequeñecidos-. No... Tengo mucha sed... No... Mi boca... seca.
-Joel.
Corrió la cortina. Joel pálido y enfermizo miraba al techo. Su sombra serpenteaba en la pared, oscura, alta. OlÃa a quÃmicos, a mercurio. Los ojos violáceos del rey brillaban con cierta intensidad, opacos. DebÃa liberar su mente de aquel maleficio que la aprisionaba. Los mortificadores podÃan encerrar o robar los pensamientos en la mente de una persona, pero no podÃan borrarlos. UsarÃa su quintaesencia como llave para abrirse paso a través de los recuerdos del anciano, pero debÃa tener cuidado... Era un hombre muy viejo. PodÃa fundir sus pensamientos al someter su mente.
-Vino-suplicó el rey, sus labios resecos se caÃan a pedazos-. Sed... Si vas a matarme. Déjame probarlo, por favor. Para este viejo. Es de la mejor cosecha, de Pozo Obscuro... espeso y tinto.
Cedric resopló. Afuera se escuchaba como las butacas volaban por los aires. Los estallidos de esencia y las transmutaciones energéticas. Se adelantó a servir las dos copas... TenÃa mucha sed. Todo estaba pasando... Estaban enfrentando a un mago negro de madrugada en el salón real. Era su último enfrentamiento, iba a abandonar su lugar como castellano en la Sociedad de Magos. Se volverÃa un consejero del rey al mudarse a la casa de sus padres. El reino no caerÃa, sus hijas no morirÃan. La edad oscura que su hermano pronosticaba podÃa impedirse. Las plagas, las pestes, la hambruna, las guerras y... los gusanos. LucharÃa contra aquellas fuerzas incontenibles. Junto al rey Joel, y mucho después. Hasta que sus fuerzas se extinguieran. Mientras Cedric Scrammer viva, el reino no morirÃa. Le tendió la copa al anciano. Joel bebió un poco del vino oscuro y sus pulmones volvieron a funcionar con eficacia.
Olisqueó el vino. SÃ, olÃa a triunfo. El clavo le daba un toque dulzón. Levantó la copa, esperanzado. TenÃa la certeza de que el cambio venÃa en camino. De que le vida seguirÃa. De que Balaam y Agnes tendrÃan un futuro luminoso. De que serÃa el marido tranquilo que siempre habÃa deseado su esposa.
-Brindemos-entonó con una sonrisa. Los ruidos habÃan cesado. Sus magicians tuvieron dificultades, pero vencieron... Como siempre-. Por la paz del reino... y por un nuevo comienzo.
Ambos alzaron las copas con sonrisas y bebieron un profundo trago. El vino espeso, caliente y negro le recorrió el pecho con un ardor de satisfacción. Los tentáculos calientes le bajaron por el estómago, aferrándose al calor de su cuerpo. Las mejillas se le encendieron. Tosió, un poco... Le picaba la garganta.
-ArrodÃllate-escuchó una voz suave. Beret apareció en la puerta de la habitación con la túnica manchada y las manos manchadas de sangre. La vista se le nubló-. Muere... como todos los que se oponen al cambio.
Cedric se derrumbó, su pecho estaba encendido en un asfixiante calor. Cuando intentó hablar, su boca se llenó de sangre y la vomitó sobre sus manos... No podÃa respirar. Todo lo que tenÃa en los pulmones era sangre y lÃquidos. Se ahogaba, arrastrándose por el suelo. Tosió, los gotas sanguinolentas caÃan al suelo. Sus ojos enrojecÃan, saliendo de sus cuencas.
«Cuando mueras» profetizó la bruja cuando era un niño. El lÃquido rojo y espeso se le escurrÃa entre los dedos. De su boca brotaba un manantial sanguinolento... Intentó respirar por última vez, pero su garganta quemaba. No podÃa morir... No ahora. Cuando tenÃa esperanza. Las manchas oscuras carcomieron sus ojos. El dolor traspasó su pecho y se desgarró el cuello con los dedos. Suplicando por aire... La sonrisa de Beret se ensanchó.
«No».
-El dÃa que mueras, joven dragón-la bruja tenÃa los ojos luminosos cubiertos de lágrimas sulfurosas. Su mirada era moribunda... Los matices tristes envolvÃan su vacuidad-. Tu vida entera escapará de tus manos...
«La civilización en Marte perecerá después de la Cuarta Generación»... anunciaban las letras escritas con sangre que JeremÃas encontró junto al cadáver desmembrado de la doctora Esperanza... La naturaleza humana es impredecible, oscura e inestable. ¿Qué pasará en cincuenta años de encierro cuando ocurra un asesinato misterioso? Recordaba con pesar las letras grabadas en su retina... Pero, ¿qué significaba la estrella boca abajo del cÃrculo de sangre en la pared? ¿Quién era la silueta negra al final del corredor del pasillo trece? El refugio Nirvana fue construido en uno de los tubos de lava del volcán inactivo Hadriacus Mons, los primeros cincuenta años en el planeta rojo fueron difÃciles... pero la civilización prosperó, hasta que los actos de un asesino enigmático, sumergió a los habitantes del refugio bajo un velo de terror. Llevándolos hasta la demencia del encierro espacial y un baño de sangre... Los poetas dicen que el futuro está en las estrellas. Un nuevo planeta es una oportunidad para comenzar desde cero, haciendo las cosas bien... Y la humanidad fue testigo de ello... cuando la vida en la Tierra se volvió insostenible, durante el cataclismo. Antoine llegó al planeta con la tarea de investigar en secreto las ruinas de una antigua civilización marciana, oculta en la cuenca Hellas Planitia... y su repentina desaparición... pero ello lo conducirá a desentrañar un misterio más aterrador de lo que pueda imaginar...
La vida de Jonathan Jiménez fue marcada por el exorcismo que mató a su hermana menor… Ha crecido rechazando la religión; pero cuando su novia encuentre una extraña figura en las cercanÃas de la montaña Sorte, el corazón de la brujerÃa en Venezuela. Aquella espiral de locura demonÃaca volverÃa para atormentarlo en uno de los episodios más trágicos de la historia de Chivacoa…
Allison se enamoró de Ethan Iversen, el futuro alfa de la Manada Moonlight Crown. Siempre quiso que él se fijara en ella. Sin embargo, Ethan era un alfa arrogante que pensaba que una débil omega no podÃa ser su pareja. El primo de Ethan, Ryan Iversen, que habÃa vuelto del extranjero y era el verdadero heredero de la manada, nunca intentó conseguir el puesto ni mostró ningún interés por él. Era todo un alfa playboy, pero cuando regresó a la manada, una cosa cautivó sus ojos y fue Allison.
Cuando volvieron a encontrarse, Jason dejó a un lado su paranoia y su orgullo y abrazó cálidamente a Chelsey. "Por favor, ¿vuelves conmigo?". Durante tres años, ella habÃa sido su secretaria de dÃa y su amante de noche. Chelsey siempre habÃa cumplido sus deseos, como una obediente mascota. Sin embargo, cuando Jason declaró sus planes de casarse con otra, ella optó por dejar de amarlo y dejarlo ir. Pero la vida dio giros inesperados. El inflexible cortejo del hombre, el bebé que ella estaba esperando y la avaricia de su madre la llevaron poco a poco al borde del abismo. Al final, sufrió mucho. Cinco años después, cuando regresó ella, ya no era la mujer que habÃa sido. Sin embargo, el hombre habÃa hundido en una espiral de caos de cinco años.
Mi nombre es Alicia, y solo tres palabras han podido definirme durante toda mi vida: adicta al placer. SÃ, soy una jodida ninfómana y no temo a decirlo. He vivido cientos de aventuras y he cumplido todas y cada una de mis fantasÃas más retorcidas, esas que nadie se atreverÃa a contar en voz alta. Nadie excepto yo. ¿Te atreves a descubrirlas? Eso sÃ, te advierto que necesitarás dos cosas: lo primero, una mente muy abierta y, lo segundo, un par de bragas limpias...
Durante tres arduos años, Emily se esforzó por ser la esposa perfecta de Braiden, pero él todavÃa se mantenÃa distante con ella. Cuando él le pidió el divorcio por otra mujer, Emily desapareció. Sin embargo, cuando reapareció más tarde, se convirtió en su última fantasÃa. Despidiendo a su ex con una sonrisa burlona, ella le desafió: "¿Te interesa una colaboración? ¿Quién te crees que eres?". Los hombres no le servÃan para nada; Emily preferÃa la independencia. Mientras Braiden la cortejaba sin descanso, descubrió las identidades secretas de Emily: hacker de alto nivel, chef, médica, talladora de jade, corredora clandestina... Cada descubrimiento aumentaba el desconcierto de Braiden. ¿Por qué los conocimientos de Emily parecÃan ilimitados? El mensaje de Emily era claro: destacaba en todos los aspectos.
Kai y Lizzy inician una nueva etapa, donde se destapan secretos, caen muros y la relación se fortalece.
A veces el amor aparece de la manera más inesperada y en la forma de la persona menos pensada. Para Daniel, la vida a sus 40 años es una rutina entre sus tres hijos y su cargo de CEO de la empresa familiar. El fallecimiento de su esposa lo deja inmerso en la tristeza; creando, con el correr de los años, una coraza frÃa a su alrededor. Deanna tiene una vida normal, trabaja medio tiempo y estudia en la Universidad de Artes porque quiere lograr su sueño: cantar en la ópera. Solo le falta un año para terminar su carrera cuando su amigo Harry le pide ayuda desesperado. Una antigua regla familiar le impide casarse con su novia, la cual está embarazada. Para hacerlo, Daniel, su hermano, debe casarse primero. Para ayudarlo con su problema Daniel y Deanna acceden a fingir una relación y un matrimonio. Son tan opuestos que la atracción es inevitable. Él encuentra en ella la calidez que faltaba en su vida y Deanna el amor luego de una ruptura desastrosa. Finalmente, Daniel puede volver a tener una familia. Pero hay muchos intereses ocultos que buscan separarlos y alejarlos. El viaje es difÃcil, deben enfrentarse no solo a terceros que les complicaran las cosas, sino también a sus propios miedos e inseguridades. No es sencillo equilibrar 15 años de diferencia. Pero el corazón tiene razones que la misma razón nunca entenderá.