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No soy Cenicienta

No soy Cenicienta

5.0
6 Capítulo
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Deborah es una chica extrovertida, inteligente y trabajadora, con muchos sueños por cumplir. Su padre murió cuando tenía diez años, y desde entonces su madre y ella han tenido que trabajar limpiando casas, pero ahora su vida se ha complicado más, ya que su madre está enferma del corazón y por ello aceptará cualquier cosa. Por hazañas del destino ella entra a la Academia Real la cual es una escuela para nobles, desde entonces su vida cambiará por completo. ¿Podrá sobrevivir a ese mundo?¿Qué sucederá cuando se enamore del hombre equivocado?¿Podrá con el secreto que le oculta su familia? "No soy cenicienta", una historia de amor, secretos y realeza. Portada hecha por la Editorial Latina en Wattpad Obra original prohibida su copia parcial o total.

Capítulo 1 El trabajo

Mi madre quería convencerme de que este era el mejor trabajo que podía tener y de echo lo era, no obstante tenía un inconveniente, trabajar en la Mansión Constan no estaba dentro de mis planes, porque la familia Cayet dueña del Ducado de Constan era una de las más ricas de Veldania, lo que no tendría nada de malo si no perjudicara a nadie.

Los miembros de la élite de Veldania eran sin dudas unos seres repulsivos, pues permitían que muchas familias con niños de todas las edades pasarán necesidades e incluso murieran. Mientras muchas personas fallecían por no poder pagar los medicamentos, ellos gastaban el dinero en vestidos, carros y fiestas que no tenían ningún sentido, además si hacían alguna donación era para su beneficio, nunca había visto a algún miembro de la nobleza hacer algo sin pedir nada a cambio. Ellos eran los causantes de la gran pobreza que existía en nuestro país, sin mencionar al príncipe heredero que era un bueno para nada y mujeriego. Aunque no conocía su rostro, porque nunca salía en la televisión, sabía que era un mujeriego que a pesar de tener como prometida a Lady Susan Cayet siempre buscaba a otras mujeres, lo que me hacía estar segura de que él nos llevaría a la ruina total.

Mi madre estaba desesperada porque aceptara el trabajo, tanto, que incluso dejó de hablarme simplemente para conseguir que aceptara el trabajar ahí, sin embargo no me convencería de ninguna manera y ella nunca podía quedarse callada, así que mientras cenábamos no aguantó más y explotó:

—¿Por qué no quieres aceptar el trabajo? ¡¿Por qué?! —exclamó dando un golpe en la mesa que me sobresaltó, aunque intenté disimularlo.

—¿En serio me preguntas el por qué? —pregunté en tono sarcástico dejando los cubiertos en la mesa. No podía entender su pregunta, ella debería entender el «por qué», ya que me conocía muy bien.

—Sé perfectamente que odias a la nobleza, pero tú no vas a vivir con ellos, sino que vas a trabajar —respondió haciendo énfasis en la última palabra—. Debes aceptar ese trabajo, tú sabes de sobra que no tenemos muchas opciones —agregó con firmeza.

Mi madre no solía ser estricta conmigo, pero ella tenía razón sobre nuestra situación. Las dos teníamos varios trabajos, sin embargo, el dinero solo alcanzaba para cubrir las necesidades básicas, pero...

—Aún así, me niego a trabajar para Lady Anne. Por lo que he escuchado es una mujer antipática al igual que su hija Susan —respondí poniéndome en pie.

Tomé mi plato que estaba casi intacto y lo puse en el nevera, ya que si algo no se podía hacer en casa era desechar alimentos que aún podían comerse. Luego me fui a la sala, y después de unos minutos apareció mi madre que comenzó una discusión que posiblemente hubiera llegado hasta el amanecer, sino la hubiese interrumpido.

—No voy a seguir discutiendo sobre este tema —contesté y me dirigí a mi habitación.

Ya por hoy estaba cansada de escuchar las palabras: «Buen trabajo y Mansión Constan» en una misma oración.

—¡Deborah, vuelve aquí! ¡No hemos terminado de hablar! —grito mi madre, pero no le hice caso.

Entré en mi habitación y puse cerrojo para que ella no pudiera seguir con la discusión.

Me recosté en la puerta y resbalé hasta quedar sentada en el suelo; miré a mi alrededor sin buscar nada en especial, simplemente quería despejar mi mente, pero cómo sería posible si mi clóset necesitaba unos arreglos o un día de estos iba a caer sobre mí, mi cama y colchón chirrearan cada vez que me acostaba y las paredes por suerte las había podido pintar con algo de pintura que nos había dado el padre de Paty, pero además de mi cuarto habían muchos problemas en el resto de la casa que se iban acumulando. Desde que tenía diez años había tenido que olvidar mi niñez y madurar, a veces me sentía tan cansada de la vida que deseaba morir.

Decidí que no quería pensar en mis dificultades, por lo menos no esta noche; así que, me cambié de ropa y me acosté en la cama, que a pesar de no ser la mejor del mundo había sido mía por aproximadamente trece años.

Entre pensamiento y pensamiento mis cansados ojos se cerraron hasta caer en un profundo sueño.

(…)

Estaba muy emocionada porque mi padre regresaba de su largo viaje e íbamos a pasar todo el día juntos.

Entré en la amplia sala esperando ver a mi padre dándole un beso a mi madre cómo era costumbre cada vez que llegaba de un viaje, pero en vez de eso encontré a mi madre sentada en el sillón con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Mamá? ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? —pregunté acercándome a ella lentamente.

—¿Me das un abrazo? —preguntó secando las lágrimas que salían de sus verdosos ojos.

—Claro, mami —respondí pasando mis brazos alrededor de su cuello.

Mi madre decía que mis abrazos eran mágicos y siempre que pudiera curarla con uno, lo haría.

—Gracias —respondió abrazándome más fuerte.

—¿Qué pasa, mamá? —pregunté por segunda vez.

Mi madre se tenso un poco, me separó de ella y me sentó en su regazo. Sus ojos reflejaban un dolor que no podía comprender. ¿Qué podía haber pasado para que estuviera en ese estado la mujer más alegre del universo?

—Hija, ¿recuerdas cuando te dije que tu abuela está en el cielo? —dijo secándose los ojos.

—Sí, me dijiste que el cielo es un lugar hermoso, pero que todos los que van allí no regresan —respondí recordando esa conversación. Me había dolido mucho no conocer a la abuela, ya que mi madre decía que era una persona maravillosa y en las fotos que ella me había mostrando se veía que era un mujer muy hermosa.

—Bueno, ahora tu padre se ha ido al cielo —prosiguió mamá después de una larga pausa.

Al oír esas últimas palabras sentí un dolor en mi pecho como si hubieran estrujado mi corazón; quise decirle que eso no era verdad, que él había prometido regresar, pero mi boca se negaba a hablar, mi garganta se cerró y las lágrimas empezaron a brotar como si de una cascada se tratara.

Me bajé del regazo de mi madre y salí corriendo.

De pronto la voz volvió a mí y grité con la voz quebrada.

—¡PAPÁÁÁ! —abrí la primera puerta que correspondía al cuarto de mis padres— ¡Papá, sé que estás aquí! —grité entrando al cuarto, pero nadie respondió.

—¡PAPÁÁ! —volví a gritar, mis ojos estaban llenos de lágrimas, tanto que casi no podía ver lo que tenía delante.

«Él no está muerto, él me prometió regresar», repetía en mi mente mientras seguía llamándolo.

—Deborah, por favor no hagas esto —suplicó mi madre entrando en el cuarto.

Ella también lloraba; sus ojos estaban rojos y sus brazos no paraban de temblar, al igual que los míos, pero no quería creerlo, mi padre tenía que estar aquí, él me lo había prometido.

—¡PAPÁÁÁ! —seguí gritando con la esperanza de que mi padre aparecería.

Abrí los ojos de sopetón, y me incorporé agitada y sudorosa. Sentí que mis ojos se nublaban y en un momento noté como mis mejillas se humedecían, me tiré nuevamente en la cama comenzando a sollozar.

La muerte de mi padre había sido un gran golpe para mí, él era mi héroe y el hombre que se supone, amaría para siempre, no obstante el destino me lo había quitado muy rápido. A pesar de que habían pasado nueve años seguía teniendo esas horribles pesadillas, pero no le había contado a mi madre acerca de ellas, porque formaría un drama por ello, cosa que quería evitar.

Después de un rato me negué a seguir llorando, guardé mis lágrimas y tragué el nudo que siempre se formaba en mi garganta cuando pensaba en mi padre.

Me levanté de la cama y siguiendo el olor de los crepes que mi madre cocinaba siempre en las mañanas llegué a la cocina, donde ella preparaba el desayuno mientras tarareaba una canción que no reconocí. Después de un segundo mi madre se dio cuenta de mi presencia y se giró hacia mí con rostro enojado, parecía que no había olvidado el tema del trabajo, pero pareció darse cuenta de algo y preguntó acercándose a mí:

—¿Estuviste llorando?

Instintivamente me toqué la cara buscando rastro de alguna lágrima que me delatara y al no encontrar nada, respondí:

—No, mamá, ¿por qué lo dices? —Había llorado tantas veces en silencio, que ya se me había hecho una costumbre.

—Deborah, a mí tú no me engañas, sé que estuviste llorando —respondió cruzándose de brazos, dispuesta a hacerme confesar, pero no lo lograría.

—Mamá, ya te dije que no estaba llorando —repliqué, pero al ver que no la estaba convenciéndola agregué: —El problema es que no pude dormir bien, todo por culpa tuya y la idea del trabajo.

Sin esperar una respuesta me fui al baño y decidí que ya que estaba allí iba tomar una ducha. Estuve un buen rato bajo el agua pensando en mis dificultades; al principio el baño era mi refugio para llorar y desahogarme, pero luego comencé a decirme a mí misma que debía seguir adelante sin rendirme, no obstante cada vez se me hacía más duro luchar contra los problemas.

Luego de un rato salí de la ducha, me vestí y fui a desayunar.

Mi madre ya se encontraba desayunando, y ni siquiera me miró cuando me senté, pero no le presté atención a eso.

—¿Qué tal está el desayuno? —preguntó después de un rato aparentando estar relajada.

—Todo está genial —contesté. Aunque no teníamos mucho dinero mi madre sabía aprovechar hasta la última miga de pan.

—Ya que no pudiste dormir bien me imagino que has vuelto a considerar el tema del trabajo —soltó mamá de pronto, y yo casi me ahogo al oír eso.

Rápidamente tomé un vaso con agua y me lo bebí completo. Anoche no había pensado para nada en el trabajo, pero sí en nuestro problemas y pensándolo ahora con la cabeza fría, era imposible rechazar ese trabajo con todas las necesidades que teníamos en casa.

—Sí, lo he pensado mejor y he decidido que aceptaré, tenemos demasiados problemas como para estar rechazando el trabajo —respondí jugando con el pedazo de crepé que quedaba en mi plato.

—¡Ay, que bueno! ¡Sabía que cuando refrescaras el asunto aceptarías, siempre haces lo mismo! —exclamó mi madre poniéndose en pie para darme un abrazo.

—Sí, grita, ríe y baila de felicidad, enviarás a tu hija a la muerte —respondí yo separándome de su abrazo que no me dejaba respirar.

—Deborah, no seas dramática —dijo ella poniendo los brazos en jarra—. Ahora, escúchame bien para que no cometas ningún error, la entrevista de trabajo es mañana en la Mansión Constan, serás atendida por Madame Müller. El trabajo es solo por el verano por tanto no afectará la universidad y las recomendaciones ya fueron enviadas por la señora Luisa, así que creo que podrás conseguirlo, por favor, no vayas a dejar en mal lugar a Luisa, ella es una excelente amiga que me ha ayudado mucho —explicó con una sonrisa.

—Está bien, intentaré no hacerla quedar mal —respondí, sin mucho ánimo—. Si eso es todo, me voy —agregué levantándome de la mesa.

—¿No vas a terminar de desayunar? —preguntó poniéndose seria.

—No. Perdí el apetito —respondí y salí de la casa sonando fuertemente la puerta.

Decidí ir al parque de Ankar, un lugar donde podía admirarse la naturaleza sin salir de la ciudad. Allí solía ir con mi padre a pescar, era mi lugar favorito y me proporcionaba la paz que necesitaba en los momentos que me desesperaba.

Al llegar al parque me cercioré de que mi lugar favorito no estuviera ocupado y al comprobar que estaba vacío fui hacia allí y me senté. El banco daba una hermosa vista al lago en el que los patitos nadaban y la personas montaban bicicletas acuáticas.

Oyendo el ruido de los pájaros me puse a pensar en la decisión que había tomado, sabía que era la correcta, pero aún así no soportaba pensar en trabajar para la Duquesa de Constan y su hija Susan. Por lo que había escuchado de Susan era una persona cruel, mimada, caprichosa y creída; no deseaba trabajar para un ser así, pero no tenía otro remedio.

De pronto sentí una mano en mi hombro que me sobresaltó. Al girarme me encontré con Paty, que me sonrió y se sentó junto a mí.

—Mi madre te envió ¿cierto? —dije levantando una ceja acusadoramente, siempre que le costaba convencerme de algo acudía a mi amiga para que me convenciera con sus múltiples argumentos.

—Un "buenos días" no estaría nada mal, Deborin —bromeó Paty sonriendo.

En otro momento me hubiera reído por el ridículo apelativo con el que siempre me llamaba, pero en ese momento respondí con tono de advertencia.

—Paty —Al oír mi tono se puso seria.

—Deborah, sé que odias a los nobles por lo que viste sufrir —dijo mi amiga y recordé con amargura cuando fui una vez al médico y vi como una madre imploraba por la vida de su hijo pequeño, pero nadie hizo nada para salvarlo y no por falta de personas que donaran el dinero, porque recuerdo haber visto por lo menos cinco nobles cerca de ella. Mi furia por la nobleza había comenzado ese día, con tanto dinero que poseían no habían sido capaces de ayudar a esa pobre mujer que lloraba por su hijo—, pero recuerda que tu madre te necesita mucho y por encima de ella no puede haber ninguna persona, ni siquiera los estúpidos nobles.

Mi madre sufría del corazón y debían hacerle una cirugía, aunque no había sido posible realizarla por el alto costo de esta, si bien llevaba reuniendo hace un buen tiempo, todavía no llegaba ni a la mitad de lo que necesitábamos y era la razón principal por la que había aceptado el trabajo.

—¿Por qué crees que acepté?, mi madre es lo más importante para mí —respondí llevándome una mano al pecho—. Además mi madre me hubiese obligado a aceptar el trabajo de algún modo —añadí haciendo reír a Paty.

—Es que no sé para que te resistes si sabes que Ada es más testaruda que tú —dijo con una sonrisa.

—Tenía que intentarlo ¿no? —contesté en un suspiro para hacer el momento más dramático.

—Eres una llorona, por eso te llaman Cenicienta —respondió con una sonrisa, no obstante yo ni siquiera hice el intento, al contrario, me puse más seria de lo que estaba.

—Ya te he dicho que no me gusta que me llamen así —le dije cortante. En la escuela todos me llamaban «Cenicienta» por ser hija de una sirvienta. Siempre que me molestaban Paty salía en mi defensa y yo solo lloraba, pero me cansé de llorar y decidí enfrentarme a ellos, yo no era Cenicienta y jamás lo sería.

—Es que como estamos de vacaciones ya nadie te llama así —se justificó.

—Ojalá nadie lo hiciera nunca más —respondí con fastidio y para cambiar de tema agregué: —¿Qué tal tus vacaciones?

—Muy bien, mamá me ha inscrito en un curso para periodistas talentosos —anunció con una gran emoción. Paty estaba estudiando periodismo para seguir la tradición familiar y al parecer era su pasión, además de las fotos claro está, pues si había una fanática de las fotos era ella.

—¿Tú, una periodista talentosa? —bromeé y ambas comenzamos a reír. Paty era talentosa en muchas cosas, a diferencia de mí, ya que a pesar de ser inteligente no tenía ningún talento sorprendente.

Nos quedamos un rato hablando o mejor dicho chismoseando; porque cada vez que nos veíamos Paty me contaba cosas que le habían pasado a personas las cuales no conocía, pero siempre que decía no conocerlo ella me sacaba el árbol genealógico de esa persona y terminaba más confundida que al principio.

Esta vez el teléfono de Paty me salvó de seguir con el chismorreo. Mi amiga molesta por la interrupción tomó su teléfono para ver quién era el inoportuno. Al ver de quién se trataba sus ojos se iluminaron como si todo el firmamento se hubiera instalado en ellos. Se giró hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja y dijo:

—Es un mensaje de David, dice que me extraña mucho y que me espera en el café cerca de la universidad —La cara de tonta enamorada no se la quitaba nadie. A pesar de que llevaban solo un año era como si llevaran todo la vida juntos, transmitían su amor a todos, incluso, a veces me ahogaba con tantos arrumacos.

—¿Y qué estás esperando para ir con él? —pregunté poniéndome de pie, la cogí por las manos y la jalé hacia mí para que se pusiera de pie.

—Antes de que me vaya dime como me veo —dijo Paty pasándose una mano por el cabello para acomodarlo.

—Ya te he dicho muchas veces que eres muy hermosa.

Ella era una morena de un metro setenta y nueve, sus ojos eran de un color marrón oscuro y su cabello no tenía nada que envidiar a nadie; parecía una modelo, pero ella no lograba creerlo.

—Es que nunca me lo creo —respondió dándome un abrazo—. Nos vemos luego ¿no?

—Te espero más tarde —me despedí y la vi alejarse.

Aún no quería ir a casa, así que me puse a lanzar piedras al lago y así pasar un rato.

—Disculpe, pero creo que está sentada en mi lugar —dijo una voz detrás de mí, parecía muy seguro de lo que decía.

Me di la vuelta con toda la intención de decirle cuatro cosas al que se creía el dueño del parque, sin embargo me quedé muda al verlo.

Era un hombre más o menos de mi edad, pero era mucho más alto que yo. Iba vestido de traje y corbata, aunque se notaba lo atlético que era. Tenía ojos marrones y despiertos, cejas espesas, nariz de punta cuadrada, cabello castaño claro perfectamente peinado y boca fina cubierta por una barba poco poblada. No sabía mucho de hombres, pero yo diría que era el chico que cualquier mujer desearía.

Saliendo de mi escaneo rápido contesté:

—¿Su lugar? Perdón, pero me parece que el parque es público, por lo tanto este lugar no le pertenece.

—Es verdad que el parque es público, pero siempre que vengo me siento aquí —respondió y el tono de su voz no me gustó, pero ¿quién se creía él? ¿El rey?

—Mire que bien, yo siempre me he sentado aquí al igual que usted, pero eso no lo hace ni suyo, ni mío —alegué poniéndome de pie para que mis palabras tuvieran más efecto, no obstante al acercarme me di cuenta de que él era mucho más alto de lo que pensaba.

—Veo que no está dispuesta a ceder —expresó con una sonrisa como si eso no le molestara.

—No, así que mejor busque otro lugar donde sentarse, porque aquí estoy yo —respondí firmemente haciendo un gesto para que se marchara.

En vez de eso dio un paso hacia mí quedando a pocos centímetros. Sentía el calor que desprendía su cuerpo; cerré los ojos y respiré hondo para calmar a mi corazón que se había acelerado.

Cuando sentí que me había calmado abrí los ojos y me encontré con los suyos de un marrón intenso.

—Creo que no me voy a ir —dijo con un tono intimidante a la par que seductor.

Se notaba que era un experto en el arte de la seducción.

—Pues yo tampoco —respondí mientras me repetía internamente: «Concéntrate, concéntrate, concéntrate», puesto que todo en él me distraía.

—Te propongo una apuesta —propuso dando un paso atrás y al fin pude respirar bien.

—No hago apuestas con desconocidos —respondí sin ganas de seguir hablando con ese hombre que me ponían los pelos de punta.

—Eso podemos solucionarlo, Dylan Kosyan, mucho gusto —se presentó extendiendo la mano.

—Deborah Beltrán —dije estrechándole la mano—, aunque no puedo decir que sea un placer.

—Listo, ya nos conocemos —resolvió él como si un nombre nos hiciera cercanos.

—Sigo sin conocerte.

—Pero si ya sabes mi nombre, además la apuesta te conviene.

—Di de que trata la apuesta y te diré si acepto —señalé cediendo un poco, pues su oferta se veía tentadora.

—Esa es la respuesta que quería oír —dijo con una sonrisa que me erizó la piel.

—Ves esas bicicletas acuáticas que están haciendo una carrera, escoge una —dijo señalando al lago.

—¿Qué apostarás? —le pregunté mirándolo a los ojos y acercándose a mí susurró:

—Si tú ganas me iré de aquí y te dejaré en paz —al oír eso cerré los ojos, al fin este idiota se iría —, pero si yo gano, cenarás conmigo mañana —abrí los ojos sorprendida por tal declaración y lentamente me giré para verlo, definitivamente ese hombre estaba loco.

—Estás loco, no cenaré contigo —respondí girándome completamente hacia él.

—Entonces ven, sentémonos juntos —dijo sentándose en el banco con una sonrisa burlona que me hizo enojar.

—Acepto —respondí rápidamente—, apuesto por ese —agregué señalando a la bicicleta roja que iba por delante.

—Chica inteligente —dijo poniéndose en pie—, pero vas a perder —agregó a mi lado con tono arrogante. Este hombre era i-n-s-o-p-o-r-t-a-b-l-e con todas las letras.

—En tus sueños ganarás —dije burlándome.

—Lamento arruinarte la fiesta, pero acabas de perder —dijo señalando hacia el lago.

—¡¿Cómo?! —exclamé girándome y efectivamente, la bicicleta que había elegido ya había perdido.

—Me debes una cena, preciosa —anunció a mi espalda y sentí ganas de abofetearlo por ser tan idiota.

—No me llames así —dije casi gruñendo apretando la mano en un puño.

—Está bien, Deborah —dijo—. Ahora dame tu número de teléfono para poder localizarte.

—No tengo.

—¿Ni en casa? —preguntó alzando una ceja.

—No —mentí, no quería que un desconocido tuviera el número de casa.

—No seas mentirosa, todos en Veldania tienen teléfono en casa —dijo desmintiéndome—. Dámelo ahora mismo ¿o quieres que lo consiga por otras vías?

—¿Me amenazas? —pregunté frunciendo el ceño.

—No, para nada, yo solo te estoy advirtiendo —respondió acercándose a mí para intimidarme y eso me dio coraje.

—Pues sabes qué, no te lo daré —dije hundiendo mi dedo en su pecho.

—De todas formas, lo conseguiré —aseguró con una media sonrisa.

—Pues bien, nos vemos mañana —respondí y me di la vuelta dispuesta a irme, pero de pronto me tomó por la muñeca, me volví y por un momento me sentí magnetizada por sus ojos, aunque me recuperé rápido— ¿Qué quieres?

—Mañana paso por ti a las seis y media.

—Está bien, ¿algo más? —dije soltándome de su agarre.

—No, nada más, nos vemos mañana —respondió mostrándome su perfecta dentadura en una sonrisa.

—Adiós —dije dándome la vuelta. Me fui de allí lo más rápido que pude, no quería volver a cruzarme con ese tal Dylan, ya bastante que tenía que cenar con ese idiota. ¡¡Dios!! ¿Cómo había perdido esa maldita apuesta? o mejor dicho: ¿cómo había caído en su trampa?

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Recién lanzado: Capítulo 6 El beso   05-28 21:33
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