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Al principio no entendía que estaba pasando conmigo, con las personas a mi alrededor, hasta que entendí que existían más secretos, engaños y mentiras de las que pudiera imaginar. Mi vida cambió por completo, pero no fue un cambio bueno, al contrario, incluso hoy me despierto con el miedo de tener otra mala notica que pondrá a todos en alerta. No voy a decir que mi vida era aburrida antes de todo lo que me pasó porque no lo era. Tenía amigos, buenos amigos, un crush, ¿por qué no?, buenas notas... En fin tenía todo un futuro por delante, pero se me tuvo que ocurrir subir al techo. Luego de eso mi vida jamás fue estable o normal todo un maldito caos que no pude comprender hasta hace poco...
Por muy cliché que suene, todo empezó en un viernes 13, viernes en el cuál había luna llena y para empeorarlo todo era Luna Roja. Para muchos eso no significaba nada, solo una noche con demasiada publicidad por las leyendas a su alrededor. Para otros era el día del año en que más hambre y fuerzas tenían. Habían unos terceros que se escondían, por si las dudas, no salían en todo el día y se mantenían alejados de cualquier puerta o ventana, estando alerta cada segundo que transcurría.
Por otro lado estaba yo, para mí era otra noche de soledad, sin mis padres presentes por su trabajo, no tenía miedo ni creía en ninguna leyenda, pero tampoco me fiaba de las personas en este día en especial, solían ponerse algo locas, por lo que decidí quedarme en casa, o mejor dicho en el techo, admirando las estrellas y la transformación de la luna de un blanco brillante a un rojo carmesí más llamativo aún.
En fracciones de segundos mi noche de tranquilidad y soledad terminó en una tragedia, vi en el callejón que estaba en diagonal a mi casa un hombre que venía corriendo, como si huyera de algo o alguien, cuando pasaba por el callejón tiraron de su brazo y casi de inmediato entró otro, supuse que a ayudarlo o tal vez era de quien huía, no sabía. Después de varios ruidos de lo que pensé que eran golpes, vi como salía un lobo cojeando y sangrando mientras arrastraba al primer hombre que entró, luego salió un chico que a lo mucho era un año mayor que yo, limpiándose la sangre de la boca y manos, con bastante desagrado y otro que salió bañado en sangre, quejándose.
Por instinto me escondí, no quería que supieran que estaba viendo y terminar igual o peor que aquel hombre. ¿El otro? Pues no sé, no lo vi más, bueno a ninguno de los cuatro pues sentí como algo frío, como acabado de salir del congelador, me tocaba el hombro, tengo que aclarar que estamos en pleno verano. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo y viceversa, tragué en seco y me giré a ver aquello que me tocaba el hombro con tanta insistencia.
Al principio pensé que todo era producto de mi imaginación, por todas las estupideces que estuve viendo en la televisión en estos días, pero no, era tan real como yo. Era un chico que no pasaba de los once años, cabello negro y largo hasta los hombros, sus ojos tenían un color verde intenso, en los cuales se podía ver el reflejo de la luna, pero nada de eso fue lo que me dejó estática frente a él, muy a pesar de que el color de sus ojos era más brillante que el de cualquier ser humano, lo que me asustó, me aterró y sobre todo, me impresionó, fue su sonrisa, si no fuera por los largos y filosos colmillos que sobresalían sobre sus labios, diría que era una sonrisa tierna e inocente, lo cual me resultó demasiado chocante. Tenía ganas de salir corriendo y pensar que todo fue una alucinación, pero mi cuerpo no quiso responder a mi grito de auxilio.
-Shhh..... No digas nada, nos puede descubrir, ven conmigo -Extendiéndome la mano, invitándome a ir a sabrá Dios donde -Perdón si te asusté, no fue mi intención, pero si no vienes vas a sufrir mucho -dijo con voz dulce al darse cuenta de que no respondía a su invitación.
Seguí mirándolo con cara: "¿y este quién es? Está loco si cree que voy a ir con él" y parece que lo entendió enseguida porque prosiguió:
-Mira tienes dos opciones o quedarte aquí a merced de alguien que acabas de ver que mató a otro o arriesgarte a irte conmigo. No tengo intenciones de hacerte daño, si fuera así ya lo hubiera hecho, ¿no crees? -Tenía un buen punto por lo que con algo de temor acepté su mano y me paré cuidando de que no me vea el hombre que aún seguía parado ahí, mirando hacia los lados, buscando a alguien.
Caminamos hasta el otro lado del techo, mientras que lo hacíamos solo podía repetirme una y otra vez que esto era una locura. Nadie en su sano juicio confiaría en un niño que no conoce y menos con un aspecto nada humano. Al llegar al otro borde, veo como él calcula la distancia entre el techo de mi casa y el del vecino.
-¡Estás loco si crees que voy a saltar eso! No soy Spiderman para estar saltando de techo en techo -le dije horrorizada al darme cuenta de sus intenciones.
-Confía en ti, sé que puedes hacerlo, a parte no está tan lejos y es la única forma de escapar de aquí.... Rápido antes de que huela tu sangre y adiosito tu vida y la mía por ayudarte -suplicaba a la vez que intentaba convencerme.
Me dirán loca, que lo que hice, nadie en su sano juicio lo haría, pero ese chico por segunda vez tenía razón, preferiría una y mil veces saltar teniendo aunque sea un cero punto un porciento de salir con vida que quedarme a merced de aquel tipo el cual estaba cien por ciento segura que me mataría sin pensarlo ni por un segundo.
La sensación de estar en el aire con grandes posibilidades de fallar y caer de un tercer piso, junto a que estábamos huyendo de un potencial asesino hizo que la adrenalina de mi cuerpo subiera a niveles que no sabía que existían. Mi corazón latió con tanta fuerza que pensé que se saldría de mi cuerpo, experimentaba una sensación extraña, no era un escalofrío, mas bien era como si la sangre se me congelara y al segundo hirviera a niveles que el sol me quedaría chiquito.
Como era de suponerse al llegar al techo de mi vecino, el cual por cierto jamás he visto en mi vida, resbale por estar en el mismísimo borde y por poco caigo al suelo, por suerte estaba el chico ahí, quien me ayudó enseguida.
-Vamos, rápido, que seguro ya te escuchó y aún nos falta otro salto, así que apúrate -susurraba agitándome para que corriera más rápido y poder llegar a no sabía dónde.
-¡¿Qué?! ¿Estás loco o qué? Yo no voy a saltar otra vez. En esta casi me mato. ¿Quién me dice que en la otra no lo hago? -Estaba asustada por lo que al principio grité, pero enseguida bajé la voz al recordar que sería mejor si no hablaba.
-Bueno si quieres quedarte aquí y morir vale, pero yo ya no te voy a seguir pidiendo que vengas conmigo, a mí no me puede hacer mucho así que... me voy -se veía molesto y algo fastidiado, no entendí el porqué de su reacción, pero mucho menos entendí por qué mi cuerpo empezó a moverse por sí solo hasta donde él estaba, siguiéndolo como había hecho hasta ese momento. -Bien, esta vez dobla más tus rodillas e impúlsate más fuerte, verás que vas a llegar.
Tengo que admitir que me moría de miedo porque jamás fui buena en los ejercicios, en ningún deporte hasta ahora inventado, por lo que correr y saltar de techo en techo por mi vida no era algo que mi cuerpo podría hacer con normalidad.
Cerré los ojos con fuerza y de un impulso volví a saltar. Esta vez sí llegué al próximo techo, pero como nada puede ir perfecto cuando se trata de los deportes y yo, casi me caigo por lo que tuve que balancearme, moviendo los brazos mientras que el chico riéndose de mí me ayudó a recuperar el equilibrio y salir del borde. Tuve que pararme un momento a respirar y a calmar mi corazón que latía con fuerzas.
-Por favor dime que llegamos porque ya no puedo más. -le supliqué entre jadeos en un intento de recomponerme; de estar corriendo y saltando de techo en techo me había comenzado a faltar el aire.
-Si, tranquila solo tenemos que bajar y entrar a la casa. Vamos. -me anunció entre risas ganándose una mirada molesta por parte mía.
Me señaló con la cabeza y comenzó a caminar, cuando llegamos al otro lado pude ver una escalera que no se veía muy segura, pero igual bajé, necesitaba pisar tierra firme ya. Una vez en el jardín solté un suspiro de alivio pensando que todo se había acabado, me equivoqué, no se había acabado, recién comenzaba.
"Dar por hecho que todo terminó cuando ni siquiera estás en tu propia casa es uno de los mayores errores que puedes cometer, pero bueno así era yo."
Entré a la casa maravillada, jamás la había visto abierta, cosa que ya era suficiente para no querer entrar, pero mi curiosidad y mis ganas de tomar algo le ganaron a cualquier razonamiento. Estaba decorada con cuadros enormes, cuadros de una familia bastante extensa, todos serios y con miradas que te congelaban la sangre, solo los dos niños menores se veían un poco menos aterradores aunque el mayor de estos se le veía una mirada muy profunda. En seguida saqué esos pensamientos estúpidos y me concentré en seguir al chico para no perderme, después de todo eran retratos de una familia como cualquier otra, o ¿no?
" De verdad que a veces me pregunto: ¿cómo alguien puede ser tan ingenuo y bobo para no darse cuenta de en donde se está metiendo?"
Llegamos al comedor para terminar dándome cuenta de que efectivamente no estábamos solos, había un chico tomando un líquido rojizo, lo que supuse era vino, tendría alrededor de dos años más que yo. Tenía la misma mirada profunda y mucho más escalofriante que la del niño del cuadro. Me observó detenidamente de arriba-abajo, analizándome con curiosidad, como depredador a su presa, para luego preguntarle con la mirada a mi acompañante.
-Es la vecina... Digamos que vio algo que se suponía no debía ver y la ayudé a que no termine igual que uno de los lobos -explicó al darse cuenta de cómo el otro me miraba.
El mayor solo abrió su boca como diciendo "Ah" y se terminó de beber su copa sin quitarme la mirada de encima.
-Aquí tienes, no está muy fría, pero ayuda -Entregándome el agua, asentí y me la tomé toda de una, tenía demasiada sed.
Le di el vaso de vuelta mientras miraba a todos lados, menos al frente donde estaba el chico mayor con su mirada clavada en mí. Se había vuelto demasiado incómodo, lo que hizo que cayera en cuenta que no tenía por qué estar ahí, no los conocía, esta casa jamás había estado habitada o por lo menos así pensaban todos lo que vivían en esa zona. A decir verdad si te ponías a analizarlos te dabas cuenta que eran demasiado extraños, no eran chicos normales, despertando en cualquiera una sensación de miedo, peligro y sumisión, necesitaba salir, pero no tenía idea de cómo.
-Perdona a mi hermano, no sabe cómo actuar delante de personas que no conoce. -Mirando al mencionado con clara molestia. -¡Qué cabeza la mía! No me he presentado me llamo John y el que está sentado ahí Peter, no suele hablar con nadie por eso te mira así, perdona.
-¿Por qué en vez de estar mintiéndole a la chica no vamos directo al grano y le cuentas por qué realmente está aquí? -dijo cortante y algo amenzante.
En ese preciso momento una corriente helada me corrió por la espina dorsal, terminé de paralizarme por completo cuando el chico llamado Peter se acercó a mí, mientras pasaba su lengua por sus filosos colmillos. Estuvo tan cerca de mí que sentía su helada respiración chocar contra mi cara hasta que John nos separó.
-¡Cállate ya! ¿Quieres asustarla o qué? No le hagas caso, es un idiota sin tacto alguno -Trató de acercarse a mí para calmarme, pero solo retrocedí, estaba demasiado asustada, miraba a todos lados buscando una salida para irme corriendo. -¡¿Ves?! Ahora no confía en nosotros, por tu estupidez.
-Prefiero ser directo, es más que obvio lo que somos, nuestro aspecto nos delata, a parte tengo hambre y no quiero seguir dándole largo a esto -Acercándose a mí sigilosamente.
Yo por otro lado caminaba hacia atrás sin perderlo de vista, tropecé con una mesa y uno de los sillones, pero a pesar del dolor seguí caminando hacia atrás, buscando una salida.
-¡¡¡PETER!!! ¡¡¡YA DÉJALA TRANQUILA!!! Perdón, de verdad que no sé qué le pasa, esta noche lo trae muy alterado -Se volvió a disculpar, parecía apenado, pero en esos momentos poco me importaba solo quería salir de ahí.
-C-creo que mejor me voy -tartamudeé susurrando.
-Es peligroso salir a esta hora mejor sal... -No terminé de escuchar porque ya estaba afuera y con la puerta bien cerrada.
Miré a los lados con el corazón en la boca y corrí hasta mi casa cuidado de no hacer ruido. Por suerte tenía las llaves en el bolsillo (se me olvidó dejarlas en su lugar, como siempre) y pude entrar.
Tuve que ponerme la mano en el pecho al sentir mi corazón tan agitado, mis ojos estaban bien abiertos mirando a cada rincón de la casa inspeccionando que no hubiera nadie o por lo menos no nadie no deseado. Cuando me aseguré que estaba completamente sola corrí escaleras arriba hasta mi habitación y me encerré en esta.
Pasé lo que quedaba de la noche pensando o más bien tratando de convencer a mi cerebro que todo había sido un mal sueño. Lobo, chico muerto, chico desaparecido, ojos radiantes, sonrisa con colmillos largos y filosos, copa con líquido rojo y espeso, peligro, mucho peligro. Esas imágenes venían una y otra vez a mi cabeza hasta que por fin amaneció.
Quise levantarme, salir corriendo de ahí pero mis piernas no respondían, ninguna parte de mi cuerpo lo hacía. Cada pequeño ruido me alertaba haciendo que me escondiera en mis sábanas, temblando. Tenía hambre, miedo, sueño y más miedo. Así pasé el fin de semana, apenas pude levantarme el domingo en la noche para comer un pedacito de pan y bañarme. Estaba exhausta, no tenía ganas de nada y a pesar de que el susto había pasado seguía teniendo muchísimo miedo, pero tampoco podía seguir evitando lo que había pasado y mucho menos seguir posponiendo mi vida.
-Que pase lo que tenga que pasar -dije en un arranque de valentía.
Ganas de ir a la escuela no tenía, pero si faltaba llamaban a mis padres y me buscaría un problema y lo último que quería era que el poco tiempo que los veía fuera peleando. Con desgano me levanté y me arreglé para ir a ese horror. Me había tenido que maquillar un poco para esconder un poco las ojeras y así mismo me fui a la escuela, aún con lo que había pasado la noche del viernes en la cabeza.
Al llegar a la escuela todo estaba normal o más o menos porque ví como varios cuchicheaban entre sí, hasta que noté que habían varias caras nuevas entre ellas estaba él, no otra vez... Mi corazón comenzó a acelerarse y mi cabeza a dar vueltas. Miré a todos lados buscando donde esconderme o como pasar sin que me descubra, poco valió, cuando volví a dirigir mi mirada al lugar donde estaba con otros chicos, nuevos también, me estaba mirando. Su cara había pasado de ser una seria a una con una sonrisa de malicia y se podría decir que hasta algo enojado.
Juro que en ese momento sentí que me había dado un infarto porque mi corazón pasó de estar a toda velocidad a pararse de una. ¿Por qué tenía que ser él? ¿De tantas escuelas en esta ciudad tuvo que venir a la más pequeña y menos conocida de todas? ¿Tan mala suerte tenía?
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