a como un recuerdo lejano. Sostenía los papeles de mi hijo recién nacido, Leo, con una mano, mientras con la otra me acomodaba el cabello que se me había pegad
orden, señ
al. Leo Herrera Rivas. El nombre de mi hijo. El apellido de su padre, Mateo, y el mío.
eo Herrera. Y debajo, donde debería es
na S
l cansancio de las últimas semanas sin dormir. Volví a leer. El nombre seguía ahí, claro como el agua. Ximena Solís. Y no solo eso, en
carraspeó,
hay algún
l aire acondicionado se convirtió en un rugido en mis oídos. Ximena Solís. La colega de Mateo. La chef
bebé en esta delegación específica. Sus evasivas cuando le preguntaba por los detalles. Y lo más importante, la escuela de élite asociada a mi casa de modas,
ón, para meter a su hija en una de las mejores escuelas del p
te, mi voz sonando extraña, m
n el coche, con el acta de nacimiento arrugada en mi puño, llamé a
enemos oficialmente a un peque
Ximena Solís en el acta de n
tro lado de la línea.
no te enojes, p
esper
no tenía cómo inscribirla. Era solo un favor, un papel. Ponerla en el acta como tutora sec
jer en el acta de mi hijo no significa nada? ¿Usar mi casa
. Sabes cómo soy, me gusta apoyar a la gente
ada? ¿No necesito el resp
osas diferentes. Esto era
era solo ingenuidad. Era una falta de respeto tan profunda, tan a
da por la ira, de repente se aclaró con una determinación helada. É
ue a mi abogado, un vi
to tu ayuda. Es
a mí misma. Cada palabra era un paso, una acción que me
acimiento inmediatamente. Y
pero tomará tiempo..."
la nueva acta, el niño solo
una p
a, Sofía? Eso
interrumpí. "Mi hijo se
a familia que había soñado. Recordé las noches en que Mateo y yo, sentados en el sofá, discutíamos nombres, imagina
ntía como
coloqué mi anillo de bodas. No dejé ninguna nota. No había nada más que decir. El silencio de esos objetos era más elocuente que cualquier g