a Vargas sonreía, una sonrisa perfecta y brillante para las cámaras de su programa de cocina, "El Sabor del Alma". Hoy presentaba su nueva creación, el "Mole de los Secretos Fa
dos amaban, "está en tostar los chiles con paciencia, u
, con sus contactos. Yo era la que pasaba horas frente al comal, con los ojos lloroso
pegajosa. Era un mensaje de mi
ando el nombre de la familia a lo má
la verdad, los que me llamaron envidiosa, una simple aficionada que quería colgarse de la fama de mi prima. Mi reputa
, la cocinera de un pequeño local que ya ni siquiera existía, cerrado por las deudas y el escándalo
popularidad del programa. "Fuentes cercanas a la producción", decía el reportero con seriedad, "mencionan que la ch
s "creaciones" estaba aquí, hundida en la miseria, comiendo quesadillas frías en un
ella en redes sociales, los artículos en blogs de chismes de gastronomía que me pintaban como una farsante. "Sofía Romero", leí una vez
oche, sosteniendo una vieja foto de mi abuela en la puerta del local que ella había levantado con tanto esfuerzo. Mi madre, rota de dolor, me culpó. "¡T
e la casa con una pequeña maleta y el corazón hech
por la cocina se extinguió, reemplazada por un profundo sentimiento de injusticia y una pregunta que me t
a que no podía escapar. Una noche, con el olor a gas llenando el aire y una última lágrima rodando por mi mejilla, cerré lo
plazado por el aroma familiar del café de olla y los frijoles refritos de mi mamá. Estaba en mi cama. En mi cua
de
antes de que Isabella hiciera su primera aparición en televisión
ganta. Estaba viva. Y tení