paredes. Afuera, los sonidos de la ciudad de Los Ángeles eran un murmullo constante, pero dentro de mi cabeza, el ú
s a
or para los dos, de sacarnos del polvoriento pueblo en México donde nuestros sueños se morían antes de nacer. Me
Martha y David, casi todos los días. "Con la ciudadanía,
letras de los libros de historia estadounidense se borraban frente a mis ojos. Todo por el
do la concentración. Lo ignoré. Seguro era Martha,
, y otra vez. Una i
antalla se iluminó con un men
zón se
No vayas al examen. No c
un mundo que había desaparecido hacía tres años. Nadie sabía nada de él desde que cruzó. La última llamada fue cortada, y después, silencio
, men
a vivo. Era una certeza sin pruebas, una fe irracional que me mantenía en pie. Él era mi herm
aje era l
llamaría así, nadie más entendería la urgencia. "N
, marcaron el número. Quería escucha
el botón
go una voz robótica, fría y sin
ue usted mar
de nuevo. El mismo resultado. Un número fantasma, un mensaje
echo me decía que no. Era
mi cuarto se
ofí
staba parada en el umbral, con su traje sastre per
cer tarde! David nos está esperando en e
tha chocaban con el mensaje de Miguel. "No vaya
mi mano. Lo miré a escondidas.
YAS. ¡
mí. Ya no había duda.
voz sonara normal, tranquila. "Solo.
riñándome. Por un segundo, temí que hubiera visto
, dijo, y ce
e puse los zapatos de vestir que Martha me había comprado para la ocasión, sino mis viejos tenis, los que
la abrí. Fui directo a la ventana. Estaba en el segundo piso. No era tan
mi hermano. Siempre