as. El dolor era una niebla espesa en su cerebro, pero un pensamiento c
", la voz de Don Ricardo "El Demoledor" sonó a
llozo. "Tienes que venir... el Maestro Fernan
?", el tono de Don Ricardo cambió de la preocupación a una
uió... papá, me duele mucho", balbuceó Sofía, apoyándose en l
. Voy para allá vol
ránsito. Se deslizó por la pared hasta sentarse en la banqueta, abrazando sus rodillas, tratando
dia calle. De ella bajó Don Ricardo. Era un hombre imponente, con los hombros anchos y los brazos de un hombre que se hab
l Maestro Fernando, ignoran
ando", dijo Don Ricardo, su voz
se ante la presencia de su padre. "Sí, soy yo. Y
calma peligrosa. "Mi hija me llamó porque se siente mal
ecuperar su arrogancia. "Fingió un malestar para no cumplir co
a", la voz de Don Ricardo era cada vez más fría. "Y si le faltó a
mi responsabilidad dentro de la escuela, y si necesito imponer disciplina, lo haré. Para empezar, necesito un
palabra fue un error. Don R
do en la calle. "Tiene crisis de dolor que la dejan sin poder caminar. Crisis que médicos de ver
"¡Endo-qué? ¡Por favor! Eso suena a un invento
ugar de explotar, su rostro se endureció en una m
fuerzas para ca
do con una mezcla de gratitud
onde el megáfono de emergencias colgaba en su soporte junto a
cer?", tartamudeó Fe
respondió. Se lo
e caló los huesos. "Diles a todos la verdad. Diles lo que este...
a, el dolor, todo se arremolinó dentro de ella. Tomó el megáfono. Sus manos temblaban, pero su voz, amplificada por el a
o ganando fuerza. "Mi nombre es Sofía Ramos, de sexto B. Y quiero que todos sepan que e
de los edificios. Algunas cabezas em
dio permiso a un compañero para ir a un concierto de rock por una 'lesión' falsa. Cuando lo confronté, me humilló frente a toda la c
a de blanco y morado. Intentó arrebatarle
una muralla de músculo y furia
el llanto, pero sin detenerse. "¡Y él se burló de mi dolor! ¡Dijo que era un invento! ¡Me agarr
do llegó a su límite. La fuerza la abandonó de golpe. El megáfono se le resbaló
lviera negro fue el rostro aterrorizado d