rado sobre el sillón, su celular sin batería, su delantal colgado en la silla de la coc
a una capa de resistencia, como si él pudiera desc
ue saldar, una entrega de dulces retrasada, y
a sí misma, ante
a de la mañana. ¿Quién sería? Abrió la pue
, una sonrisa perezosa en los labios. Como si fuera lo más natural del m
días,
s loca? ¿Ahora vienes a
igió, empujando la puerta lentamen
N
s cajas apiladas en la esquina. Era demasiado temprano para que la panadería estuviera abi
la encimera y la miró como s
onalmente?", preguntó el
n sobre grueso. Lo dejó sobre la encimera, como si mostrara
gues al frente de la panadería." Cubriré todas las deudas, invertiré lo que sea nec
fuerte en la panadería vacía. "D
ional del mundo. "Doce meses. Un año. Luego cada uno sigue adelant
como si hubiera mordido un cristal. "¿Y
dad para cerrar un trato con una familia tradicional. Inversionistas que quieren a alguien...", buscó la palabra, "...sólid
ces qué soy yo? ¿Un apoyo? ¿Una fa
o. "Eres inteligente, Clara. Sabes que no hay otra salida. Conmigo, tu l
echo. "¿Y quién te dio derecho
ura de un depredador. "No te compro a ti. C
trador. Lo hojeó: cláusulas, plazos, cantidades. Todo atado
n la biblioteca de la universidad. El mismo que aho
z baja, llena de veneno. Para ti todo es un
os de ella. "Clara, escucha", empezó, pe
" -escupió la palabra- "para que parezcas un hombre de familia? Prefier
lo supo con certeza. Pero no se acobardó. "No seas dramátic
contrato. Las páginas cayeron al suelo como conf
esto a abalanzarse sobre ella, agarrarle la cara, obligarla a comprender. Per
esto", dijo en voz b
a fija. "Mejor lamentarlo en libertad que yacer e
nundó la pequeña habitación, mezclando el dulce
la luz. «Me lo agradecerás más tarde, Clara. Cuando todo s
lo vio cómo la puerta se cerraba tras
rar. Por otro, quiso reír. No hizo ninguna de las dos cosas. Fue a
erdería de pie. Sola. Sin co
lucharía hasta su últ