e preparó fue lo más desconcertante qu
orito junto a la ventana, la luz de la tarde derramándose sobre el lienzo blanco e inmaculad
ma, pero estaban llenos de un propósito escalofriante. Estaba tra
el borde de la cama, con el lienzo al alcan
lista
le gritaba que lo tirara, que le suplicara perdón, que terminara con esta locura. Pero sus ojos fríos
illó junto a la cama y presionó l
el pulso débil y constante debajo de ella. Su coraz
ella, su voz des
s ojos y
, formando una gota carmesí perfecta que se deslizó
siguió
o que tuvo que apartarse, un sonid
xpresión de intensa concentración. Mojó su pincel más
ue de un rojo pro
ran el suave susurro del pincel y el débil y rítmico goteo de sangre de su muñec
racto de dolor. Era un rostro. El rostro de un bebé, durmiendo pacíficamente. Pero sus ojos estaban ce
fino brillo de sudor apareció en su frente. Su mano, la qu
nuaba manando sangre. El cu
nalmente ahogó Damián, su vo
o su dolor, toda su traición, todo su amor destrozado en ese lienzo
último trazo estaba completo.
a, una sonrisa amarga
o débil y etéreo-. Una bendición par
lanco y se desplomó hacia adelan
de que golpeara el suelo. Su cuerpo estaba i
rumbó sobre él. Esto no era expiación. Esto era tortura. Había tomado su mayor don, su pasión por
ndose de pánico y autodesprecio
cabeza colgando contra su
y él se inclinó para e
abó, D
estaría bien, que lo sentía,
no digas eso
s ojos estaban desenfocados, pero encontraron los de él. Empujó
a disfruten de su futuro juntos. Q
cabeza volvió a ca
El corte todavía supuraba sangre lentament
u rostro inmóvil, sus ojos cerrados, el ligero tinte azul