cieran su trabajo. Una extraña sensación de resignación la invadió. Era la misma sensación que h
ontra su piel era un contraste brutal con el recuerdo que afloró en su mente. Damián, años a
ombre que había prometido protegerla era ahora el que la a
u rostro una máscara
na. Acepta hacer esto, y har
sesivo, su paranoia, su crueldad. Una vida entera siendo prisio
las palabras claras y firmes
El último destello de hu
a el médico que había entrado
á del dolor físico. La aguja era gruesa y larga. Sintió cómo perforaba la piel de su espalda baja, u
su energía en el único pensamiento ardiente que se repetía en su mente
o propio. Sus músculos se contrajeron, su visión se blanque
rantable. Estaba presenciando su agonía, la misma agonía que él estaba infligiendo, y ni siquiera se inmutó. Era el mismo
or, su cuerpo temblando con las réplicas del d
tendió un paño para secarle el sudor de la frente. Su toque, que una
débil y gutural de repulsió
e toques
su mano flota
o miró, sus ojos llenos de un
te -su
e quedó allí por un largo momento, su rostro un lienzo de emociones confli
vo en l
esperaba afuera, su voz tensa-. Del
clic, dejando a Elena sola en el silencio res