tía ninguna clase de apego por el lugar; su partida fue limpia, quirúrgica. Además, y
imiento. Él ya lo apr
durante una semana. Era un hombre obsesionado y su mundo se reducía a un
iguió un nuevo pasaporte, visas, un boleto de ida a un país donde nadie conocía su nombre. Además, vació sus cuentas bancarias, dejando solo los fondos que la familia Par
que conservaba como símbolo de una vida que técnicamente era suya. Se concentró en la ropa, los libros y la foto de su madre. Dejó todo lo demás atr
lla aparecía un número desconocido, desde el que le habían enviado un mensaje: "
bía quién estaba exactamente detrás de eso. I
en un tono brillante, ajeno y, ap
ncarnando una visión de riqueza y privilegio casual. Por un momento, vio al niño de trece años que había conocido por primera vez, perdido, enoja
avorito ni a un parque tranquilo, sino a una joyería de lujo, de esas q
con los ojos brillantes. "Tienes buen gu
cimiento distante y clínico. Su amante de toda la vida le estaba pidiendo que
iño en una dulcería. Señaló un collar de diamantes, un brazalete de zafiros y un par de aretes
gusta el verde, ¿verdad?
tima por él. Estaba comprando afecto, tal
por ende, más atemporal", aco
vendedor envolvía la caja para regalo, él se volvió a su secretaria y con una ex
egro p
hombre, atrapado en sus fantasías. "Ha pasado por mucho. Su familia perdió su fort
de "zorra contratada"; definitivamente no describiría a su autora como pura e inocente. Además, cono
nte no siempre es lo que parece". "¿Qué estás tratando de decir?", preguntó e
olo ten
él, en un tono amenazante; el aire crepitó
peso que había cargado durante años. Dawson la veía
zón", musitó la joven
sión desapareció de inmediato, pues h
. "Kenzie mencionó que quería una caja de música antigua, esas de las que hacía
nte, con voz monótona. "¿Ella quie
losa?", inquirió él, con una e
solo estaba contando los minutos para que todo acabara', pensó la chica. Sin embar
Él contestó, transformando
qué pasa?
o de la línea, que decía: "¡Tengo miedo! Me secuestraro
en este momento. Ya voy para allá", cont
e estrelló contra la ventanilla del asiento del copiloto. Su cabeza golpeó la ventana, produciendo un chasquido
s nudillos blancos sobre el volante. En ese momento era un hombre poseído, y
cuando llegaron al estacionamiento de un hotel de lujo. Acto seguido, salió corriendo hacia los
, pero Ellery ya lo estaba sigui
andaba mal: el rostro del criminal le resultaba familiar a la joven. El atacante era el hijo de un contratista al que su pa
us pupilas. Luego, sonrió lenta y fríamente, pues entendió que ese no
precio, mientras daba un paso al frente. Luego hizo algo que le heló la s
icientemente alto para que el hombre la oyera. Señaló a su
los labios rozándole la oreja, le susurró al oíd
lando a su empleada con él, sin qu
una distracción, un nuevo objetivo. Entonces, supo que iba a sacri