la gran cristalera, podía ver la ciudad que había sido testigo del auge y caída de los negocios de los Ramírez. La cadena de hoteles que su abue
Lo levantó de inmediato, con la esperanza de que la llamada viniera
do de la línea era grave, tensa. Era Eduardo, el director financi
as son? -respondió Clara, tr
. La deuda ha crecido mucho más rápido de lo que esperábamos. A menos que obtengamos un prést
Eduardo. El negocio que había pertenecido a su familia por décadas, el legado de su abuelo, estaba a punto de desaparecer. Las horas de
osible? -preguntó Clara, sintiendo cómo la frustr
riesgarse. La situación financiera es... insostenible. Si no co
n una realidad. Un inversor, alguien fuera de la familia, tendría que tomar las riendas de lo que
esto a entrar en el juego? -
r adquirir empresas en dificultades y reestructurarlas, aunque no es precis
era tenido contacto. Un empresario audaz, despiadado incluso, alguien que no dudaba en
-dijo Clara, sin
la ventana y miró la ciudad que se extendía ante ella. Los rascacielos, los edific
us tentáculos a otras ciudades y países. Pero todo eso había cambiado en los últimos años. La crisis económica, las malas decisiones empresariales, y la falta de innova
ondrían tan difíciles. Había trabajado incansablemente, tomando decisiones que la ponían en una posición difícil,
sacándola de su trance. Er
ablar con usted. Está preocupada po
que no podía ver s
por favor -dijo,
otro lado de la línea, Clara sintió que
temos aquí, al borde de perderlo todo -la voz de
Pero no podemos rendirnos aún. Necesito m
se negó a rendirse tan fácilmente. Aún quedaba una última esperanza: el posible acuerdo con Víctor Mendoza. Aunque no esta
io parecía más largo que nunca. En su mente, pensaba en lo que había sido la empresa de su familia. En su abuelo, en su padre.
n dispuesto estaba a involucrarse en la salvación de la empresa. Y si las
, bañando la ciudad en tonos dorados. Un color que, por extraño que pareciera, la hizo
sí misma, con determinación. Tomó