Garz
la loción carísima de Fernando llenó el aire, una intrusión emp
a y condescendiente calidez que usaba cuando quería algo. C
cupada,
, su barbilla casi rozando
un peque
pe
ual, como si hablara del clima-. Estaba pensando... que
la prístina cartulina blanca, manchando el nombre de un respetado juez. El sonido
os padres cuyo sacrificio le había dado todo. Quería que ella se sentara
eron un susurro fantasmal, per
no seas
de mis padres? -Finalmente lo miré, mis ojos a
el estómago. Tuvo la audacia de parecer herido-. Pero Karina está esperando un hijo mío. Va
ofunda y manipuladora, como un
rensiva. Eres Elara Garza. Sabes
etada. No estaba pidiendo mi compre
s, la tomé y deliberadamente vertí el líquido caliente en el suelo, a unos centímetros
comprensivo para ti? -preg
tó. Su calma era más exasper
so hacia mí, su mano extendida como
o si su toque
trevas a
ándose. La máscara encantadora se deslizó, revelando la fr
temblando con una rabia
s termin
o y puntiagudo abrecartas de plata, un regalo de mi padre. Lo levanté, no como
presión cambió. No a m
. Te vas
e mi garganta. Sus dedos se envolvieron alrededor de los míos, tratando de arranca
lor agudo
ja, brotó de un corte profundo en la palma de mi mano. Goteó sobre el plano de las mesas, ater
mos helados, mi
o y alegre pertenecía a Karina. Lo sabía porque lo
rante. Miró el ce
ont
al instante, goteando una ternura que no me h
do con el abismo que se abrió en mi pecho. Sentí como si mi corazón estuviera siendo
nquilizadoras a ella, mientras mi sangre seg
llamada y se volvió hacia mí. Dejó escapar un larg
siquiera mirar mi mano-. No qui
ue las palabras manipulad
, pero también se sentiría incómoda si fu
a y rota escap
brillante sol
a los ojos, su mira
é. La gala
alabras. Cancelada. Había cancelado el homen
urió de un ataque al corazón seis meses después, un hombre destrozado. Quedé huérfana. El patriarca de los Villarreal, el abuelo de Fernando, había hecho un juramento sagrado sobre la tumba de mi padre de cuidar d
rlo. Por una mujer que habí
ante e hizo algo tan monstruosamente cruel que me dejó sin aliento. Apartó suavemente u
s -susurró, sus labios fríos contra mi piel-. Entonces todo vol
de mi propia sangre, el fantasma de s
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