img El precio de su amante de diecinueve años  /  Capítulo 2 | 12.50%
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Historia

Capítulo 2

Palabras:1583    |    Actualizado en: 31/10/2025

ista de So

enía que se

uerdo borroso, de vuelta

ce cin

una cruel repetición en Technico

trero de neón parpadeante en el paisaje de mi pasado. Dieci

un evento de catering de lujo al que asistía, tratando frenéticamente de equ

la novela romántica, pero sucedió. Su mirada, de un azul sorprendentemente intenso, atravesó el

boy notorio, el rompecorazones con una debilidad por las chicas d

movió hacia mí con la gracia de un depredador. Se detuvo j

guntó, su voz un murmullo bajo y divertido mie

toria que se sintió como un torbellino, una

able y decidido que era a la vez a

compañeros. Llenó mi pequeño departamento con tantas flores que parecía una jungla. Me llevó a París en nue

las viejas películas en blanco y negro, que en secreto deseaba haber aprendido a tocar el piano. Al día siguient

ando cabeza. Yo vi a un hombre que parecí

veía como una plebeya, una cazafortunas, una distracción temporal. Pero Alejandro se mantuvo firm

sas blancas, me miró a los ojos e hizo

mejilla. "Tenían razón. Hasta que te conocí. Tú no eres una más. Eres la única

Dios, cóm

ños. Volaba al otro lado del mundo solo para cenar conmigo si me sentía sola. Mandó a hacer un anillo a medida, con las coordenadas GPS del lug

a un cuent

s mi padr

Luján, la compatibilidad perfecta. La patrocinó, pagando su col

able, Sofía", había explicado, con su brazo rode

sumida por la preocupación por mi pad

cómo estaba Isa se volvieron más frecuente

guardarropa de diseñador porque "no debería sentirse fuera de lugar en la

, a museos, a la ópera. "Tengo que mantenerle el ánimo

Isa tenía dolor de cabeza. Las flores que solían llenar nuestro penthouse ahora se entregaban en su dormitorio de la universidad. Las noches

disfrazado bajo el manto de la preocupac

en mi estómago. El cuento de hada

dro, ¿no crees que esto es... un poco exces

ofía, no seas malagradecida. Está salvando la vida de tu pa

egoísta? Me avergoncé. Me disculpé y e

nza fue mi

ntira. No solo la estaba consolando. Le había preguntado entonces, con

ras diferente, Sofía. Tenías diecinueve. Pura, intacta. P

rado, las palabras como fragmentos de vidrio

ado. "Tengo que cuidar de Isa. S

mpleta. Había usado la vida de mi p

techo de un hospital. La funeraria había llamado hacía una hora. Los arreglos de mi padre estaban hechos

. Ni una sola vez desde que me

. Una foto de su mano, descansando sobre el volante del Bentley de Alejandro. En su muñeca había un nuevo brazalete de

de viaje sorpresa para despejarme. Me si

ión. Mi dedo se movió por sí s

con un mensaje.

La llevaré a Valle de Bravo por unos días para que se relaje antes

a. Había estado tan ocupado consolando a su nuevo juguete que ni siquiera había verifi

solutamente egoísta y egocéntrica, había ma

bache en el camino. Otro proble

equiv

ra el

é el dedo por mi teléfono y marqué un n

e Inés de

que quiero el divorcio. Firmaré lo que sea. No q

istente sonaba sorpre

", dije. "Dile que puede quedarse con sus chic

nés me había enviado por correo electrónico en menos de un

vacío del hospital, escupiendo el documento que separaría

ma. Mi mano

era solo

mienzo de

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