en el último piso del Petrov Palace, el invierno no
, una enorme pintura del Kremlin, como si incluso el poder político ruso respondiera a él desde la pare
tros, generales, empresarios con fortunas imposibles de rastrear. Y s
rás de la espalda y los ojos clavados en cada uno de ellos. Esos ojos azu
ncio como un disparo seco-. ¿Alguien va a decirme por qué
irnov carrasp
su entrada, Mikhail. Ella no llegó
ederas del imperio Morgan instala su base en M
omo una tormenta que na
no de los empresarios, ajustando su corbata con los
era intimidante. Cada paso suyo era como una sentencia silencios
cuándo dejamos que la ley
muró el hombre, b
ó Mikhail-. Nosot
o con la palma abie
eña de algo. Organizó una gala, atrajo cámaras, diplomáticos, oligarcas. Se presentó como si el mundo
cto con Inglaterra -dijo
ó lentament
conflictos.
lencio volviera a aplastarlos. Su presencia era insoportable. Na
tá en Moscú? -preguntó, más suave, como
resp
si vino por negocios, por nostalgia o por venganza. No me importa cuántos tratados firmó su padre
ña, la colocó sobre el escritorio y la abrió.
jugando como reina. -Levantó la figura, la
El sonido del marfil rompiéndose con
es la que manda. Aquí,
a hablar: Dmitry Vasiliev, el jefe de seguridad del
ordena
imera vez. Fría. Impe
Morgan Enterprises, sus conexiones en Europa, sus cuentas. Quiero conocerla mejor
Su voz se volvió un susur
que hacemos con las flores que intent
Los demás, tembl
calma absoluta-. Si alguno de ustedes decide jugar a dos bandos, n
Morgan observaba la ciudad desde el balcón de su habitación.
ció con una b
Alex? - Fue la p
nas, sin despegar la
lo estoy
tu amiga, no juegues con fuego, y Mi
s a mundos distintos Natalia, él es un Poderoso
ov se siente am
lia, más allá de todo es mi
ra, pero solo te di
se paso entre acero, concreto y recuerdos helados. Las cúpulas doradas del Kremlin destellaban a lo lejos mientras los tejados aún ex
er. El mármol blanco brillaba bajo la luz natural que comenzaba a filtrarse por las cristaleras. En sus mesas, las conversacio
il que realzaban el tono cálido de su piel. Su cabello, cuidadosamente suelto, caía sobre sus hombros como seda negra.
icarse: nacía de una vida forjada en tradición, poder y control emocional. Y cuando sonreía, como lo hizo en ese momento al saludar a su socio,
a, ofreciéndole la mano-. Gracias p
ás de tres décadas de experiencia en
ta en Siberia -bromeó, encantado-
asiento. El desayuno comenzó con café fuer
ada en una leve elevación que permitía ver toda la sala principa
or el control. Y ese control, en ese instant
aber nacido para esa atmósfera de discreta sofisticación. Tenía un café sin tocar frente a él y un informe sobre la mes
mujer. La miraba como un estratega observa
adora, ni como una espía, ni siquiera como una oportunista. Se movía
sonri
aludar, otra para persuadir, otra para escuchar. Era una orquestadora natural del lenguaje no verb
ligroso que cu
ba -dijo Dmitry, sentado frente a él
Mikhail sin apartar la vista-. Vino a plantar
la saquemo
Apretó la mandíbula y finalmente, c
uros. Y yo no soy inseguro -dijo con voz baja-. Quiero o
y asi
intervenga e
peligrosa-. Ella está jugando ajedrez. No
la principal, Alexandra
oz suave-. Cuando llegué a Moscú, sabía que
alguna a
egancia-. Sé en qué territorio estoy. No vine a desest
a miró co
o lo pe
enidad. Pero en sus ojos
. No vine con espada. Pe
a tensión en los labios de Alexandra.
no supo si quería exp
pretón de manos y la promesa
in mirar hacia el área VIP, d
nos vieron sufi
mente intencionado, giró ligeramente el rostro hacia la el
das se c
de dos
ue suf
rpadeó. Alexa
e el tablero seguía en juego... pero
n un duelo
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