o con Antonov había concluido de manera impecable: sonrisas, acuerdos velados, posibles alianzas.
do -susurró, si
? - Alexandra
a innecesaria. Alexandra lo supo de i
l del restaurante, acercándose con una reverencia forzada-. E
cta, su expresión impasible. Pero un leve escalofrío recorrió su columna. No de miedo, sino de conciencia.
y -respondió
nteriores del restaurante. Natalia se quedó atrás, observando con ansie
luz matutina atravesaba la cortina, perfilando su rostro como una escultura tallada en mármol. Traje azul profundo, camisa blanca
habitación. No por el perfume caro ni por el lujo d
ía en su mirada
alculado. Se detuvo frente a él y sostuvo la mirada con firmeza. Su cuerpo, aunque e
n voz baja, elegante-. No
u voz tan grave y precisa que par
ba como plomo. Su tono era contenido, pero detrás de esa calma latía
? -añadió, sin a
perder la compostura. Un leve temblor en sus dedos fue
mente este restaurante -comentó él, cruz
¿Acaso no lo merece e
os de Mikhail. Admiraci
-preguntó-. ¿Cuántos desayunos, almuerzos, cenas.
o, pero firme-. Vine a ofrecer inversión. Morgan Enterprise
le parec
Estratégica. Rica
os, examinaron cada facción de su rostro. Alexandra sostuvo la mirada, sin retroceder. Pero en su nuc
nsayadas esta mañana -murmuró
or Baranov. Me pareció prudente no de
bios de Mikhail. No de alegrí
a, exactamen
ra no t
es legítimas. Expansión comercial. Inversión
... o al hombr
como una cuerda ti
ó Alexandra, sin
labios, pero sus ojos seguían sin suavizarse. Eran como el mar
a este luga
os. La diferencia es que, por primera v
Lo
decide
e se hubiera vuelto electricidad. Alexandra sintió una corriente recorrerle la espalda, hela
a la ventana, observando Moscú con manos e
angre en las grietas. No todo
rada azul, afilada como cu
se arrepienta,
erpo respondía con una tensión que no c
a arrepentirme,
. No lo necesitaba. Su sola presenci
.. bienven
ó del área VIP, Natal
? -preguntó
ó una vez más hacia atrás, hacia la puer
abía estado en un t
zó por las avenidas grises de Moscú. El clima era más templado ese día, pero no por eso menos amenazante.
s pasar como si analizara una ciudad que ya empezaba a entender.
firmada. Y la visita a la planta de v
pondió Alexand
sación con Mikhail Baranov. Su voz. Su presencia. Sus ojos azules. Fríos como el inv
o una cortesía. Fue una adv
ba los documentos, pero la concentración estaba l
firme sobre el suelo de mármol pulido, hasta que se detuvo frente al gran ventanal de su oficina. Frente a ella, la ciudad de Moscú se extend
sarse sobre los tejados, los autos, los bulevares silenciosos. Desde esa altura, Moscú parecía un cuadro impresionista: las cúpulas doradas del Kremlin br
de calor ilusorio en medio del hielo. A pesar del frío que todo lo cubría, había algo reconfortante en la escena: una belleza áspera, disciplinada, como la misma Alexandra,
vida seguía abajo, pese al clima. Las siluetas encorvadas de los transeúntes se apresuraban entre bufandas y
Las nubes bajas parecían pesar sobre los edificios, como si amenazaran con
a solo una estación, era una forma de
ado, decidido. En ese instante, Alexandra comprendió que Moscú era un reflejo de sí mis
aba rodeada de peligro, que aquel camino estaba repleto
e lo hagas aquí? - De tan inmersa que estaba en sus pensamie
hacerlo aqu
o desees, pero
un poco nostálgica, pero son suces
venir a Rusia
uficiente para Natalia. - Nunca lo haría, es
te molesto c
agerada, no
- Natalia sonríe y posterio
Alexandra quizás de una manera tranquil
, 3:1
a caer en copos pesados, fundiéndose apenas tocaba el pavimento húmedo. Bajo la escasa luz de los faro
il An
ero negro ajustados, como si fueran parte de su piel. Su andar era pausado, preciso, y sin embargo, cada paso tenía el peso de un
ntras que en una camioneta a una distancia bastante lej
ecesitaba recordar quién era el dueño. Y no bastaba con los susurros en las calles ni con los sobres cerra
s aguardaban con motores encendidos. Dimitri abrió la p
Camin
, la n
a que Alexandra Morgan era el causante de esto y Mikhail
ó ade
scutía acaloradamente al pie del monumento. Uno de ellos, con una botella en mano, levantó la vista al verlos pasa
acia Mikhail-. ¿Tú eres Karim? Creí qu
nso como el aire antes de una tormenta. Mikhail se detu
o del insolente. Dio un paso, luego otro. No alzó la voz. No aceleró el paso. Pero c
tó Mikhail cuando estuvo frente a él-. Esta esta
albuceó el joven,
orre
movimientos pulcros, lo acercó al cuello del joven sin toc
en el río Moscova. Todo. Me pertenece. Y si crees que puedes abrir la boca en mi presencia s
que el poderoso y peligroso hombre recorreria las calles de madrugada. Temblaba. Mikhail volvió
respetar y para que la próxima vez que te vea, beses el suelo do
tri exhaló despacio; no por miedo, sino por respeto. Había visto a Mikhail desm
dades - Expuso Dimitri, mientras seguían
scú es tierra de oportunidades - Su respuest
no l
onrió, si
las oportunidades...
encargada de las rutas por el oeste de la ciudad. Piel de porcelana, mirada de hielo, y una cicatriz d
vo. Un tal Sergei, se nieg
s. Luego alzó la mirada
e está
na. Bebe como si el inv
mit
, s
. No todavía. Que sienta el frí
se re
d. Portaba un reloj antiguo, pero elegante, su postura llena de jera
"si" e
o huellas en la nieve que pronto serían borradas por el tiempo,
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