vista de
como la villana, la exesposa histérica, mientras él, el abusador, se erigía como el justo protector de su nuevo e inocente amor. La hipocresía era un sabor amargo y met
que por un momento aterrador, casi le creí. ¿Era yo el problema? El pensamiento era un susurro escalofriante en el vacío de mi desesperación. Pero entonces la imagen del pie de Bárbara aplastando el deseo
a casa. Su ausencia, una vez fuente de dolor, era ahora una extraña forma de alivio
stante, separando lo que era mío de lo que pertenecía a nuestro pasado compartido, ahora destrozado. Las joyas caras, los grandes recuerdos sentimentales, todo fue empacado, destinado a una bodega, o quizás a los rincones más prof
vacío en lo que solía ser nuestro clóset, mi tel
te, cargada de un irritante sentido
ije, mi voz plana, desprovista de emo
risa
curada se vea empañada, ¿verdad? Especialmente ahora que estás a punto de ser una mujer
una precisión escalofriante. Mi corazón latía con fuerza, pero me obligué a respirar
nté, mi voz ape
gues tarde. Bárbara tiene a
a vez su amor por mí, en voz alta, sin vergüenza. Y ahora, iba a ser exhi
on risas, el tintineo de copas y la charla aduladora de la élite de la Ciudad de México. Christian estaba en u
e me uniera a la mesa. Sentía las piernas como plomo, pero caminé, co
pretando a Bárbara-. Bárbara tuvo un pequeño susto con su...
to en lo profundo. Estaba embarazada. Del hijo de Christian. Las palabras me golpearon más fuerte
vantando su copa. Todos hicieron lo
o se revolvió. Tenía una alergia severa y potencialmente mortal a los cítricos, particularmente al limón. C
añosamente suave-. Un brindis
un brindis; era un castigo. Una ejecución pública de mi dignidad, mi
.. -empecé, mi
se entr
videos. Piensa en tu reputación, Elena. Tu carrera artíst
Todos estaban mirando, pequeños buitres esperando el fes
e brillaba bajo las luces del club, un veneno hermoso y mortal. Me lo llevé
o. Mi piel comenzó a picar, luego a arder. Mi respiración se volvió superficial. Sent
ba. Mi cabeza palpitaba. Christian me observaba, un destello de
mesa pulida. Mis manos volaron a mi garganta, arañando el tornillo invisible q
ante, desvaneciéndose. Mis rodillas cedieron. Caí al suelo, mi visión estrechándose hasta volverse n
oz apenas un susurro, mientras la
ra, cortó los sonidos que se desvanecían-. Vete a casa. Descansa u
cuché un susurro frenéti
spectivo de Christian-.
da y animal de expulsar el veneno. Apenas llegué a un cubículo antes de colapsar, vomitando
l líquido verdoso, una salpic
la oscuridad me reclamara por compl

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