vista de
tro de mi cuerpo. Mi espalda se sentía como si mil pequeños cuchillos se retorcieran
dura. Una claridad nacida de las profundidades de
stian. La luz del sol, delgada y acuosa, se filtraba por una grieta en la pared. Habían pasado horas, tal
dientes. Las cuerdas estaban flojas, deshilachadas por mis luchas anteriores. Con dedos temblorosos, trabajé en los nudos, im
El mareo me invadió. Tropecé, casi cayendo, pero me sostu
vaneció, reemplazado por el crepúsculo. El viaje fue un borrón de dolor y pura voluntad. Por algún milagro, llegué a una pequeña carretera olvidada. Una vieja camioneta destartalada, ech
mi bolsillo. Mi teléfono, de alguna manera to
do. Sé que tuvimos una pelea, pero t
xtrañaba? ¿Después de lo que había hecho? La hipocresía era asombrosa. Pensó que podía romperme y luego eng
mpujarme por las escaleras, después de envenenarme, después de haberme golpeado brutalmen
ación formal de que el período de reflexión del divorcio había terminado
n extraña, casi embriagadora, como deshacerse de una pi
s días de claridad entumecida. Adjunté los archivos. La evidencia irrefutable de los planes de Bárbara. Los informes falsos de aborto, las fotos manipu
escalofriante. No una disculpa.
isti
nitivo. Ya no tendrás ningún derecho sobre mí, ni
encima de nuestro hijo nonato. Elegiste una mentira manipuladora por en
alergia. Y luego, me secuestraste y golpeaste, creyendo que era una empleada sin nombre que había
mesas. Creí que tu amor podría superar tus retorcidas o
rarás aquí es la verdad sobre la mujer que elegiste por encima
le
o, sus correos electrónicos, cada vía de comunicación. Eliminé su prese
rendentemente cómodo contra mi cuerpo magullado. Miré por la ventana mien
as? Sin valor. Había infligido heridas que ninguna cantidad de tiempo, ninguna cantidad de arrepentimiento, podría sa
no era la mujer que se permitiría ser rota. Era una sobreviv
sesión. No sabía a dónde iba, pero sabía, con una certeza que se instaló en lo profundo de mis huesos

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