iela
da. Yeray, todavía aferrado a ella, levantó la voz para que todos lo escucharan. "¡La t
la piel. Era como si mi vida entera se estuviera desmoronando en público, y yo no pudiera hacer nada para detenerlo.
hablar, a leer, a reír. El niño por el que había sacrificado mi
servando la escena sin intervenir.
o digas eso de mami Gabriela. Ella solo se preocupa por ti." Su voz, aunqu
. Hay un restaurante de comida mexicana picante cerca.
lado del otro, riendo y recordando platillos picantes que solían compartir. "Recuerdas cu
en la suya. "Claro que sí, mi amor.
co de arroz. No podía comer. El ardor en mi garganta, el nudo en mi estómago, no er
ta de mi silencio. "¿Gabriela? ¿
. "No, Leandro. No puedo
a. "Pero... siempre has comido conmigo. Nunca
taste. Y yo nunca quise molestarte." Había pasado años comiendo
na repentina culpa. "Lo siento, Gabri
rme. "Ya no tengo hambre." Su
edó en silenc
rella Ferrando! ¡Qué gusto verla! Siempre tan bella. Y usted
en la de Leandro. "Much
ugaz, como si buscara mi apro
n inspirador!"
lsa humildad. "Nos queremos mucho. Y
miró con
ta: "Papi, ¿ya puedo tener una mami nueva? La
eray! No digas tonterías."
Estrella, acariciándole el cabell
urro. "Gabriela, por favor. Es por la imag
"Entiendo, Leandro. No te
or mi reacción. Parecía no en
el brazo. "Mi amor, vamos a
e nuevo en Estrella. Salimos del restaur
ió del estacionamiento contiguo. El chirrid
egundo, empujó a Estrella y a Yeray hac
empo de reaccionar. El coche me rozó, y
ó Leandro, su voz
y comenzó a llorar. "¡Tía Es
do un susto, se quejó. "Ay, mi
o, miró a Yeray,
se siente mal!" gritó Y

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