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de mi padre, supe que nuestro matrimonio era una transacción. Pero cuando empezó a cancelar junt
irector que la criticó. Mi investigación me llevó a una "advertencia": un atropello que me
por ella, Kennedy me señaló y gritó: "¡Haz que se arrodille
Gregorio se encont
una voz mortalmente si
ítu
esos al funeral de mi padre, supe que nuestro matrimonio era una tra
o de Gregorio. Estaba de viaje de negocios. Un trato, lo llamó él. Un trato de mil millone
, me había dicho mi madre, con la voz
era una alianza estratégica, una fusión de dos fa
. Gregorio mandaba un mensaje genérico, siempre firmado por su asistente. Un año, me envió un collar de dia
sino un terror silencioso. Mi coche había patinado en un tramo con hielo, choca
imer pensamiento, mi tonto y desesper
sa, apenas un susurro. "Grego
Luego, su voz, plana y sin sentimientos. "¿Es
s un dolor agudo me atravesaba las
ente", dijo, sonando ya impacien
Estás bien?". Ni un "Voy para allá
su frágil mano. Gregorio estaba en otro continente, negociando otro trato. Ni siquiera llamó. Cuando ella fallec
odo. Sobre la vida, sobre la muerte, sobre la conexión humana. Realmente era incapaz de amar. Me había convencido de q
taba siendo Gregorio. Era una fuerza de la naturaleza, un tiburón con traje. Y yo era solo otra part
a de beneficencia. Luego, un titular audaz en una columna de chi
aspirante a actriz
No era solo la notic
a audición perdida? ¿El hombre que me dejó sangrando en la carretera por una llamada telefónica, le había comprado un teatro entero en
. El hombre que yo conocía no demostraba
era demasiado astuto para tales muestras abiertas de... emoción.
a mis propios recursos, mis propias conexiones. Inicié una investigación discret
nta después. Todo lo que obtuve fueron fotos borrosas y gr
ultitud. Su rostro estaba inclinado hacia abajo, una expresión suave en sus facciones usualmente impas
sentir afecto. S
imagen de su mano protectora grabada en mi mente. No vi el camión hasta que fue demasiadoe impecable. La cabeza me palpitaba. Me dolí
u rostro era sombrío, sus ojos fríos. No preguntó por mis h
uniforme. "El Sr. Henson me ha ins
pre
ies, con la mirada inquebrantable. "Y que mantenga un perfil bajo. Ciertos...
naron en mi cabeza. Miré mi brazo vendado, el suero. Esto no
herirme. Silenciarme. Para protegerla a ella. El dolor en mi cuerpo no era nada comparado con el shock en mi corazón.
e la policía. Había habido un altercado público. Gregorio Henson estaba i
reporteros. En el centro, en una pequeña sección acordonada, estaba sentada Kennedy Hewitt. Descansaba en una banca,
s. Sonrió con suficiencia, luego se reclinó, cruzando deliber
Gregorio salió, con la mandíbula apretada y su traje caro arrugado. Tenía el ojo i
por una fracción de segundo. No había preocupació
voz era baja, cargada de irritaci
dije, con la vo
ó, despidiéndome con un gesto d
scara fría e implacable se derritió. Sus ojos se suavizaron, sus ho
oz tierna, un tono que nunca había
chosamente secos. "Dijo... ¡dijo que estabas solicitando a una prostituta!", gimió, se
o Henson. Pero no lo negó. Ni siquiera pareció avergonzado. Solo
de devoción. "Que digan lo que quieran. Iré a la cárcel
¿Por su berrinche infantil? El hombre q
nson, sufrió una conmoción cerebral y tres costillas fracturadas protegiendo
o interrumpió. "¿Te lastimaste?". Su voz estaba teñid
a mano, acunando suavemente su rostro. "Mientras tú estés a salvo, nada
ello de triunfo cruzó su rostro. "¿Oyes eso, Sra. Maddox?", ronroneó
a la cárcel, Gregorio! ¡Quiero que ella sufra! ¡Quiero que sepa cuál es su lugar!". Me señaló de nue
mí. Sus ojos eran como esquirlas de hielo. "Cristina", o
es, las zumbantes luces fluorescentes. Todo se desvaneci
te. Arrodillarme por el hombre que intentó matarme. Arrodi
No podía. Simplemente no podía. Este era el final. Aquí era donde me rompía. Mi visión se nubló, y el mundo se disolvió en

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