e Val
una figura oscura recortada contra el resplandor ambiental de la sala de estar, con los brazos cruzados y una expresión indescifrable.
Valeria? -Su voz e
s fuerza, mi mente cor
sorpresa y terminé... en casa de una amiga. Secándome. -La mentira se sent
, con una certeza escalofriante, que no creía ni una palabra de lo que de
orriendo mi ropa aún húmeda con un de
un santuario. Me incliné sobre el lavabo de porcelana y tuve arcadas, el sabor del champán barato y la vergüenza persistente subiendo por mi garganta. Me froté
n. Alejandro ya estaba en la cama, apoyado en las almohadas, navegando en su tab
mi cuerpo, una medición silenciosa e interna. Mi cintura, mis caderas, mis muslos. Tenía un régimen estricto, un conjunto preciso de números que esperaba que mantuviera. El recuerdo de la última v
ria. -Su voz co
na distancia respetuosa. Palpó el espacio a su lado. Dudé una fracción d
s, su toque sorprendentem
ntra mi oído-. Quizás tu mensualidad es un poco restri
desprecio que sentía por mí. Conocía el procedimiento. Serían veinte mil extra, quizás cuarenta, durante un mes o dos, lo suficiente
z fue
gra
, sus ojos entrecer
lo de esta mañana? ¿Por el
-afirmé, la mentir
nte me recorrió el brazo-. Estás molesta. Puedo notarlo. Pero necesitas entender,
bata. La seda se rompió, el sonido sorprendentemente fuerte en
andro
la mano, sus ojos
s muchas veces que había afirmado su propiedad sobre mi cuerpo. Mis súplicas fueron ahogadas por su mano, mis luchas inút
se le escapó de los labios,
rio de que yo era solo una sustituta, un reemplazo hasta que su verdadero deseo regresara. Me había elegido, se había casado conmigo, no
tación sin mirar atrás. Estaba acostumbrada. La cama vasta y fría, el lado vacío donde debería haber estado, era un compañero familiar
go, con una nueva determinación, me levanté lentamente. Caminé hacia mi mesita de n
con una letra pulcra
ape: 10,000,
bertad. Dignidad.
aba endureciendo. Y por primera vez en mucho

GOOGLE PLAY