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Historia

Capítulo 5

Palabras:1362    |    Actualizado en: 17/12/2025

e Val

agaba la luz. El aire estaba cargado de un aroma desconocido y almizclado. Mi corazón latía con un ritmo nervioso contra mi

austera y sin rasgos que añadía a su aura de enigma. Se movió con una gracia silenciosa, acortando la distancia entre nosotros hasta que estuvo a solo centímet

ascarada se clavó en la mía, y sentí un escalofrío recorrer

sorprendentemente suave, pero firme. Cortó el si

fachada cuidadosamente construi

rro, mi mirada cayendo a la alfomb

se burló. Simple

nces? -preguntó, su voz aún

otros, que se deleitaban con la emoción ilícita de una «esposa de multimillona

jarlo. Para empezar de nuevo. Controla cada aspecto de mi vida,

azo, asco, quizás una broma cruel. En cambio, simplemente extendió la mano, su mano enguantada trazando l

do a expresar en años. Hablé de arte, de restauración, de la tranquila satisfacción de devolver la belleza a la vida. Escuchó, realmente escuchó, algo que Alejandro

oz firme, posesiva de una manera nueva

miento. Mi concierge personal. Se sentía me

umen puro me mareaba. Para Alejandro, esta suma era calderilla, un gasto trivial. Para mí, era una montaña, un camino hacia la independe

tándome. Un mensaje de Alej

pera que vaya corriendo, ¿no es así?, pensé, una oleada de rebelión apretando

puesta cortant

sa mansión estéril, a su fría mirada, era insoportable. Mientras caminaba, perdida en mis pensamientos, un vestido en el escaparate d

ista personal que de alguna manera siempre lograba elegir piezas que me recordaban el estilo elegante y discreto de Eleonora. Yo era un homenaje andante,

ravillosamente, el color un marcado contraste con los tonos apagados que Alejandro favorecía. Me miré en el espejo y, por primera vez en

. El precio, aunque no extravagante, alguna vez habría s

o y delicado colgante de jade que había visto. Se había burlado. «Ya tienes suficientes joyas, Valeria. No seas codiciosa». Pas

a, atrayéndome. Un pastel de chocolate grande y decadente. Lo compré, un gesto desafiante contra la

uerte, casi dolorosamente dulce. Mi estómago, acostumbrado durante mucho tiempo a comidas escasas y cuidadosamente

ó disparado de debajo de un arbusto. El gato me miró, sus ojos brillantes, y por un momento, vi un reflejo de mí misma e

ropias decisiones, incluso las pequ

como un secreto peligroso. Alejandro nunca lo toleraría. No podía arriesgarme a que lo e

teniendo el vestido-. ¿L

ido, y de nuevo a mí, con los o

la en

-dije, entregán

ejarse, una leve sonrisa en mis labios, sentí una extraña ligereza. Realmente no hab

os que emanaban de la sala de estar. Reconocí el murmullo bajo de la voz

el rostro pálido, rodeado por un equipo de personal médico con impecables uniform

jos clavándose en los mí

tranquila-. ¿Y por qué llevas esa ropa? -Su mirada recorrió mi s

Esto no era un chequeo de bie

esprovista de emoción, sus oj

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