e hizo añicos. El candelabro sobre nosotros se balanc
ola hacia él, protegiéndola con su cuerpo.
que cuando estuve frente a las tumbas de mis
uvo tan abruptame
Su voz estaba cargada de preocupación. S
él, gimoteando. -
César se volvió hacia mí. -Elena, ¿estás
en mi equipo. Es mi responsabilidad. -N
olo... vives aquí. -Se encogió de homb
sentían vacíos. Mi rostro,
gí un trozo, examinando su borde dent
ataque aéreo de la ciudad. Un grit
oa, repórtese! ¡Desastre en la planta quí
po, su rostro sombrío. -Casandra, man
-Mi voz era
tos eran fluidos. Sin esfuerzo. A pesar del temblor, a pesar de lo
ula, Elena. Solo estorba
ontraron con los suyos. No hab
o de César. -Quizás pueda ayudar, César. Necesitamos tod
ñadientes. -Bien. Pero quédat
Humo. El olor acre de los químicos me quemaba las
boca. Se tambaleó. La cruda brutalidad
n el pecho de César. Él la rodeó con un brazo,
ndose con los míos. -¿Ves, Elena? Aquí no es do
me inmuté. Sim
eando recetas, ahora localizaban sobrevivientes. Trabajé con una eficiencia silenciosa. Había sido entrenada para esto.
decir a un paramédico a u
jos se entrecerraron. Un agu
e agua. -Ten, Elena. Pareces sedient
a en un niño atrapado. Los l
z era aguda aho
manos ya estaba
. Sentí el agua fría golpear

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