img La Última Venganza de la Esposa Indeseada  /  Capítulo 9 | 39.13%
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Historia

Capítulo 9

Palabras:1368    |    Actualizado en: Hoy, a las 15:06

ocó un nudo en el estómago, y luego lo arrojó descuidadamente sobre su escritorio en medio de una pila de documentos. Valeria. Siempre dramática. Lo descartó como

hilo de inquietud que no podía ubicar del todo. Recordó su rostro cuando se alejó de la estación de policía, una máscara fría y dura que n

resbaló. La punta afilada de metal cortó el papel blanco y nítido de un informe, dej

de golpe. Sofía, una visión en un vestido de diseñador ajustado, entró con

llo, su perfume, empalagosamente dulce, llenando sus fosas nasales-. ¡Me prometis

TOC, que Sofía usualmente eludía mágicamente, se encendió por u

ante en una hora. Este acuerdo es cr

pre dices eso! ¡Trabajo, trabajo, trabajo! ¿No te importo? ¿No te

ía lidiar con esto ahora mismo-. Pero esta reunión es

uchero-. Diles que estás indispuesto. ¡Diles q

sus

ia. Afecta a miles de empleos. No puedo simpl

inferio

i felicidad no importa? -Lágrimas brotar

a. Siempre era la misma. Sacó su cartera

mpra lo que quieras. Te

luminaron, un brillo depredador en sus profundidad

iciales, luego se deslizó de su regazo, agarrando el dinero-. ¡Nos vemos esta noche, ento

de alivio y vacío en su pecho. Volvió al

sistente, la Señorita Jimé

nión del consejo es en cin

tando el paqu

to. Y

Pérez, exigía términos exorbitantes. Eduardo sintió un dolor de cabeza creciendo detrás de sus ojos. Extrañaba la mente aguda de Valeria, su habilida

viada con un nuevo y escandalosamente caro atuendo, entró tropezando, con una copa

Ven a bailar conmigo! -Antes de que pudiera reaccionar, se abalanzó sobre él, rodeando su cuel

partándola con u

n privada! -Su TOC gritó ante la violación, el to

tercambiaron miradas incómodas. Pérez, mientras tanto, observa

ncia-. Francamente, sus... distracciones... son poco profesionales. Requerimos socios serios, no espectácul

o tarde. Pérez y su equipo ya estaban saliendo, d

aire crepitaba de ira y decepción. Eduardo sintió una oleada de furia fr

-se lamentó-. ¡Solo... solo

adora. La imagen de Valeria, precisa y digna, incluso en su furia, pasó por su mente. Valeria nun

desconocida de algo que se s

voz baja y peligrosa-. L

a, sus ojos muy abie

¿Estás enoj

or de violencia reprimida en su tono. Los miembros d

ie de un salto, su

iendo de la habitación en un torbellino de

u consejo, su rostro páli

é de ello. -Hizo un gesto de desdén con la mano-. La reunión se levant

o a Pérez, desesperado por reparar

esionales. Y francamente, sus recientes... problemas personales... son preocupantes. -Hizo una pausa, luego agregó-: Teníamos grandes espera

ria. Pérez sabía de ella. Se lo estaba restregando sutilmente, recordá

nto errático. Sus constantes demandas. Su desprecio frívolo por su trabajo. Y luego, Valeria. Su

ave criptográfica. Había actuado con precisión, con crueldad, para proteger a su herm

orrible. Había estado cie

ón que lenta y dolorosamente, estaba amaneciendo en él. Había cometido un error catas

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