na preocupación que me revolvía el estómago. Ella yacía allí, luciendo imposiblemente delicada, con un vendaje blanco impecable alrededor de su frente. Su brazo también estaba en un
ñeó, una actuación que conocía de memoria-. Todavía duele
rvada, acarició suavemente su cabello,
certe daño. -Su voz era suave, cargada de una ternura que nunca ha
iaron hacia mí, un brillo triunfante en sus profundidades. E
tono era plano, desprovi
si un puño se hubiera cerrado alrededor de ella. La imagen de Benjamín, p
voz sorprendentemente firme-. V
un sonido s
a por tu hermano. Está bien. -Sus palabras eran sacarina, got
en sus ojos-. Mi hermano, Benjamín, te ha causado una gran angustia, y por eso, lo siento de verdad. -Las palabras sabían a ceniza. Las f
se curvaron en una s
ebe ser tan difícil. Es tan... particular. Y tú eres tan... normal. -Se rio, un sonido diminuto y tintineante que me crispó los
rostro. Era una confirmación. Todo lo que ella dijo, todo lo que yo había sospechado, era verdad. Probablemente se había quejado de mí con ella, me h
de Eduardo vibró. Miró la pantal
-Se levantó, a regañadientes
ía, tirando de su manga-. No te va
omo pueda. Solo descansa. -Se inclinó y le besó la frente de nuevo-. Y tú -dijo, volviendo su mirada hacia mí, sus ojos e
o la vuelta y salió de la habitación, de
a de Sofía se desmoronó. Sus ojos, ya no inocentes, brillaron con un triunf
el vendaje de la frente, revelando una piel perfect
abrieron d
lo fingi
onido áspero
e a mí? Es completamente devoto. No eres más que un reemplazo, Valeria. Una sirvie
d de su manipulación, la audacia
a enferm
endiendo que le importas. Te odia, Valeria. Siempre lo ha hecho. Solo se casó contigo por una deuda arcaica. Eres una muleta financiera, nada más.
e tranquila, la verdad un sabor amargo en mi
mí, su mano buena volando. Sus uñas, largas y afila
¡Voy a ser su espos
te. El dolor era agudo, pero la conmoci
ojó de nuevo a la cama, retorciéndose salvajemente. Se arañó su propio braz
rdo! ¡Me atacó!
bia aterradora. Vio a Sofía, su cabello desordenado de nuevo, su rostro contorsionado por el miedo, sangre fresca brota
red con un ruido sordo, enviando estrellas danzando ante mis ojos. Me deslicé al s
-Acunó su cabeza, sus ojos llen
eñalándome con u
Me insultó... ¡me arañó! -Su voz estaba c
ás fríos que el hielo,
era baja, amenazante, una tormen
finalmente desbordándose, mezclá
isma! ¡Ella me atacó! -Intenté levantarme,
vi en sus ojos
tirando de la m
te viera. Dijo que arruinaría mi vida. Dijo... di
pura audacia de sus me
razo recién arañado de Sofía. Ni siquiera registró el corte en mi cara. Su atenc
ortalmente silenciosa, un temblor de pu
-grité, señalando mi propia mejilla h
luego retrocedió, una mirada d
-Se apartó de mí, alejándose más de mi mano extendida. Sus ojos se entrecerr
un fuego ardiente en mis venas-. ¿Por s
ción ya de vuelta en Sofía, m
riño. No volverá a t
soportar su crueldad, de creer en un amor distante e inalcanzable. Y todo terminaba aquí, con él creyendo a una
esperanzas olvidadas-. Después de todo... después de
aba fija en Sofía, su mun
nando un filo desesperado-. Estuve a tu lado, incluso cuando me t
giró, sus ojos
Sofía. Eres una vergüenza. La sola visión de ti me da asco. Lárgate de mi vista. Ahora. -Lad
ó dolorosamente detrás de mi espalda. Un crujido agudo resonó en la
lor eclipsando momentánea
azo, luego desvió rápidamente la mirada, un de
ue no contamine ni un cent
o. Lo último que vi fue a Eduardo, inclinado sobre Sofía, su mano acariciando suave

GOOGLE PLAY