vestido con su traje caro, su rostro pálido y demacrado, firmaba papeles en el mostrador de enfermería. Su mano temblaba ligeram
on la pacien
o, luego levantó la vista,
es
a "repercusiones profesionales". Había insistido en que mantuviéramos nuestro compromiso en secreto durante meses, citando su necesidad de "mantener una imagen
, había visto dirigida hacia mí. Era capaz de una emoción tan profunda. Simplemente no para mí. Estaba destrozado por ella
ya me había ido, fundiéndome de nuevo en las sombras del
sala de estar, mientras lavaba a mano, meticulosa, casi reverentemente, la camisa manchada de sangre que había usado. Esa misma camisa que había tenido tanto
ajeno, dirigiéndose di
che difícil -dijo,
caldo, el rico aroma llenando la casa.
termo, agarró un ramo de flores
esita. -Hizo una pausa y luego a
. Su preocupación, su devoción, era toda para ella. Mi propia cena, fría
Una foto de ella, pálida pero sonriente, acurrucada contra el hombro de Carlos, su brazo alrededor d
nicos, una receta. Nunca este tierno abrazo, esta declaración pública. Mi estómago se revolvió, una f
esión sofocante. Necesitaba aire. Neces
el paciente". Era el único lugar de nuestra casa que siempre mantenía cerrado con llave, el único lugar al que nunca había entrado. Solía bromear al respe
ra recordarlo. Mi corazón latía con fuerza mientras la empujaba. El aire estaba impregna
icas y expedientes de pacientes esparcidos, un pequeño cuaderno con estampado floral
devorando la esc
cientes. Tan amable. Tan preocupado. Si tan solo supiera el lío en el q
upermercado. Para ayudar con el "abuso". Es tan fácil de ma
os, pero es parte del plan. Hacerlo sentir culpable. Hacer
ar de pensar en mí. Hablamos durante horas. Fue ta
o que era solo "terapia somática". Pero sus ojos, vagaban. Me
terapia, pero ambos lo sabíamos. Se siente culpable, sin embargo. Me prometió una enorme suma de dinero, una casa, una nueva identidad. Solo por ser "su pa
e una revelación de una traición grotesca. Llevaban semanas, probablemente meses, acostándose. En su estudio. En nuestr
r sus mentiras, me dejó sufrir, todo mientras le daba a Carmen un
ante contra mi cráneo, pero no era nada comparado con la agonía en mi corazón. Mi matrimonio estaba muerto, mucho
lágrimas finalmente corrieron por mi rostro, calientes y punzantes, bo
té interiormente a Carlos. ¿Por qué la
dedos firmes a pesar del temblor en mi cuerpo. Clic, clic, clic
isa jugando en mis labios. Él todavía estaba en el hospital, h
el aroma de Carmen. Mi siguiente llamada fue a mi CEO. Necesitaba arregla

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