Corazón de Espinas

s, e incluso, en la de los demás. Aunque, lamentablemente, la mayoría de las veces no somos prudentes, o ni siquiera nos damos cuenta de que estamos tomando una fal

, y mi cabello se pegaba a mi sudorosa cara, dificultándome aún más la visión. Aún siento en mi piel la horrenda sensación de que todo daba vueltas, y el peso sobre mi alma de todo lo acontecido ese día… Y la soledad,

ir soportando. Ya no me quedaba nada de voluntad, ni de esperanza de poder s

ntarle lo sucedido en el baño de la escuela… Pero, lo que más me partió en mil pedazos, fue lo que desencadenó todos aquellos sucesos desastrosos. El horrendo final de algo que ni siquiera llegué a comprender del todo que sucedía. La única chispa de esperanza que se me dio so

19. New Rochelle, New

bocados latidos de mi corazón que hacen eco en mis oídos, creando una capa de un fuerte ro

regresaron del trabajo. Maldiciendo, me escabullo entre los arbustos de la entrada directo al costado de la casa, que da a mi habitación en el primer piso. Ayudándome con el viejo roble junto a la ventana, trepo con difi

s costillas y mi vientre un poco hinchados, y la sangre en mi labio inferior que me marea aún

gando para que me calme y poder aguantar lo que queda del maldito día. En la mesita de luz, el reloj que ma

o siempre hace. Abro la llave de agua caliente al máximo y espero a que el vapor invada el lugar, calentándolo para que mi cuerpo se relaje. Con mucho cui

izaron. Siento en la piel sus manos apretándome y su asqueroso aliento en mi nuca. Entre la cantidad de alcohol y sustancias ilegales que consumió esa noche, entiendo lo que dijo de no haber estado en sus cinco sentidos, pero aun así… No era justo para mí. Y menos la estúpida i

lo vean como un gran deportista, con un gran futuro en el que apuestan que podrá llegar a la Segunda División si se lo propone… Pero que en realidad no le llama la atención el futbol, ni ningún deporte, ya que lo único que lo distrae sin tener que estar metiéndose dr

y que seguramente debe de tener varios amantes fuera de casa; y mi madre, vive recriminándole a mi padre que nunca le da cariño, ni le demuestra amor, ni sale con ella, y ni siquiera la abraza o la besa. Pero los domingos, se colocan sus disfraces de marido y mujer religiosos y correctos, obligándome a asistir a las misas y a pasar un tiempo en las reuniones que se s

stada de mi única amiga, las lágrimas, el pánico, la sangre que no paraba… Y la sensación de que volvía a estar sola, de que la vida volvió a quitarme lo único qu

tar sola. Com

me sobresaltan, y la manija de l

padre llegará en unos minutos —su voz es histérica y cargada de ese miedo tan n

dome con la mayor rapidez posible, para luego colocarme el jogging y la camiseta holgada