—¿Crees que logremos conseguir un puesto así?
Ella tamborilea con las uñas sobre el mostrador mientras da un sutil movimiento con su cabeza hacia una de las meseras del local. El nerviosismo se nota a leguas en los ojos de mi amiga, y seguramente también en los míos. La chica que atiende las mesas del local debe tener menos de veinte años seguro, el porte y su andar es completamente decidido y automático, como si tuviese años de experiencia, además de verse muy a gusto con su trabajo por la amable y atenta forma de atender a los clientes. Su sonrisa es radiante, como si fuese el mejor empleo del mundo.