img El Cerezo y la Katana  /  Capítulo 3 San | 15.00%
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Historia

Capítulo 3 San

Palabras:3245    |    Actualizado en: 05/02/2023

ido(1), podía pasearme por las calles de la ciudad portando mi katana y mi wakizashi(2), orgulloso de ambas. Con el cor

ó y lo rebautizó bajo el nombre de Yamaguchi Masamune. Masamune, por su parte le suplicó a su padre que ado

ente amueblada, en las mansiones de nuestros padres. Apenas despuntaba el alba nos entregábamos a nuestras labores y enseñanzas; intentábamos se

asamune, que ya había pasado por eso, me acompañó hasta el distrito del placer; durante el trayec

a mayor se inclinó y me guio hacia una habitación en uno de los pisos superiores sin articular sonido. En aquella habitación me esperaba una jove

red de un muro; al verme repitió el mismo gesto que me hizo antes de qu

era en el estandarte de la división, sino en el frente de batalla, sobre mi caballo

a había desplazado al pequeño niño tímido y miedoso que alguna vez había llegado al cuartel. Miraba airoso al enemigo desde la montura de su caballo pelirrojo, su l

que mato más enemigos que tú, hermanito

dió su hermano, aum

o; a pesar de haber librado innumerables batallas se comportaba como si fuese la primera vez

ontraba tan nervioso, Hir

vimiento de sus manos demostraban que estaba nervioso por algo en especial, y se movía inquieto en la s

donde estaba mi padre. Al verme llegar, Yamaguch

—pregunté—. Lo noto i

jo mi padre, acariciando el mango de su katana—: Recibimos la not

uede ser posible, los únicos que poseemos tales armas somos n

e vea shinigamis era un muy mal augurio, los ángeles de la muerte se arremolinaban so

ga eso —supliqué con la

ndo mi mano, sus manos estaban frías como el hielo y temblorosas—, no permitas que el

re,

ba tranquilamente—, no caigas en vicios, ama a tu mujer, respétala, en

escendió de su caballo, me reverenció y bes

ente volvió a montar. En señal de respeto y humildad m

ía? —pregun

uñí, les expliqué rápidamente l

Masamune, mirándome—. Yo me encargar

mirada, cuando estuve seguro de que alcanzaría a hacerme oí

stán listos para dar l

nísono, afirmando su ent

utilizando armas de fuego! —continué—. ¡No deben permitirles recargar!

aron nuevamente d

escogido morir deshonrosamente!, ¡acaben con ellos! —vo

ia mi puesto, Masam

rró Yoshiie—: Pue

! —gritamos M

perros rabiosos, deseando aquel grupo de corderos que venían a por nosotros. Mi corazón latía desenfrenado, la ad

igo importante, rogaba a los dioses que no hayan tenido mucho tiempo para practicar con aquel nuevo juguete. Cuando el enemigo term

teñirá de escarla

sangre —dije yo—, s

sión estaba a cargo de Masamune, el cual dio la orden de atacar. Una lluvia de flechas se desplegó sobre ellos, com

s gritaron al unísono. Cuando vi que se encontraban don

rtos traseros, y con una jauría de

ros, Masamune daría la orden de disparar a los arqueros con flechas incendiarias y así el círculo de aceit

o se armó el círculo, nuestras tropas parecían enviadas desde el mismo infierno, el enemigo gritó asustado, intentando huir, pero yo ya los tenía al filo de mi espada. Empecé a cortar

es que habían sido preparados bajo un riguroso entrenamiento. No con mis hermanos, Yoshiie y Masamune, dos loc

arro y sudor que dibujaban enigmáticos dibujos. Sus ojos estaban fijos en sus víctimas, tenía la pupilas dilatadas, los manos aferradas a su lanza; su lengua recorri

o de un soldado enemigo y la batalla acabo. Mis hombres y yo festejamos aquella victoria, esa noche seguramente sería un desenfreno total: sake, sushi de la

regunté, mirando

a tu padre

ad. Mi padre estaba tirado en el suelo, cerca había unos cuantos enemigos y compañeros caídos, se aferraba

obre él, mi casco con cuernos formaba una tétrica im

nigam…

el casco

je arrodillándome a su

susurró—. Lo único que me molesta... es

re..

o. Me miró con su único ojo, su vista estab

tienes que h

i padre limpió sus manos mientras la sangre brotaba de su pecho lampiño y su vientre salía por encima de la cintura de su armadura. Tomé su katana por el mango, la desenfuné y uno de mis hombres empapó el filo con el sake. M

a derecha en forma horizontal. Continuó abriendo su estómago hasta el esternón, como debía ser realizado el seppuku, me hizo la señal para que procediera: asintió con la cabeza. Exclamé un único grito y corté la cabeza de mi padre, el cuerpo sin v

a el funeral —ordené, y

bía llegado a sustituir a mi verdadero progenitor gracias a la dedicación y al amor con el cual me había tratado durante los años que había permanecido a su lado. Sentía la n

taba de Yoshiie. Sin dejar de darle la espalda

, mi voz salió

padre —respondió, su voz so

ede? —qui

incinerado o ent

de mi padre no podía ser enterrado entre

ira, avisa a los hombres que tendrán tres días para descansar, el viaje

de? —pregun

tos de mi padre en el pie

e nosotros, alumbrando aquel ritual, su último ritual. Mis hombres y h

ejor sake del batallón, lo necesitaría en el largo viaje hacia el otro mundo, y puse en l

r del viento, las banderas de las diferentes divisiones flameando sua

encendió lentamente y luego, al tocar el aceite, avivó su intensidad. En pocos segundos, su cuerpo se vio envuelto en llamas, incliné la cabeza y oré por el descanso de su alma; unas

cuanto lo intentaba, ni la compañía más lujuriosa, ni el mejor sake de todo Japón podía llenar ese vació en mi pecho; me refugié en mi flauta y en mi espada, me refugié en el arte de la guerra, cada movimiento d

oven de samurai de veinte años, mi hogar quedaba a pocos minutos a caballo del Palacio imperial, era una pequeña mansión aunque demasiado grande para mí solo. Sin embargo, l

e encontraba la tablilla mortuoria de color negro con los nombres de mi difunto padre grabados en letr

una de mis sirvientes—, e

rar, hice una revere

nvitado —pedí, mi sirvienta nos reverenció a a

hiie había crecido considerablemente

anunció, su sonrisa se e

ba al pequeño Yoshiie casado, apenas tenía diecis

—me recordó—. ¿Por q

nzó una carcajada—. Mi destino es la guerra, no entiendo como estas m

o de arroz y pescado para mi invitado y

ngo para ti te vendrá muy bien

es? —pr

ido ascenderte a un puesto muy importante —respondió mirándome por e

ia me sor

queña flor de cerezo cuando éramos niño

nera burlona—. Deberás presentarte mañana ante

staré —

-

DE AYUDA

llido, el resto de las castas carecían del mi

queño, pareci

acterístico de

ponés, algunas son re

de sangre es un deshonor, es por eso que Nobunaga-sama l

ente una estatua o un rollo de pergamino mándala. Algunas sectas budistas ponen placas conmemor

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