img El Cerezo y la Katana  /  Capítulo 4 Yon | 20.00%
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Historia

Capítulo 4 Yon

Palabras:5120    |    Actualizado en: 05/02/2023

drugar, o simplemente ya me había acostumbrado a despertarme muy temprano, pero de lo que sí estaba completamente seguro era que no quería llegar ni un minuto tarde a mi c

alinear, lo último que vestí fue el emblema de la familia Takanashi y mis dos espadas, bien

el recuerdo de los momentos compartidos. Me acerqué a las guarniciones y observé a Yoshiie entrenando a los nuevos reclutas; no eran más de veinte niños, de distintas edades, contexturas físicas y estaturas, pero en sus ojos se podía apreciar la admiración qu

amigo —dijo, tomando mi mano en gesto de

odando mis espadas. Masamune asintió con la cabeza, al p

r lentamente, uno al lado del otro—, estoy muy orgulloso de que hayas conseguido un puest

o —recordé acariciando el mango de mi

rmano me acompañó todo el trayecto hasta el Palacio, y cuand

arme hacia é, caminaban rápidamente para no hacer esperar a Su Majestad Imperial, las escaleras que dirigían hacia el trono del Emperador eran largas y algo difí

trada hacia el salón del Trono del Crisantemo, pedí unos segundos para arreglar mi vestimenta, algo que al jefe de la corte no pareció agradarle y me miró con el ceño fruncido mientras golpeaba su aban

do en las sombras de su trono; la corte y yo iniciamos con el protocolo, acercándome lentamente y reverenciándolo cada determinada cantidad de pa

muy impresionado con sus campañas de los últimos años y agradece

agradecimiento para con mi señor. El emperador lla

rse a vivir a Palacio, para la seguridad de su pequeña hij

—accedí, inclinando la cabeza. El Emp

ide usted que está penado con la muerte mira

hará la voluntad de

ia, di tres pasos hacia at

·

mi propio placer. Sin embargo, prefería estar solo, paseando por los alrededores, observando los árboles y los animales que había en el interior del Palacio. Al parecer, la Prince

sucedió lo que hoy

La primera vez que la vi, mi alma lloró de felicidad y mi corazón galopó con una fuerza inusitada, como cuando estaba en el campo de batalla. Pero ésta era otra batalla, ésta era su piel, p

n y yo, sin pensarlo, dirigí mi mirada a sus ojos. Me vio... Quedó ruborizada y yo atravesado por el amor, que bella la forma en que aquellas pálidas mejillas recibieron aquel rubor virginal, haciendo su rostro aún más bello que

. Haga con esta daga lo qu

deber ¡Ah!, ¡su voz era el sonido más placentero que mis oídos podían haber escuchado jamás! Morir en sus manos era mi destino, así que obedecí y cerré mis ojos e imaginé su bello rostro por última vez... y entonces, sentí s

ía allí el fuego de su beso... Sentí la casi irrefrenable necesidad de estrecharla contra mí y volver a besarla. Sin

n más fuerza, y me levanté sin dejar de mirarlo, era una bella obra de arte con incrustaciones de perlas y diamantes, formando

atención a lo que ellos me decían y de a ratos me tocaba los labios con la punta de mis dedos, como temiendo que ese beso se escapara de ellos. Deseaba volver a ve

bell

cuando

cari

mis l

a aque

de f

s mi

empre, p

nico

el marco y pensé en su mirada, en su cabello, en sus labios t

·

acercarme para hablar con ella, pero deseaba sus labios como nunca desee nada antes. Deseaba volver a fijar mis ojos

tuosa no miraba a los ojos a ningún hombre; sin embargo, de vez en cuando, ella levantaba la mirada para observar la belleza de su alrededor. Celoso de que el astro rey arruinara a su obra de art

para que me de fuerzas y poder protegerla día a día, contra cualquier ene

vi su silueta dibujada por delante de la luz del día que entraba por las puertas del templo: Era mi princesa, pero vestida de otra manera, solo llevaba u

dición para mis oídos, que habían recibido tantos gritos de gu

e incliné ante ella ponie

piso—: Soy yo el que debe discu

porque al ponerme de pie, mi rostro recibió

o, Su Alteza

d es... el sam

laneaba presentarme ante usted hace una semana, pero su Jefe de Cortejo siempre me

ar su voz diciendo mi nombre

lla, su perfume me estaba volviendo loco; eran casi irrefrenables los deseos de volver a probar

do a su primer hijo, eran mis únicos amigos en el recinto imperial. Masamune pasaba bastante tiempo conmigo, entrenábamos juntos y nos reuníamos a tomar el té al atardecer, g

yendo los pergaminos que había escrito, que ya sumaban un to

imposible porque sabía que era una locura, una ca

os desde hace años —me record

iaba en él, no confiaba en mi propio corazón

a? —pregunté sin dejar de mirarlo a lo

. ¿acaso es algo malo

una idea

nuestro último encuentro, la urgente necesidad de verla nuevamente, mis deseos de tenerla entre mis bra

e que esto puede

r sido besado por la Princesa ya era motivo suficiente para ser asesinad

, pero tengo la cabeza bien en frío; sé que esto ni en mis sueños más d

s sobre ella, la blanca y fría nieve me recordaba a su piel. Cuando estaba a cargo de los cuarteles, y lo

o hasta sus oídos; sin embargo, mi sorpresa fue tan grande que fue casi imposible disimularla, pero agradecí a Dios en lo más profundo d

par de soldados que yo mismo elegí para mayor seguridad. Se debía dejar de lado todo protocolo pues no debíamos revel

caderes, en dos humildes carretas, yo iba con la Princesa, mi mascota y dos de las cuatro sirvientas que viajaban

alcanzándole una man

chas. Bajé un poco más mi sombrero kasa(1) para que no pueda ver que me había sonrojado—. No es necesario que m

perfectos, su largo cabello estaba atado en una gruesa trenza que caía de costado, pero me perdí totalmente en sus ojos, había un brillo en ellos qu

ría recibir sus baños de aguas termales. Nos hospedamos en una posada muy acogedora con acceso a los baños termales. Me hice pasar por el esposo de la Prince

no la habitación y cerró la puerta tras ella—. Yo dormiré recost

erencia me retiré de su recinto y di unas vueltas por los alr

ado para ser guerrero samurai. Sin embargo... Me imaginaba que delicioso se debía sentir el calor del cuerpo de la Princesa, con su tibio perfume a cerezas y su largo y sedoso cabello en aquella tarde fría de invierno. Tuve que detener mi imaginación en aquella im

razos y estrecharla con fuerza contra mi cuerpo, tomar su rostro entre mis manos y besarla con pasión y locura. Al caer la noche, intentamos no hablar mucho;

go, Alteza?

de que yo me encontraba allí, ya

kimono de seda celeste con figuras de flores hizo u

tomó de sus manos y t

con un hombre en la misma habitación...

os en un mismo recinto sin ningún tipo de formalidad ni protocolo

eseaba, la deseaba más allá de todo entendimiento, deseaba sus carnosos labios rojos de

amaba cuando me llamaba de esa forma—

a —deseé, haciendo un

a habitación, sólo la luz de la luna entraba por la ventana circular. Me senté contra la p

e un salto y salí de la habitación prácticamente corriendo; encontré a la hosp

r! —la

uelta y me mi

gunté, parecía ser que estaba más desesperado y a

ero si vi a una de las muchachas que vinieron con ustedes junto con uno de sus

esa esté en el río con una de las sirvientas y uno de mis soldados; si estaba en lo cierto, aquellos dos habían elegido ese lugar para conocerse más íntimamente, y la Princesa era una joven

ujer. Seguí las huellas esperando encontrar a mi princesa en poco tiempo, si a mi pequeña flor le sucedía algo, este samurai pagaría las consecuencias por haberse tomado el atrevimiento de descuidarla. Las huellas doblab

irme, pero es que estaba profundam

más serio que logré adoptar sin llegar a ser duro con ella—. Yo

callada y ba

e mí ante mi padre, y cualquier cosa que a mí

suya, pues temía que si tocaba su mentón para subirle el rostro me tentaría de tener sus labios indefens

e que la nieve se hubiese derre

acía mucho que no me reía, actuaba como un niño cuando estaba a su lado, era alegre y jovial, y a pesar del frío de ese momento sentía que en mi pecho era primavera. Cuando la Princesa empezó a estornudar me preocupé por ella y decidimos volver a la

rai tiene hambre —dijo

frutas. La Princesa comió todos los que había en esa bandeja, apenas tragaba uno se metía otro a la boca, al parecer era una chica muy golosa y tuvimos que pedir

o a la orilla del mar, conversando tranquilamente. Con el transcurso del tiempo la conocí más profundamente, era una persona hermosa por dentro y por fuera, llena de amor p

ncesa se reía, amaba a los animales, de vez en cuando acariciaba sus orejas y le sacudía su pelo con energía. La

el balcón de mi habitación —me confesó—:

rrero debe respetar —dije—, más si e

débil luz del sol que había, el cielo estaba completamente tapado y poca luz pasaba por las gruesas nub

Alteza? —pregun

a sido maiko, pero tuvo que abandonar la okiya porque una de las muchachas que vivía la hizo expulsar al

desapercibido, y la princesa me escuchó. Sus mejillas se tornaron escarl

ntó, al parecer no estaba enojada, sino qu

señora —respondí, igual

Al sentir su suave piel fría se me dibujó una sonrisa en mis labios, y con

ba riendo, se la veía más risueña que nunca. Hizo que me sentara en un cojí

—suplicó intensamente

—respondí muy serio—. Cuando se si

ar y cantar antes de iniciar el baile; esto al principio me sorprendió, pero luego lo encontré lógico a falta de instrumentos musicales,

era un sol, su mirada había dejado de ser triste y lánguida y brillaba de tal forma que pondría celosa a cualquier estrella del firmamento, incluso hasta la misma Luna. Yo estaba hipnotizado, me había perdido en sus ojos, en s

articular

irotaro-san? —di

r creer a la princesa—: Al contrario, bailó con tanta perf

cuello en un abrazo; yo no sabía cómo responder, pero sí rodee con mi mano sus hombros para que no sienta que rechazaba aquella muestra de ca

e siempre desee tener, voy a ver si la hospedera puede enseña

ndo feliz de

o"; mi Princesa me veía inocentemente como un amigo, yo la veía como una diosa, la amaba,

-

DE AYUDA

apón. Muchos kasas están hechos de bambú, sirviendo tam

té, y que se elabora principalmente con mochi (pastel de arro

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