img El Cerezo y la Katana  /  Capítulo 5 Go | 25.00%
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Historia

Capítulo 5 Go

Palabras:3809    |    Actualizado en: 05/02/2023

carnadas de hombres que han muerto en prisión, por eso ahora pueden disfrutar de su libertad, aunque sea en una criatura in

é había dicho eso? Los hombres japoneses no acostumbrábamos a ser corteses con el sexo femenino, para nosotros las mujeres no son más que cosas, sólo están en este mun

abra que pronunciaba, cada vez que ella era amable conmigo... era como una montaña que debía cruzar, una tentación que debía sortear para seguir manteniendo mi honor y el de mi señora. Hace un

un buen sake o un té caliente. Lleve todo lo necesario para higienizar mi cuerpo, sentado en el pequeño banquillo del baño recogía agua caliente en el recipiente de madera y lo vol

hacia el cielo gris, estaba anocheciendo y debía estar en la posada antes de que empiece a nevar, de lo contrario, podría enfermarme. Antes de que haya caído el sol ya estaba nevando, pero por suerte yo ya me enco

compañarla en su ceremonia; me acerqué a ella lentamente y me senté, la Princ

, pero la princesa ya tenía todo preparado. La Princesa me sirvió el primer té: Koicha(1). Yo tome el tazón con la mano izquierda y lo equilibré con la derecha, la giré lentamente para que la marca establecida quede lejos de donde yo bebería, bebí lentamente sin hacer ningún tipo de ruido. Luego la princesa me sirvió otros bocaditos secos y preparó el siguiente té: Usucha, más ligero y menos espumoso. Limpié con los dedos donde mis labios habían besado el tazón, giré nuevamente la taza para que la marca quede frente a mí y orientada a mi señora, la deposité sobre el tatami e hice una reverencia, luego volví a tomar

uerpo; era suave y sedoso, levanté la vista y la miré directo a los ojos. Lentamente, coloqué mi mano izquierda en su cintura mientras con la derecha levantaba su brazo y lo colocaba por sobre mi hombro, no podía apartar mi mirada de la suya. La atraje más cerca de mi cuerpo, empezaba a sentir mariposas en el estómago, mi corazón guerrero latía enloquecido y mis deseos ya eran imposibles de frenar. Me acerqué con cuidado a s

os olí, respiré su aliento, olía a té dulce; sus labios tenían un dulce aroma,

ente cuando el mar está calmo. Con cuidado, le quité el obijime(4), lo hice a un costado mientras besaba su cuello. Sentía el latir de su corazón como las alas de un cardenal asustado, sus gemidos, suspiros, su respiración... Todo ello contribuía a que la deseara más y más. Pasé mi mano por debajo de su espalda y l

ra, era lampiño y musculoso, se inclinó hacia adelante y colocó su cabeza en mi cuello, empezó a olerlo con suavidad y a besarlo; si antes estaba excitado, ahora lo estaba mucho más, me dejé llevar por esas caricias pues nunca me habían amado tanto antes

lido, delicado, era una hermosa flor de cerezo blanca. Le devolví las atenciones que ella me había otorgado, la complací y recorrí todo su cuerpo. Con una mano acaricié sus piernas, posé mi mano sobre su nalga y la atra

ás a ella, hasta que...

o afuera, indiferente a la d

mente fuera, posado en una rama. Abrí lentamente los ojos, al abrirlos vi un largo y se

a la vida. En cuanto levanté la cabeza comenzó a dolerme terriblemente, me levanté con cuidado, G

ñora, salí de la habitación. Necesitaba aire, salí apresurado de la posada y vomité copiosamente sostenido de un árbol, el

princesa a nuestro regreso. Una vez que me sentí mejor, regresé al interior de la posada; al entrar silenciosamente a la habitación, encontré a l

taba, me arrojé a sus pies con mi daga en mis manos, i

su deber —le dije en tono serio

reacción en ese momento, pero sí sentí sus manos tomando m

susurró— Ahora

volvimos a fundirnos b

incesa era un aprendiz formidable: dócil, obediente aunque algo rebelde y exótica con sus gustos. Ella siempre decí

ro que avanzamos era una tortura, rogaba con todas mis fuerzas no llegar jamás a la capital de

egase a los oídos del Emperador, este no tardaría en ordenar a los médicos que revisasen el cuerpo de mi amada y dictaminasen

xplicaciones; los minutos y las horas pasaban lentamente, hasta que los guardias apostados a amb

en el Trono del Crisantemo —anunció con voz sombría, yo trag

mi promesa de velar por la seguridad de mi señora y sería castigado de igual manera; quizás que la Princesa se había escapado una noche y al encontrarla desnuda en brazos de un hombre, al que posteriormente di muer

an y solo tenía una o

de sudor chorreaban por mi cara, algo sumamente sospechoso en pl

e inclinaba—. El divino Emperador le da la bienvenida,

el ayudante de cámara escuchaba el nuevo mensaje del Emperador, mi

durante el trayecto del viaje ha sucedi

», pensé para mis adentros, el Emperad

ntras me inclinaba ante él, estaba entre la espada y la pa

estupenda labor y haber velado por la seguridad y el hono

e una reverencia mientras respiraba aliviado; pero no podía evitarme pensar

rle, Su Majestad I

mosa y sencilla decoración; la princesa lucía un ataviado tocado y un bello kimono de seda celeste; frente suyo se hallab

de cómo había sorteado a los físicos imperiales, me fue imposible debido a que nos

s el motivo de su reunión? —susurró

e su cortejo me miraban esperando un

ercándole un pergamino cerrado—. En ese pergamino se encuentra el plano de la nueva ubicación; sus habitaciones se encuentran a gran distanci

lo que estaba escrito en él no solo era un

ible que el guardián no se haya perc

ncellas se acercaron para retirar la bandeja de té de frente de la princesa, otras tres colocaron una mesilla lustrada; posterio

su kimono y cargó tinta. Como siempre, la perfección se adueñó de ella, era muy cuidadosa con sus trazos; cuando finalizó,

de sugerencias en el plano, pero lo que más me im

trucos para es

exclamé, entonces el je

os son las mismas que usaron sus antepasados, hace más de quin

quí, Taira-sama —interrumpió la princesa—. Ahora la que duerme en este lugar soy yo, y sin duda

solicitó —dije, mientras me inclinaba—.

e Masamune. Al llegar fui invitado a entrar por una de sus criadas; adentro, me despojaron de mi abrigo y espadas, las cuales descansaban en un soporte, cerca del butsudan de Yamagu

con solo su katana en la cintura,

hace sólo unos momentos; ya sabes cómo es la vida del samurai cuando hay tiempos de paz, si no se afila el sable c

ha dejado sin filo a mi arma

na reverencia y cerró la puerta de papel de arroz; una vez que Masamune escuchó los pasos de sus criada alejarse, me dirigió una mirada penetrante y sombría—

términos sutiles así que

a la prin

ái tan controlado como mi hermano: Tomó su katana y arremetió contra m

s la pena de muerte por hab

ras esquivaba golpes mortales y certeros con mi imp

erador no tomó precauciones tuviste que

scudo, yo rodé por el piso y logré alcanzar una

el favor de esc

o yo le quité el aire de su estómago con un puñetazo, perdió el equilibrio y cayó de rodillas al tatami, yo a

, hermano —le supliqué—.

procedí a contarle toda la verdad: Cómo había ocurrido, cuándo,

nclinó mi cabeza hacia abajo, preparándola para decapitarla. Yo cerré mis ojos y oré para mis adentros... Pero cua

ero tu valentía ha sido mayor que tu pecado, sólo te golpee con el

con ojos

tu ayuda

necesitas

onía que no había sido fácil pero había dado resultado. Incapaz de soportar un segundo más el

-

S DE AYUDA

y con un fuerte c

es, en concreto las solteras. Uno de sus usos

sub consciente, se lo imagina, ya que el kimono t

el kimono o yukat

e que se lleva sobre el ki

hace que el obi se

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