< ¡Ay no!, ahora sí estoy en serios problemas>
Justo en ese instante, escucha un manojo de llaves cerca de la puerta. Eso significaba que el idiota de su jefe pretendía abrir la puerta y dejar entrar a todo ese montón de personas que no conocía para que la ahogaran a preguntas, de las cuales no tenía respuesta.
Su corazón latió con prisa… no estaba preparada para nada de eso.
La puerta se abrió, y tanto su jefe como la manada de reporteros ingresaron en el vestidor. Sin embargo, lo hallaron vacío. La pelinegra no estaba por ninguna parte, y ellos se encontraban decepcionados por no conseguir una buena historia.
—¿Dónde está la muchacha?
Le preguntan al jefe que estaba igual que sorprendidos como ellos…
[…]
Corría a toda prisa por la calle, alejándose todo lo posible del restaurante y de aquel alboroto. ¿Cómo era posible que le estuviera pasando esas cosas? Ofelia se escondió detrás un mural para coger un poco de aire.
—Demonios, me he escapado por los pelos.
Ahora no podía regresar al trabajo, seguro que esos reporteros montarían guardia en la entrada por si regresaba.
—Mierda, no puede ser que haya quedado sin trabajo. Adriel me ha traído muchos problemas, primero tengo que enamorarlo para salvar a mi hermana y ahora por culpa de esos reporteros no puedo regresar a trabajar.
Frota su cara, las cosas iban de mal en peor… y sin esperarlo, el móvil que tenía guardado en el abrigo comenzó a vibrar, la pelinegra puso los ojos en blanco.
—¿Cuántas veces van a llamar a este hombre?